Por Randall Corella |9 de diciembre de 2022, 17:11 PM

Hoy que la tecnología y el VAR se han metido a la cancha para ayudar a impartir justicia, algunos críticos han salido a decir que la autoridad de los árbitros ha venido a menos y que son otros personajes o aparatos quienes terminan mandando sobre el terreno.

Pues, de una u otra forma, esas “intromisiones” no son algo nuevo en la historia de los Mundiales. En España 82, no fue una cámara ni un chip, sino un “árbitro” con túnica y turbante quien dictó sentencia en uno de los partidos más recordados de la Copa del Mundo.

El 21 de junio de 1982, en el estadio José Zorrilla de Valladolid, Francia se enfrentaba a Kuwait en la segunda jornada del grupo D, urgida de una victoria tras haber perdido ante Inglaterra en el debut.

A falta de 10 minutos, los galos ganaban tranquilamente 3-1, cuando el volante Alain Giresse entró al área de los asiáticos luego de un gran pase a tres dedos de Michel Platini, se escapó de los defensores, avanzó sin marca y, con un derechazo, fusiló al portero Ahmad Al-Tarabolsi.

4-1. O al menos eso creían los franceses, que celebraban en el medio del campo el gol que les ponía un poco más cerca de la siguiente fase.

Sin embargo, en vez de reanudar el juego, los kuwaitíes comenzaron a salir de la cancha, reclamándole al árbitro ucraniano Miroslav Stupar que habían escuchado un silbato y por eso dejaron avanzar al pequeño volante.

El pitido efectivamente sonó, pero no provino del juez central sino de algún travieso espectador en las gradas del estadio vallisoletano.

Mientras el árbitro intentaba que los futbolistas volvieran a sus posiciones, desde el palco, el presidente de la Federación kuwaití y hermano del jefe de Estado del millonario país petrolero, Fahad Al-Ahmed Al-Jaber Al-Sabah, hacía señas a los jugadores para que abandonaran el campo en señal de protesta.

No contento con eso, el jeque decidió bajar al terreno de juego escoltado por sus guardaespaldas para unirse a las protestas contra el árbitro. Rodeado de policías y fotógrafos, Al-Sabah permaneció varios minutos sobre el campo y se marchó de regreso al palco, mientras en todo el estadio reinaba el caos.

Tras casi 10 minutos de interrupción y sin mediar muchas explicaciones, Stupar dio marcha atrás a su decisión y anuló el gol de los franceses que pasaron a ser los ofendidos y amenazaron con ser ellos quienes se retirarían del juego.

Ahora los policías y fotógrafos se fueron encima del técnico francés Michel Hidalgo que, molesto por la decisión arbitral, se marchó a los vestuarios sin esperar la reanudación del partido.

Al final, los galos ganaron 4-1, gracias al gol de Maxim Bossis en el último minuto, pero el asunto no terminó ahí. Hidalgo se negó a dar la conferencia de prensa y amenazó con retirarse del torneo; el árbitro Stupar perdió sus credenciales y no volvió a ser convocado por FIFA para dirigir en un partido internacional; y el jeque y la Asociación de Fútbol de Kuwait recibieron una multa por 25.000 francos suizos (US$10.000 de la época).

“La mafia es pequeña al lado de la FIFA. No me importan las sanciones. Yo no obligué al árbitro a anular el gol, él lo hizo porque estaba convencido”, afirmó tras el partido. En agosto de 1990, Al-Ahmad Al-Sabah, murió asesinado por las tropas iraquíes durante la Guerra del Golfo. Un trágico final para el “árbitro” más singular de los Mundiales.