Por Juan José Herrera |17 de agosto de 2022, 0:00 AM

Más allá del fondo, los primeros 100 días de la administración de Rodrigo Chaves Robles se han concentrado en la forma, en el estilo gerencial y confrontativo con el que el economista goza de una popularidad casi histórica.

Apoyado en un discurso coloquial y directo, el presidente número 49 de Costa Rica navega con el viento a favor: respaldado por un 70% de la población según las últimas encuestas, apoyado por el sector empresarial y ajeno, hasta ahora, de verdaderas presiones por parte de sindicatos, diputados y otros sectores de oposición.

Su secreto, coinciden los expertos, es precisamente haberse alejado al máximo de todo lo que representó la administración de Carlos Alvarado, su inmediato antecesor y el reflejo de todo lo que él promete va a cambiar.

“Es un estilo que, basándome en las encuestas, le gusta a un grupo importante de la ciudadanía y contrasta completa y radicalmente con el gobierno anterior en su lógica, por un lado confrontativa, pero también de ser directos, especialmente el presidente.

“Cuando uno ve el estilo de liderazgo actual con respecto a lo anterior, entiende que es totalmente opuesto y eso es porque la gente lo que quiso es una ruptura, un cambio basados, digamos, en la gran pérdida de confianza que esta tuvo”, aseguró el analista político Alejandro Barahona.

En esa línea, Chaves ha enarbolado un estilo vertical en su administración, con un discurso gerencial en el que él tiene siempre la última palabra.

“Ha sido un estilo caracterizado por esa centralidad de la toma de decisiones y del protagonismo en la figura del presidente, queda evidenciado que su equipo de ministros, vicepresidentes y presidentes ejecutivos son colaboradores en el sentido literal del término.

“Es una suerte de adaptación de una empresa o corporación al funcionamiento del ejercicio gubernamental, el presidente es una suerte de gerente general y su gabinete directores de área. En ese estilo, el Presidente siempre es el que tiene la última palabra y es también el que más interactúa con la ciudadanía”, explicó a su vez el politólogo Sergio Araya.

Ese estilo directo rompe sin duda con el paradigma de lo que acostumbraba la figura presidencial en Costa Rica, provocando asombro y rechazo; aunque, claramente, no en partes iguales.

“Tal vez la connotación de asombro o lo que se le da como que es diferente, no es tanto porque sea diferente o no debiera ser así, es simplemente porque las últimas administraciones carecieron precisamente de esa particularidad.

“Hay mucho estereotipo en cuanto a lo que es la figura presidencial que históricamente estuvo asociada mucho al tema curricular, al tema académico, a la preparación, a la suntuosidad del cargo: excesivo en las formas, la etiqueta, el protocolo, lo que llamo yo, el manual de los buenos hábitos y costumbres.

“Y el Presidente, que si bien es cierto es un hombre muy preparado y con bastante experiencia, en esa parte del estereotipo ha quebrado bastantes cánones o reglas que no están escritas pero están establecidas y sí hay un estilo más coloquial, que es más cotidiano, que conecta más con el mundo popular, dado que la política había estado muy divorciada y hasta desconectada por darle esa importancia a las formas, cosa que este Gobierno sí está rompiendo ahí el estilo y línea”, explicó el también analista Iván Barrantes.

Comerse broncas

En ese planteamiento inicial, los primeros tres meses de la administración de Rodrigo Chaves también se han concentrado en definir adversarios y luchas.

Ahí, el combate a la corrupción y a los grupos de poder se ha elevado como un norte del mandatario, asumiendo un rol duro contra aquellos que él estima representantes de ambos problemas, sin que ahora mismo esos señalamientos hayan tenido mayores repercusiones.

“Su discurso va acompañado de una narrativa muy fuerte, una narrativa con altos niveles de confrontación que tiende a generar en sí mismo polémica, con epítetos un poco tal vez fuertes refiriéndose a ciertos actores, a representantes de medios de comunicación o en algún momento, inclusive, a representantes de otros supremos poderes.

“Pero en lo que respecta a la acción, por el fondo, uno podría inferir que estos primeros meses han sido lo que yo llamo una operación de desmantelamiento: más que proponer cosas, más que plantear líneas de trabajo a futuro, el Presidente lo que ha estado es abocado a desmantelar cosas que de alguna forma un sector importante o mayoritario de la población ve con malos ojos”, dijo Araya.

En esa lista, el analista pone, por ejemplo, la eliminación de las pruebas FARO, la no renovación a Riteve, la rescisión de contratos de alquiler o la intención de combatir las pensiones de lujo.

Todas esas decisiones le han valido críticas de sectores pero el respaldo mayoritario de la ciudadanía, que comparte en esos temas la visión de lo que está mal en el país.

“Últimamente, la política en Costa Rica tiene una connotación bastante particular en que el político no quiere quedar mal con Dios y con el diablo y eso no existe, porque tiene que tomar decisiones y toda decisión implica enemigos e implica tener factores en contra.

“El arte está en administrar esos enemigos y administrar esos factores en contra, eso se llama aversión al riesgo, gente que es propensa al riesgo y el presidente es uno de esos. Él va, va con todo y posiblemente sabe que algunas de esas cosas no están al 100, pero va porque sabe que luego vendrá el manejo del riesgo”, acotó Barrantes.

Sin embargo, las dudas sobre lo sustancial de esas formas también persisten en algunos sectores.

“Esas cosas están bien, pero creo que mucha gente ha aplaudido ese discurso sin necesidad de plantearse cuál es realmente la alternativa y es lo que a mí me ha sorprendido.

“O sea, podemos estar de acuerdo con el presidente con la ruptura de estilo, pero la pregunta es ¿cuál es la propuesta? Y esa propuesta es la que yo sigo sin ver”, finalizó Barahona.

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