Por Mariela Montero Salazar |10 de septiembre de 2021, 6:06 AM

Katherine Coronado, madre de dos hijos y vecina de Cartago, es sobreviviente de una pérdida por suicidio. Su pareja, con la que compartió durante nueve años, se quitó la vida en marzo de 2020, y desde ese momento empezó su lucha para salir adelante.

En promedio, cada día una persona se quita la vida en Costa Rica, solo para el 2020 se registraron 356 fallecimientos por esta causa, y detrás de cada víctima se estima que hay al menos 10 personas cercanas que quedan gravemente afectadas.  A ellos se les conoce como sobrevivientes de una pérdida por suicidio.

Atender a esta población es clave porque es un grupo de alto riesgo de cometer acciones que vayan en contra de su vida, explica la psicóloga, Jackie Secades, miembro de la comisión para el abordaje de la conducta suicida del Colegio de Profesionales en Psicología. “Este duelo puede estar acompañado de vergüenza, estigmatización y aislamiento” explica la experta.

Katherine, una de estas sobrevivientes, reconoce que un duelo por suicidio es muy distinto al que se vive por otras causas de muerte: “Mi pareja falleció el 17 de marzo, un día antes de que empezara la cuarentena por la pandemia, y a los ocho días me despidieron de mi trabajo. En ese momento uno piensa que no hay salida”, recuerda.

“Yo lo perdí de la noche a la mañana. Ese día en la mañana yo lo vi salir, le di su almuercito, y en la noche no regresó más. A uno le cambia la vida completamente, además me tocó en pleno postparto, y era un cóctel emocional” agrega.

Uno de sus mayores desafíos fue hablar sobre el suicidio con su hija mayor, quién en ese momento tenía 9 años. “Yo le decía a todo el mundo que no le dijeran nada, pensaba que si le decía tal vez si ella pasaba un momento difícil también iba a seguir ese ejemplo y yo quería mantenerla a ella en una burbuja. En ese momento yo estaba en un hueco, incluso a mí me pasó por la mente suicidarme porque el dolor era muy fuerte”.

También reconoce que es importante que como sociedad abordemos el suicidio con mayor empatía, ya que en su caso hubo muchos señalamientos que solo le causaron más dolor y volvieron más duro su proceso.

“Las personas juzgan sin saber. A mí me preguntaban ¿cómo a él no le importaron sus hijos?, y ante ese tipo de comentarios uno traga grueso; duele que te juzguen. A mí me daba vergüenza hasta salir a la pulpería. La gente no se imagina lo que uno sufre después de un suicidio”

“No saben lo que yo luche por llevarlo a terapia, lo que yo lloraba por verlo mal, yo veía como la depresión lo estaba consumiendo y uno como pareja ve esa lucha y es testigo,  y desea ayudar a esa persona que ama, y hace todo lo humanamente posible".

Para Katherine, el acompañamiento de una experta en psicología y asistir a un grupo donde conoció a otras personas que también enfrentaban perdidas por suicidio fueron apoyos clave.


Aun así reconoce que el duelo es algo que lleva para toda la vida.

“Ahora el reto con el que vivo día a día, es cuando llegue el momento de contarle a mi bebé; porque su papá se suicidó cuando él tenía tres meses de nacido. El reto es cuando llegue el momento en que me pregunte y mi papá dónde está, cómo falleció. Y verlo a él crecer, ver que hace gestos como los de él”.

Una oportunidad en medio del dolor

En medio del dolor, para Katherine su hija se convirtió en uno de sus motores para salir adelante e incluso fundaron una pequeña empresa de queques bajo el nombre de Baking Hope by Sofy (Horneando esperanza).

“Es increíble como los niños lo pueden sacar a uno. Ella, junto a un compañerito, que para mí fue como un ángel, empezaron a grabar videos y a compartir recetas en un canal de YouTube y me pedía que la grabara. Luego las personas empezaron a decirle que porque no los vendía y así decidimos emprender”, cuenta Katherine.

El negocio tiene un año abierto, y se ha convertido en una entrada de dinero para la familia,  pero sobretodo fue una terapia para Katherine y su hija en medio del proceso de duelo.

Katherine asegura que hoy usa su testimonio para ayudar a otros y mostrarles que en medio del dolor siempre se puede salir adelante y que es importante hablar sobre el suicidio y darle importancia a las enfermedades mentales; pero sobre todo estudiar el tema.

“Como sobrevivientes tras un suicidio tenemos la tarea de educar a la gente, para que este tema no sea un tabú, para que se aborde y para que las personas vean la importancia de la salud mental. Hay formas de buscar ayuda, con la CCSS, las universidades, incluso yo recurrí a la orientadora de la escuela de mi hija. Hay que hablar, reconocer que se necesita ayuda y aceptar esa ayuda”, concluye.

A nivel mundial, cada 10 de setiembre se celebra el Día de la Prevención del Suicidio, con el fin de crear conciencia sobre la necesidad de atender este problema de salud pública de manera colectiva.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada año más de 700 mil  personas se quitan la vida tras numerosos intentos de suicidio, lo que corresponde a una muerte cada 40 segundos.

Si usted tiene pensamientos suicidas o conoce a alguien que está pasando por una situación de este tipo, puede llamar al 2272-3774, una línea del Colegio de Psicólogos.

También puede solicitar apoyo en los sitios  Mi Nueva Aurora Asociación Mar y Cielo dos organizaciones que dan apoyo a personas afectadas por el suicidio.