El festejo que sí fue: tres minutos para olvidarse de todo

Entre el gol de Juan Pablo Vargas y el de Kai Havertz pasaron tres minutos: tres minutos de éxtasis absoluto, de esperanza desbocada, de ilusión absurda.

Ahí, en esos fugaces 180 segundos, nadie se acordó de aquel lejano debut ante España, de un primer tiempo barato ante Alemania ni del glorioso palo izquierdo de Keylor Navas.

Fue alegría pura, la más dulce de todo el periplo catarí.

La Fuente de la Hispanidad, epicentro histórico de las grandes celebraciones ticas, aguardaba latente por el milagro que no fue.

Cientos de feligreses se acercaron al corazón de San Pedro, empujados por ese reflejo inconsciente que solo tiene sentido y explicación en Costa Rica.

Una pareja de vendedores llenó de camisetas, trompetas y banderas la isla que separa la vía, una previsión aceptable en virtud del festejo posible; de la fiesta que, durante tres minutos, se articuló en el país.

Adentro del Mall San Pedro, las almas se calentaban con el fervor ilógico del fútbol. El 0-1 de Serge Gnabry nunca cambió nada, nadie se sintió lejos de la clasificación y mucho menos con el momentáneo 1-0 de España ante Japón, que allanaba el camino tico al boleto y lo ponía a un empate de distancia.

Ese cálculo lo redondeó el gol de Yeltsin Tejeda, detonante de gritos y abrazos, gestor del delirio de lo posible.

Y el de Vargas, que la FIFA apunta a Neuer por esas cosas de la FIFA, fue un éxtasis propio de aquel verano brasileño que tan cansino resulta recordar, pero que lamentablemente se hace necesario traer a la memoria para una afición donde no abundan esas sensaciones.

Y sí, fueron tres minutos nada más, porque Alemania terminó arrastrando a La Sele a su luto con un 2-4 que, aunque fuera en ese breve momento, importó poco.

El primer pitazo final de una mujer en un Mundial se acompañó de un aplauso honesto y sonoro de la afición tica, porque de verdad se soñó, y porque Costa Rica eliminó, durante 180 segundos, a dos campeones del mundo.

Fue una fiesta de tres minutos, pero una fiesta a final de cuentas.