Por Adrián Fallas |31 de mayo de 2023, 7:45 AM

Alcanzar los 8.000 metros de altura es un reto para cualquier montañista. Ahí llegó la tica Ligia Madrigal, pero se quedó corta en su sueño de alcanzar la cima del Everest.

El camino le dejó muchas enseñanzas y muchas historias, además de la férrea determinación de alcanzar los 8,848 metros sobre el nivel del mar en el 2024.

Madrigal conversó con Teletica.com acerca de su aventura y esto es parte de lo que nos contó.

En el momento que usted dice okay, no voy a llegar a la cima. ¿Qué fue lo que sintió, qué le pasó por la mente en ese momento?

“Bueno, en realidad no sé si por mi edad y por mi experiencia y por todo lo que ya he vivido. Yo la verdad sentí paz porque yo tenía miedo de yo fallar físicamente, de no sentirme bien. Nunca había estado 8.000 metros y la verdad me sentía muy bien físicamente, entonces eso me hizo sentir muy feliz. No tenía dolor de cabeza y fue un atardecer precioso.

“Entonces sentí una energía muy bonita, cuando yo llegué, tenía mucho miedo del campo cuatro, porque no sé por qué en los videos se veía como algo terrible. Una tienda donde la gente no podía dormir, donde la pasaba malísimo y fue todo lo contrario, fue en el campamento que yo me sentí más cómoda, donde vi un paisaje más bonito.

“La montaña se veía ahí, estaba ahí ya la cumbre y estaba mi amiga mexicana, que ya había llegado una hora antes que yo y estaba en la tienda. Me metí con ella y empezamos a conversar y me sentí muy en paz. También era algo que yo no podía controlar, mi sherpa todo el día la había pasado mal, yo sabía que no estaba bien y eso simplemente fue la respuesta a esa duda que yo tenía en mi cabeza.

“¿Qué va a pasar? Yo siento que él no está bien y ahí corroboré la situación y simplemente yo no podía subir sin él. Éramos un equipo y él es una persona, tiene derecho a fallar. Así como pude ser yo la que me sentí mal, fue él y simplemente dije: 'No hay nada que hacer'”.

Si bien es cierto, la meta era la cima y no se llega, ¿En qué momento se dice, tengo que estar superorgullosa de lo que logré?

Obviamente, hay toda una preparación para llegar a este punto y estar ahí nomás de la cima. ¿Qué sucedió en el trayecto que la sorprendió, qué la agarró fuera de base?

“Fueron miles de cosas en realidad. Hasta el campo base era muy familiar y se me hizo relativamente fácil, es muy parecido a las carreras de montaña que yo hago. En el terreno había mucha gente, no había peligro de nada y lo disfruté muchísimo. Del campo base en adelante era como entrar a otra dimensión.

“Yo tenía miedo del glaciar, porque todo mundo decía que era la parte más peligrosa. Al final me sorprendí a mí misma porque lo manejé muy bien. Uno sale agotado, pero en general no tuve miedo de las grietas, no tuve miedo de las escaleras. Yo había prometido ser valiente y lo logré.

“Me enfocaba mucho en la técnica y no en lo que estaba pasando. La verdad, me fui sintiendo orgullosa de mí al mismo tiempo, entre más subía y empezaba a ver gente que ya había intentado su cumbre, lo había logrado, empezaba a ver las caras, el agotamiento.

"Me acuerdo que me impresionó mucho un señor eslovaco de mucha experiencia que subió conmigo casi toda la ruta. Pero él se adelantó y venía bajando, destrozado, pero destrozado. Él había quedado ciego porque los anteojos se le habían perdido y entonces es una ceguera temporal. Pero entonces él no veía. Entonces se tuvo que quitar los guantes para poder sentir los mosquetones y conectarse. Venía con las dos manos maltratadas.

“Yo dije ‘Si él con esa experiencia y con todo, está así de destrozado, ¿Cómo voy a bajar yo?'. También veía caras ya diferentes de los guías de los sherpas. En la parte del trekking todos van felices, van tranquilos. Ahí ya yo veía sufrimiento en ellos también.

“Yo decía es que claro, uno dice, los sherpas son invencibles, pero ellos son humanos también. Y se veía el cansancio, veía a los sherpas que venían con sus clientes agotados, igual de agotados que no podían hablar. Algunos que no tenían voz ya era por señas. Entonces uno se daba cuenta de la realidad, de la dureza de esa montaña”.

Si pudiera devolverse en el tiempo y se topaba a Ligia hace 20 años, ¿Qué le contaría de esta experiencia?

¿Qué piensa cambiar para volver a intentar llegar a la cima en un año?

“Quiero entrenar aún más. Esta primera vez también yo sí me preparé a conciencia, pero tenía mucho problema, también emocional, porque no teníamos patrocinios. O sea, gracias a Dios llegó el BAC, llegó el INS y me apoyaron porque había pequeñas cosas, pero yo no tenía claro hasta que ellos llegaron si realmente iba a poder, entonces eso es una preocupación que no lo deja entrenar propiamente.

“La parte cardiovascular el doble, porque quiero ir más fuerte. No me esperaba que la parte de cuerdas era tan, tan constante, tan larga y a veces yo sentía que este brazo se me iba a caer.

"Entonces quiero practicar más, hacerme un poco más fuerte en mi parte de arriba para, para la seguridad y poder agarrarse bien de esa cuerda".

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