Por Natalia Jiménez Segura |19 de junio de 2022, 8:00 AM

Laura, como le llamaremos en esta publicación para proteger su verdadera identidad, es una mujer de 52 años que lleva más de un año con el olor a podrido permanente en su nariz, como secuela del COVID-19. 

Ella sufre de parosmia, una enfermedad que ha afectado a decenas de personas luego de atravesar el coronavirus. Esta afecta por completo el gusto y el olfato de la persona.

A ella le dio COVID a finales del 2020, y en abril empezó con los síntomas y desde entonces sigue atravesando el mismo calvario.

"Mi olfato sigue exactamente igual hace más de un año, sigo percibiendo todo a podrido, a heces, a caño, igual. En la casa tuve que cambiar todo y ahora todos los olores que usamos son neutros", contó a Teletica.com. 

Hace 14 meses llegó al supermercado y empezó a percibir un olor a podrido, pero pensó que era del lugar y salió de ahí. Sin embargo, cuando llegó a su casa el olor regresó, pero no le informó a su familia porque no estaba segura de qué estaba pasando.

"Como a los 15 días tuve que ir a comprar de nuevo y me descompuse en el supermercado porque llevaba 15 días sin comer", aseguró a Teletica.com. 

Por esta razón empezó a tomar suplementos y perdió 14 kilos en menos de un mes. 

Su familia tuvo que empezar a cocinar en el patio porque no podía soportar los olores. Entre todo el neurólogo que visitó le indicó que empezara a comer cosas que ella no consumía antes, y probó el sushi. 

"Un día mis hijas compraron sushi y no me supo a nada, como a una hierva, pero no me sabía mal. Entonces comí eso como por seis meses", dijo. 

Hoy, Laura tuvo que enseñarle a su cerebro nuevos olores y sabores, ninguno sabe como antes, y la mayoría no sabe muy bien. 

Solo puede comer cosas hechas en casa y casi todo debe ser orgánico, para no percibir el sabor a químicos. 

"Yo ahorita como de todo, pero a mi estilo, a como mi cerebro se ha ido acostumbrando. Pero algunas comidas me saben mal e igual me las tengo que comer. Lo único que yo como que me sabe igual que antes es la remolacha, pero todo todo todo lo demás me sabe completamente diferente a antes del COVID", añadió. 

¿Y el tratamiento? 

La paciente acudió a varios especialistas por su cuenta, pero todos le indicaron que no había tratamiento para eso. Días después de pagar varios médicos decidió ir a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). 

Se fue para el Ebais de Escazú y logró ser atendida en neurología, pero le dijeron que no podían hacer nada por ella. 

Ahí asegura que "rogó" ser referida a nutrición, pero también le indicaron que no podían enviarle un esquema alimenticio porque no comía nada. También pidió servicio de psicología, pero no se lo brindaron.

Prácticamente, no tenía más opciones.

"Bendito sea Dios que uno tiene cómo pagar un neurólogo, un otorrinolaringólogo o cualquier otro especialista, pero hay muchas personas en mi situación que no tienen esa posibilidad", dijo. 

El Centro Nacional de Rehabilitación de la CCSS abrió un programa para pacientes con secuelas postcovid, pero,en apariencia, no incluyeron esta patología. 

Teletica.com consultó a la institución si estaba o no en la lista y las razones de la respuesta, pero aún no han contestado. 

Laura aseguró que para este punto ya se siente a la deriva, sin soluciones ni apoyo médico. 

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