11 de abril de 2014, 6:07 AM

Se conmemora un aniversario más de la Batalla de Rivas, una de las gestas victoriosas del ejército costarricense en la Campaña de 1856.

Valientes costarricenses lucharon contra los invasores estadounidenses,  quienes querían apoderarse de la región para forma una ruta interoceánica.

La intervención militar de William Walker a Centroamérica no fue un hecho aislado. Hacía apenas diez años que Estados Unidos había entrado en guerra con México, y le había arrebatado las provincias de Texas, Nuevo México y California, que más tarde pasarían integrar los estados de California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México, Colorado y Texas, y que en su momento representaron la mitad del territorio mexicano.

William Walker había sido parte de este proceso, pues había intentado apoderarse con sus filibusteros del Estado mexicano no Sonora.

El segundo tiene que ver con la pugna entre los estados del norte y del sur de Estados Unidos y la pelea por abolir o conservar el esclavismo. Walker era abiertamente proesclavista, y nunca negó que pretendía crear una o varias repúblicas que se anexaran al sur de su gran nación.

Los estadounidenses habían iniciado su masiva migración hacia los territorios recién conquistados del sur este.

Pero es California el centro de esta fiebre. Apenas un año después de haber sido anexada a Estados Unidos se produjo un descubrimiento que habría de cambiar la historia: el oro.

California se convierte en la tierra de promisión, pero el viaje es largo y peligroso por tierra, y más largo y más peligroso por mar, atravesando el cabo de hornos.

Entonces Centroamérica se pone en la agenda mundial. Capitalistas norteamericanos fundan la compañía del tránsito que realiza viajes por el río San Juan y el lago de Nicaragua. Era la inversión más rentable de Estados Unidos en el extranjero.

Un anuncio de la época decía: “Directo hasta California en solo 35 días lo llevamos a la tierra del oro a través de Nicaragua y por solo 90 dólares. Toda una ganga”.

Pero el negocio lo tenía en monopolio un ambicioso empresario llamado Cornelius Vanderbilt, aliado al gobierno de Nicaragua al que le pasaba mes a mes una fuerte suma.

Pero este gobierno liberal de León estaba en guerra con los conservadores de Granada, y es aquí donde entra William Walker, un médico del sur de Estados Unidos que hacía aventuras con los filibusteros que abundaban en esa Norteamérica salvaje.

Con sus soldados de alquiler él llegó invitado por el gobierno y rápidamente tomó la capital conservadora, Granada, y se posicionó en Rivas como su capital.

Rápidamente eliminó la concesión a Vanderbilt y se apoderó del negocio del río San Juan.

Fue el gobierno de Costa Rica el que comprendió el peligro de esa invasión y se preparó para hacerle frente.

El primero de marzo de 1856, Juanito Mora le declara la guerra a Walker.

El dos días más tarde, los soldados salen del San José rumbo a Nicaragua en una larga u costosa travesía. En total el ejército reclutará a 4.000 hombres, un diez por ciento de todos los varones del país.

Llegan a Liberia en diez días, el 12 de marzo, y allí se les une el presidente Mora.

El 20 de marzo se produce la primera batalla, la de Santa Rosa, que los ticos ganan en pocos minutos.

Pero la batalla decisiva iría a tener lugar a Rivas. Los costarricenses tomaron el pueblo con rapidez, pero pronto lo mejor del ejército invasión los rodeó y se hizo fuerte en construcción más importante, el mesón de guerra.

Lo que sigue ya lo conocemos: Juan Santamaría realiza la gesta de quemar el mesón, lo que provocaría la segunda victoria patria en la guerra.

Muchas otras batallas habían de continuar en los dos años siguientes, hasta que los hondureños, en 1960, capturan y fusilan a William Walker, poniendo fin a la batalla más importante de la historia de Centroamérica.