Por Daniel Jiménez |24 de diciembre de 2021, 14:34 PM

Como aquella pequeña a la que le sudaban sus manos subiendo montañas en San Pedro de Poás de Alajuela. Así sigue siendo hoy Ligia Madrigal, corredora y amante del Trail, quien se plantea el reto de ser la primera mujer costarricense en conquistar el Everest.

Desde siempre le gusta sorprender. Para entender su vocación hay que irse a su nacimiento, hace 48 años, cuando sus padres esperaban a un niño, pero nació ella.

Desde siempre fue inquieta, con un deseo enorme de descubrir el mundo. Y fue así como se encontró de frente con el atletismo. Primero todo fue un juego, luego se convirtió en su motor de vida.

Ligia no tiene un recuento de la cantidad carreras que ha hecho a través del mundo. Desde el Chirripó hasta Los Alpes. Sus retos crecen conforme se adentra en las entrañas de las cimas del mundo.

El Chirripó es su pista de entrenamiento, lo conoce como la palma de su mano. “Al año lo subí unas siete veces porque lo uso de entrenamiento”, comentó en entrevista con Teletica.com.

Se crió entre caña y café. Sus padres Gilbert Madrigal y Ligia Moya le enseñaron a no ponerle límite a sus sueños y por eso ahora aspira a algo enorme.

Desde 1998 se enamoró del senderismo, la expedición y las carreras de montaña, disciplinas deportivas que hoy crecen como la espuma.

En ese entonces jamás imaginó poder completar una carrera de 415 kilómetros, pero lo haciendo en Utah, Estados Unidos.

“A final fueron unas 80 horas corriendo. Uno se detiene para dormir unos 30 minutos en puestos de la organización”, contó.

La búsqueda de nuevos objetivos llevaron a Ligia a la cúspide de montañas de más de 5.000 y 6.000 metros. Próximamente, en febrero subirá el Aconcagua en Argentina (6.961 metros).

“Todo ha sido un aprendizaje y un proceso. Las ultras son las que más me gustan porque sé que voy a pasar unas 40 horas en la montaña. Cada vez me gustan más y las hago con más distancia porque voy a estar más rato metida ahí”, citó.

Por superar pruebas como esas es que Ligia quiere llegar a otro nivel. “¿Y si subo el Everest? ¿Puedo llegar a los 8.848 metros sobre el nivel del mar?”, se pregunta.

“Soy una persona que siempre trata de avanzar, no me gusta estancarme. Van saliendo las oportunidades y desde pequeña, corrí y todo esto ha sido un proceso. Ha ido fluyendo. Todo debe sentirse. Cuando las cosas avanzan siento que estoy haciendo lo correcto”, aseguró.

La atleta se ha encontrado con más obstáculos de los pensados en su deseo de subir el Everest.

“Acá no hay una escuela de montañismo, no hay cerros nevados donde uno pueda practicar, no hay nieve, ni existe ese frío. He tenido que empezar de cero y ha sido todo un reto también la parte económica”, explicó.

Solo la expedición, sin boleto aéreo, tiene un costo entre los $70.000 y $75.000 y a eso hay que sumarle al menos un par de viajes más a Suramérica para ascender algunos lugares.

“Tengo hasta febrero del otro año porque se sube entre abril y mayo. Si logro subir el Aconcagua con éxito podría estar lista sino tendría que aplazarlo algunos meses. Acá el tema pasa porque algún error podría costarme la vida”, enfatizó.

Será cuestión de tiempo para saber si lo hace en abril del 2022 o si tendrá que aplazar su meta, pero ella es clara: “De que lo subo, lo subo”.

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