Por Susana Peña Nassar |16 de junio de 2024, 8:20 AM

Aunque participó en siete misiones a lo largo de su carrera como astronauta, Franklin Chang Díaz recuerda la última con un cariño distinto: esa fue la primera vez que tuvo la oportunidad de hacer una caminata espacial.

La misión STS-111 de la NASA se realizó entre el 5 y el 19 de junio de 2002. El transbordador Endeavour fue lanzado desde el Centro Espacial Kennedy, en Florida, Estados Unidos. Además de Chang, a bordo iban Kenneth D. Cockrell, Paul S. Lockhart y Philippe Perrin.

Junto a ese último, el tico experimentó la inmensidad del espacio al salir de la Estación Espacial Internacional (EEI) para realizarle algunos trabajos de construcción y reparación a su estructura. Finalmente, fueron tres caminatas, para un total de 19 horas con 48 minutos.

“Fue la única misión donde tuve la oportunidad de hacer caminatas espaciales. Yo me había entrenado para hacer en todas las misiones anteriores, pero nunca había tenido la oportunidad. Eso fue una cosa nueva, ya al final de la carrera y las actividades espaciales mías, me tocó esa gran suerte de poder experimentar la sensación de estar fuera de la nave y llevar a cabo esos trabajos”, contó en una entrevista con Teletica.com.

Precisamente, en ese último viaje al espacio, ocurrió un episodio que aún hoy, 22 años después, Chang no puede olvidar: la soledad más fuerte que ha sentido en toda su vida.

“En un momento en el que estuve montado encima del brazo mecánico de la Estación Espacial, muy lejos, yo sentí una sensación de soledad muy fuerte, particularmente cuando entró la noche. Cuando llegamos a la parte oscura de la órbita, entramos a esas tinieblas, porque estábamos volando sobre el océano Pacífico en ese momento, estaba todo, todo, oscuro y lo único que yo podía ver a mi alrededor eran estrellas.

"Yo sentí un momento, un pequeño instante, una sensación de soledad, muy, muy, muy fuerte. Yo me pongo a pensar que eso es lo que van a sentir los astronautas que vayan de camino a Marte, donde van a estar viendo solo estrellitas y puntitos de luz: uno de esos puntitos es la Tierra, otro es Marte, y el resto son estrellas y, tal vez, otros planetas. Ahí van a redefinir lo que es la soledad”, confesó el astronauta retirado.

Cambio de perspectiva

Consultado al respecto, Chang aseguró que al tener el privilegio de ver la Tierra desde afuera es imposible no reflexionar.

“Uno está viendo el verdadero planeta, no es una fotografía, no es una película; la capacidad de observación es, tal vez, sin límites, porque uno puede ver todo lo que quiera ver, y uno se siente muy afortunado de estar en esa posición, de poder ver todo su planeta, y hay mucha reflexión de ver qué es lo que está pasando. 

“Se ve un planeta muy pacífico, se ve todo muy calmado, muy bonito, pero se da cuenta de que hay guerras, que la gente se está matando, hay desastres y problemas, entonces es una sensación de ver todo desde un contexto global, completo. Cambia la perspectiva del ser humano (...) Nos hace ciudadanos del mundo, no de un país, y nos afanamos por cuidar ese planeta porque es el único que tenemos, es nuestra nave espacial”, relató el fundador de la empresa Ad Astra Rocket a este medio.

Según el costarricense, es normal tener miedo durante una misión espacial y, más bien, lo raro sería no sentirlo.

“A mí me daría miedo volar con alguien que no tiene miedo, porque haría cosas estúpidas, riesgos innecesarios. Es un miedo muy controlado, que nunca se puede convertir en pánico: nosotros tenemos que tener estas emociones, que son reales, bien controladas, y todo eso se hace a raíz de entrenamientos, de estar preparados, de saber qué hay opciones y qué es lo que se puede hacer para resolver un problema. Yo creo que ahí, el entrenamiento sí paga el dividendo”, concluyó el tico.

Con la STS-111, Chang Díaz finalizó su carrera como astronauta de la NASA. En todo ese tiempo, acumuló 1.601 horas en el espacio y, hasta ahora, nadie ha superado sus siete misiones espaciales: ese récord lo comparte con el estadounidense Jerry L. Ross.

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