Por Randall Corella |26 de noviembre de 2022, 14:26 PM

A inicios del siglo XX, cuando las selecciones de Francia e Italia jugaban entre sí, una de las dos tenía que correr en busca de una camiseta diferente al tradicional color azul con el que, históricamente, han saltado a la cancha.

Ocurrió una vez, en diciembre de 1937, para un partido amistoso en el Parque de los Príncipes en el que los franceses debieron vestir camisetas rojas como un gesto de cortesía.

Menos de un año después, el 12 de junio y en los Cuartos de Final de la Copa del Mundo Francia 1938, la historia se repitió, pero esta vez tuvo una trascendencia polémica.

Los dos equipos salieron al campo vestidos de su habitual azul, por lo que el árbitro belga Louis Baert reunió a los capitanes, Etienne Mattler y Giuseppe Meazza, para realizar un sorteo que determinara quién disputaría el partido con su uniforme oficial.

Francia ganó el derecho a quedarse en la cancha, mientras Meazza y compañía debieron regresar al camerino a cambiar de atuendo. El resultado alegró a buena parte de los aficionados que llenaron esa tarde las gradas del Estadio de Colombes y que sentían cierta aversión por el equipo italiano, al identificarlos como representantes del fascismo.

De vuelta en el vestuario, los utileros italianos traían un uniforme blanco y otro negro, así que antes de regresar al campo, un dirigente tomó el teléfono para llamar a Roma. Al otro lado de la línea, el propio Benito Mussolini zanjó la situación y desató la polémica.

En una era de tensión internacional, ver a los 11 italianos vestidos de pies a cabeza con el negro impecable que usaban las Camicie Nere, milicias fascistas que apoyaron al Duce para ejercer la violencia en su toma de poder y posterior dictadura, no fue bien recibido por los seguidores galos y mucho menos por los cientos de italianos exiliados que habían llegado ese domingo para apoyar a… Francia.

El ambiente de silbidos, gritos y abucheos se volvió todavía más hostil cuando los italianos se alinearon en mitad de la cancha y levantando su mano derecha hicieron el “saludo romano”, que usaban los fascistas y nazis, antes de comenzar el encuentro. 

Lamentablemente, para franceses y exiliados, Italia derrotaría 3-1 a los anfitriones y se abriría camino hasta conseguir su segundo título mundial, de la mano del histórico director técnico Vitorio Pozzo. Aunque, al menos aquella tarde dominical hubo un aspecto positivo: esa fue la última vez que tuvieron el disgusto de ver a los italianos vestidos de negro.

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