Muhammad Ali y los derechos civiles, su otro combate
El boxeador fue también un activista y defensor de los derechos de la población negra
"Yo soy América. Soy esa parte del país que no quieren reconocer. Pero acostúmbrense a mí: negro, seguro de mí mismo, arrogante".
Nieto de esclavos, admirador y amigo de Malcolm X, Muhammad Ali, leyenda del boxeo fallecido este viernes a los 74 años, fue también una figura clave de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos.
En las décadas de 1940 y 1950 la ciudad de Louisville, a lo largo del río Ohio, donde creció, era un universo de segregación: en el colegio, en la iglesia, en los espacios públicos, el mundo está separado en dos. Uno es negro, el otro blanco.
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Si con el paso de los años se convirtió en un ícono mundial, cuya imagen de viejo sabio se reforzó por su largo combate con la enfermedad de Parkinson, Ali fue considerado durante mucho tiempo por parte de la opinión pública estadounidense como una figura radical, excesiva.
"Soy el campeón del mundo de los pesos pesados pero existen barrios en los que no puedo vivir", lanzó después de ganar sus primeros títulos, el oro olímpico en Roma 1960 y el campeonato del mundo de la AMB en 1964.
Desafiante bajo la luz de los focos, tremendamente expuesto, el boxeador multiplicará así sus declaraciones provocadoras, arrepintiéndose de algunas de ellas años después.
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A principios de los 60, Cassius Clay se acercó al militante Malcolm X: "no tenía miedo de nada. Eso me atrajo".
La relación entre los dos hombres, estrecha, mezcla deporte y cuestiones raciales y políticas en una época de revueltas y combates.
"Bajo la tutela de Malcolm, (Ali) emergió en la escena internacional como un símbolo del orgullo y la independencia negra", escribieron Randy Roberts y Johnny Smith en un libro sobre estas dos figuras únicas titulado "Blood Brothers" (Hermanos de sangre).
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Los dos mitos se enfadaron en medio de las profundas fracturas en el seno del movimiento "Nation of Islam" que desembocarían en el asesinato de Malcolm X, en febrero de 1965, a la edad de 39 años. "Me hubiera gustado decirle a Malcolm que lo sentía, que tenía razón en tantas cosas...", diría el campeón décadas más tarde.
"Se batió por lo que era justo"
A mediados de la década de 1960, el boxeador se convirtió al islam y tomó el nombre de Muhammad Ali.
El año 1967 fue un punto de inflexión: se negó a engrosar las filas de soldados estadounidenses que iban a batirse a Vietnam.
"Mi conciencia no me dejará ir a matar a mis hermanos o a pobres personas hambrientas en el barro por la grande y poderosa América", lanzó.
"¿Matarlos por qué? Nunca me llamaron negro, nunca me han linchado, nunca han soltado los perros por mí. ¿Cómo podría yo matar a esa pobre gente? ¡Métanme en la cárcel!"
La onda expansiva es fuerte. Héroe para unos, traidor para otros, la opinión está dividida.
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La estrella escapa a la cárcel pero es desprovisto de sus títulos y se le prohíbe boxear durante tres años y medio.
"Mohamed Ali sacudió el mundo. Y eso fue algo bueno para el mundo. Y para todos nosotros. Habló cuando otros no lo hacían (...) era un hombre que luchó por lo que era justo", subrayó Barack Obama, el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos.
Jesse Jackson, militante de la lucha por los derechos civiles, resumió así la figura de Ali: "un campeón sobre el cuadrilátero, un héroe fuera de él".
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El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, fue uno de los primeros en rendir homenaje en Twitter a "un gran campeón y un hombre formidable". Pero hace algunos meses, el exboxeador criticó su propuesta -lo que provocó un verdadero estruendo alrededor del mundo- de prohibir temporalmente el acceso a Estados Unidos a los musulmanes después de los atentados de París y de San Bernardino.
"Pienso que nuestros dirigentes políticos deberían utilizar su posición para ayudar a la comprensión del islam", lanzó entonces Ali, recordando con malicia al extravagante multimillonario que no podía ser acusado de haber sido "políticamente correcto" a lo largo de su vida.