Por Deutsche Welle |30 de noviembre de 2022, 18:16 PM

Cientos de obreros no retiran su mirada de la pantalla en la polvorienta "Zona de los aficionados industriales". A 20 kilómetros del centro de Doha, a 45 minutos en auto del magnífico bulevar de La Corniche y sus relucientes rascacielos.

Ningún turista de la Copa del Mundo se pasea por aquí; este es el estadio de los trabajadores extranjeros. Cada día, miles de visitantes acuden aquí para ver los partidos del Mundial. Son casi exclusivamente hombres jóvenes, de entre 20 y 40 años. La mayoría procede de la India, Bangladesh, Kenia, Nepal y Pakistán. Trabajan como conductores, electricistas, en la construcción de carreteras o en otras obras relacionadas con la Copa del Mundo.

La mayoría de ellos envía una gran parte de sus salarios a casa. Como Muhammad, un conductor pakistaní de 23 años. Unos 1.300 riyales al mes, el equivalente a algo menos de 350 euros. Pero siguen siendo unos cien euros más que el salario mínimo introducido recientemente por el Gobierno catarí.

Una entrada a un estadio, le costaría a Muhammad un tercio de su salario. "Demasiado caro". Pero no quiere perderse los partidos. Aquí, en la zona de aficionados del estadio de cricket, ve el fútbol con todos los demás trabajadores, siempre que el trabajo se lo permite.

Pese a los descuentos para residentes

Aunque había entradas con descuento para la Copa del Mundo para los 2,9 millones de habitantes de Qatar, de los que cerca del 90 por ciento son trabajadores inmigrantes, las entradas baratas se agotaron inmediatamente o se vendieron por lotería.

En cambio, Shams, de la India, tuvo suerte. Lleva casi 13 años viviendo en Qatar y se ha forjado algo; su familia también vive aquí. Logró adquirir una entrada para el estadio y se gastó el equivalente a 60 euros en ella. "Ayudamos a construir este país", dice Shams. "¿Por qué no se nos va a permitir vivir y celebrar el Mundial igual que los cataríes?".

En el estadio de cricket de los trabajadores extranjeros, la entrada es gratuita y no se necesita la Hayya Card, el permiso que a veces se exige a los turistas en otras zonas de aficionados. Hay menos patrocinadores que molestan, menos ruido, y la atención se centra en el fútbol.

En lugar de las estrellas del pop que la FIFA ha pagado para sus eventos de prestigio, los artistas locales actúan aquí en los descansos entre partidos, con referencias a los países de origen de los trabajadores. Esta noche, se presenta un cantante indio de un programa de casting, y muchos se agolpan frente del escenario. El ruido de los altavoces es ensordecedor.

Trabajo a cualquier precio

"Venimos todas las noches", dice Ibrahim, de Bangladesh. "Es muy divertido". Como muchos otros aquí, este joven de 26 años vive en la "zona industrial", que reúne todo lo que las organizaciones de derechos humanos critican a Qatar. En estos famosos complejos de apartamentos de las afueras de Doha, residen principalmente trabajadores inmigrantes, hacinados en alojamientos demasiado pequeños.

Sin ellos, Qatar no podría haber gestionado todos los ambiciosos proyectos de construcción en torno a esta Copa del Mundo; muchos pagaron con su vida. El número exacto de muertos en las obras del Mundial sigue sin estar claro, también porque las autoridades cataríes no publican las cifras exactas.

Al igual que Ibrahim y Muhammad, la mayoría de la gente de aquí apoyó a la selección nacional de Qatar. Unos cuantos también están al lado de Ronaldo y de Portugal.

Qatar 2022 alberga dos mundos paralelos, botón de muestra de la globalización y sus fuertes contrastes: en la distancia, los nuevos y lujosos estadios, los aficionados adinerados de todo el mundo en una visita turística a Doha. Aquí, los trabajadores extranjeros invitados aislados, reunidos entre ellos, celebrando también el fútbol y formando parte del Mundial, a su manera.

(jov/rml)