Por Luis Ortiz |21 de mayo de 2015, 6:46 AM

Un desalojo que se convirtió en protesta, una protesta que se transformó en disturbios, disturbios que terminaron en saqueo.

Hace 24 años, el 22 de Julio de 1991, la Avenida Segunda de San José pasó de una concurrida calle a campo de batalla.

Luego de destrozar los ventanales y romper las cortinas metálicas de los comercios del primer piso del edificio Caribe, decenas de manifestantes saquearon tiendas de electrodomésticos, un restaurante y zapaterías.

Durante cerca de una hora, los provocadores destruyeron lo que querían, no había policía que los detuviera.

El funcionario municipal, Isidro Calvo, asegura que en aquel momento la respuesta de la Fuerza Pública fue “muy tardía”, pues “primero iniciaron una marcha casi desde el Parque Central hacia el oeste a un paso muy lento”.

¿Por qué la policía no detuvo este relajo a tiempo? Ricardo Donato, que lideró el equipo antimotines, afirma que los oficiales a cargo no informaron de inmediato a la central de comunicaciones.

Fue hasta poco antes del mediodía que los primeros efectivos llegaron a la Avenida Segunda, al inicio ni siquiera había transporte que los llevara al centro de la capital.

Para ese momento, manifestantes ya corrían con electrodomésticos por el centro de San José. La zapatería Zum-Zum ya había sido saqueada, relatan los periódicos del día siguiente que de ese local robaron 35 zapatos, todos izquierdos.

Un contingente adicional arribó al epicentro del desorden minutos después, a esa hora la turba se había esparcido, lo mismo tuvieron las autoridades.

Donato recuerda que tuvieron que “gasear prácticamente todo el centro de San José, hubo muchos detenidos, también muchos policías golpeados y heridos por las piedras”.

Fue hasta la tarde de ese 22 de julio que la situación fue controlada, pero el daño ya estaba hecho y las consecuencias no se hicieron esperar.

No pasó mucho tiempo para que un joven Johnny Araya asumiera el cargo de Ejecutivo Municipal de San José.

Ese 22 de Julio no queda en el olvido, el día en el que la capital fue un campo de batalla y el miedo se apoderó de muchos.