Por Adrián Fallas |2 de octubre de 2022, 8:14 AM

Desde que se anunció que el mundial de 2022 se jugaría en Qatar, el tema de los derechos humanos en el país asiático ha sido mencionado una y otra vez.

Las oenegés han criticado en reiteradas ocasiones a las autoridades de Qatar por el trato ofrecido a los trabajadores migrantes, sobre todo a los que se desempeñan en las obras de construcción, aunque también han señalado la implementación obligatoria de la fe y de la cultura de ese país, la cual profesa un tajante rechazo hacia las poblaciones LGTBI+ (lesbianas, gais, trans, bisexuales y otros).

A mediados de esta semana, la reconocida marca deportiva danesa Hummel, patrocinadora de la selección de fútbol de Dinamarca, anunció que desdibujaría tanto su logo como el del escudo del equipo de la camisa oficial que portarán los jugadores daneses durante la Copa del Mundo en protesta por el "historial de derechos humanos" del país sede. 

Para tener un mejor entendimiento sobre el tema y el contexto que propició dichos desencuentros, Teletica.com conversó con el historiador Jorge Barrientos, miembro de la Cátedra Ibn Khaldun de Estudios del Medio Oriente y África del Norte de la Universidad de Costa Rica (UCR), para ampliar más detalles sobre esta materia.

Desde el día que se anunció la sede del mundial, los derechos humanos han sido un tema imperante. ¿Cuál es el historial de Qatar en cuanto a este tema?

Históricamente, la nación de Qatar fue dominada por los persas. A finales del siglo XVIII, el Imperio Turco-Otomano tomó la región y, después de la Primera Guerra Mundial, los británicos empezaron a dominar la región. Así fue como ese país pasó a convertirse en un protectorado británico, y lo fue hasta inicios de los años setenta.

Desde mediados del siglo XIX, Qatar es una monarquía absoluta, gobernada por la familia Al Thani, quienes han dirigido el país con una mano dura, bajo severas acusaciones de corrupción, autoritarismo y violación de los derechos humanos a lo largo de las últimas décadas.

Este país se ha presentado como un paraíso capitalista, un lugar de libertades, oportunidades y mucha prosperidad, pero esto solo aplica para los sectores más adinerados. Las clases trabajadoras viven explotadas y precarizadas y constituyen un sector mayoritario de la población; la mayor parte de ellos son extranjeros que llegaron al país con la esperanza de una mejor vida, pero que finalmente acabaron siendo parte de un modelo de desigualdad social agudo.

Solo la minoría de la población es Qatarí, y en su totalidad no representan más de trescientos mil personas; ellos sí tienen acceso a las grandes ventajas que ofrece este país. Sin embargo, todo apunta a que estos temas son de nula relevancia para las élites occidentales interesadas en hacer jugosos negocios durante el evento deportivo.

Parece que los negocios familiares y privados de estos sectores más pequeños están por encima de los derechos humanos de las mayorías. En términos de afinidades internacionales, Qatar posee muy buenas relaciones con países que han sido acusados también de serias violaciones a los derechos humanos, sobre todo contra las mujeres, y de apoyar guerras violentas en países vecinos y propulsar restricciones y represiones contra los grupos disidentes de la política oficial.

¿Cuáles son las principales transgresiones a los derechos humanos en este país?

Las violaciones a los derechos individuales de libertad de expresión son muy serias. No hay espacio para la disidencia política.

No existen libertades de tipo político ideológico y los derechos de la población extranjera prácticamente no existen, pues son trabajadores empobrecidos que llegan de otros países y pasan de manera directa al sistema de kafala, que es un sistema similar al régimen de esclavitud, donde el propietario de las riquezas se apropia de la persona y lo explota a su conveniencia. Este sistema es el que ha imperado en la construcción de los estadios y que ha generado, según medios internacionales, cerca de 6.500 muertes.

Bajo la kafala también se pueden dar sistemas laborales de explotación totalmente inhumanos y que van más allá de la construcción, como por ejemplo en el sector turístico de servicio al cliente, así como en la prostitución.

El derecho a la salud, educación y vivienda solo existe para quienes tienen dinero y pueden comprarlo. Las poblaciones precarizadas no tienen acceso a estos beneficios.

Parece ser que la regla en este país es la deshumanización voraz de un régimen antidemocrático, autoritario y corrupto, profundamente machista, misógino, aporofóbico y racista que se ensaña con el pobre y el extranjero, con claros signos de xenofobia institucionalizada.

La Organización Internacional de Trabajo (OIT) ha seguido de cerca a estos sistemas laborales, presionando por cambios, de los cuales se han ido generando algunos muy básicos como el salario mínimo (el cual sigue siendo muy bajo) y la opción de finalizar el contrato laboral entre las dos partes.

Obviamente, las dinámicas sociales en Qatar son muy diferentes a las de Occidente, ¿qué tanto afecta esto al tema de derechos humanos?

El hecho de que Qatar tenga sus sistemas de creencias y costumbres propios de la religión musulmana en este país son mayoritariamente sunnitas, donde la comunidad árabe es mayoritariamente seguidora del Islam y donde el sistema político y social es muy dependiente del aparato religioso, no justifica en absoluto la monarquía autoritaria en la que viven, ni las desigualdades e injusticias sociales tan graves que existen.

Es decir, un país puede ser árabe y musulmán, sea sunita o chiita, y al mismo tiempo puede ser una democracia, con garantías a los derechos humanos y con regímenes que no sean despóticos.

La religión no debería determinar lo demás, pero por desgracia en este caso sí sucede. La religión justifica al régimen establecido, lo legitima, naturaliza y normaliza.

La monarquía qatarí tiene más rasgos de teocracia que de democracia.

¿Cuál ha sido la reacción del gobierno qatarí a estas acusaciones?

Las autoridades del emirato han señalado que el gobierno tiene plena soberanía e independencia para dirigir el país y que los problemas internos deben resolverse según sus criterios. Sin embargo, han estado abiertos a dialogar sobre los problemas que otros países y observadores internacionales han considerado como graves violaciones a los derechos humanos.

De estas discusiones no se han dado cambios estructurales en absoluto, de manera tal que la comunidad internacional, sea lo que sea que signifique esta, con la FIFA al frente, va a celebrar una fiesta global en un país con profundos niveles de deshumanización social y económica.

No es la primera vez en la historia de los mundiales, pero quizás sea el caso más grave  desde el mundial de Argentina 1978, el cual se celebró en plena dictadura militar.

¿Cómo ha tratado de limpiar su imagen Qatar?

El gobierno ha intentado mostrarse ante la comunidad internacional como un país próspero y lleno de oportunidades para los negocios. Eso es lo que a las élites empresariales del mundo les interesa más que el asunto de los derechos humanos. Se ha mostrado receptivo con algunas de las críticas que se hacen a su modelo de Estado, pero no ha cambiado nada en términos sustanciales.

—¿El mundial visibiliza la problemática o de alguna manera la borra?

Ese es un problema que tiene que ver con la capacidad de los medios de difusión masiva y el periodismo investigativo de calidad, riguroso y crítico. Por desgracia, hasta el momento, la visibilización que se ha dado sobre estos problemas en Qatar antes del Mundial no ha sido suficiente para concientizar a la comunidad internacional.

Parece que en el orden mundial establecido esos no son temas prioritarios. Lo relevante para quienes manejan los hilos del poder es que los grandes negocios en poquísimas manos están garantizados, con explotación y precarización laboral incluidas, y encima, sin pagar impuestos. ¿Quiénes entonces deberían alzar la voz contra estos niveles de violencia estructural? Por supuesto que las cadenas de noticias y los periodistas, pero por ahora, parece que lo más valioso va a ser presenciar el Mundial como una fiesta benevolente que todos vamos a disfrutar por igual, y eso es lo más perverso e inhumano de todo esto.

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