Por Randall Corella |28 de noviembre de 2022, 18:23 PM

Si anotar un gol en una Copa del Mundo marca para siempre la carrera de un futbolista, imagínense marcar 13 goles… ¡Y en una sola edición del torneo!

Es por eso que hablar del francés Just Fontaine es hablar de un goleador sin par en la historia del fútbol, el dueño de un récord impresionante que no ha sido igualado más de 15 mundiales después y difícilmente lo sea en un futuro cercano. Aunque se puede decir que una muy buena parte del mérito se lo debe a su compañero Stéphane Bruey.

Nacido en 1933 en Marrakech, colonia francesa por esa época, Fontaine jugó en el USM Casablanca de su país natal y el Niza antes de recalar en el Stade de Reims. Había destacado poco en la Selección y, para colmo de males, a finales de 1957 sufrió una serie lesión que lo obligó a someterse a una cirugía del menisco, seis meses antes del Mundial en Suecia. Contra todos los pronósticos, regresó a las canchas en febrero de 1958, con nivel suficiente para ser llamado al combinado galo.

No era un fuera de serie ni dueño de una técnica refinada, pero tenía fuerza para desmarcarse y rematar; sin embargo, el seleccionador Albert Batteaux lo tenía relegado a la suplencia. Apuntado a la tendencia táctica de aquel momento (4-2-4), el ataque francés estaba formado por Maryan Wisnieski, Roger Piantoni, Jean Vincent, Raymond Kopa y René Bliard.

Hasta que la lesión de Bliard, a última hora, le abrió las puertas del Mundial. Pero otra vez un golpe de mala suerte: unos días antes del debut ante Paraguay, el 8 de junio, uno de los zapatos de Fontaine se rompió durante un entrenamiento.

Hablar de patrocinadores por esos días era una utopía. “Entonces cada jugador tenía sólo dos pares de botas. Me encontré sin nada. Por fortuna, Stéphane Bruey, uno de mis compañeros suplentes, me prestó las suyas”, contó el delantero.

Con los zapatos de Bruey, Just se destapó con tres goles en el primer juego ante los paraguayos, después le anotó dos a Yugoslavia, uno a Escocia, dos a Irlanda del Norte (uno de cabeza) y uno a Brasil y cuatro a la vigente campeona Alemania por el tercer lugar del torneo (6-3).

El 28 de junio, después del último partido mundialista de Fontaine, el par de zapatos prestados regresaron a su auténtico dueño (ahora mucho más famosos que nunca).

“Me gusta decir que algunos de mis goles surgieron de la magia conjunta de los dos espíritus que cohabitaban en mi calzado”, bromeó Just luego de decir adiós al fútbol, con apenas 29 años de edad.

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