El proceso que determinó el milagro que hace santo a Juan Pablo II
El 1 de mayo deL 2011, mientras Juan Pablo II era beatificado, la mujer constató que los síntomas de su enfermedad habían desaparecido.
El canciller de la Curia Metropolitana, el presbítero Daniel Blanco, detalló el proceso desde que doña Floribeth Mora, quien recibió un milagro de Juan Pablo II, fue diagnosticada con un aneurisma, hasta que un tribunal realizó todos los estudios referentes al, en ese momento, presunto milagro.
Es así como en abril del 2011 ocurrió el diagnóstico, y el 1 de mayo de ese mismo año, mientras Juan Pablo II era beatificado en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, la mujer constató que los síntomas de su enfermedad habían desaparecido.
Doña Floribeth acudió a la parroquia de Paraíso de Cartago, donde se encuentra una reliquia del papa Juan Pablo II, ahí le comentó su caso al sacerdote Donaldo Solano, quien le sugirió escribir su caso en la web.
Ella lo hizo en www.karolwojtyla.org, y ahí el Vaticano se enteró del caso. Las llamadas no esperaron y pronto se comunicaron con ella. Luego, se sometió a exámenes médicos en Roma, para confirmar que el aneurisma había desaparecido. Y así ocurrió.
El arzobispo de San José, Hugo Barrantes, fue encargado instruir el proceso de investigación del posible milagro. Y es así como en noviembre del 2012, inicia el proceso por un tribunal constituido por sacerdotes, un médico y el llamado “abogado del diablo”.
En diciembre se clausura el proceso, y el expediente es enviado a la Congregación para los Santos. Ahí siguieron los pasos de aprobación canónica, de la comisión médica, la comisión teológica, y de los obispos y cardenales.
Finalmente, el procedimiento se cerró este viernes con la aprobación del papa Francisco, quien dio el visto bueno para el segundo milagro, que convierte en santo al papa viajero.
La versión médica
Alejandro Vargas Román, el médico neurocirujano endovascular que trató e Floribeth, relató, desde el punto de vista médico-científico, el proceso de la enfermedad. Este inició el 13 de abril del 2011, cuando ella fue ingresada al servicio de neurocirugía del hospital Calderón Guardia.
La llegada se dio por fuertes dolores de cabeza que la mujer nunca había sentido, y tras los estudios, el 14 de abril, según relató, ocurrió el diagnóstico de un aneurisma fusiforme.
“Por lo complejo del caso y la poca literatura disponible, procedimos al análisis, y el envío de fotografías a colegas de Latinoamérica y otros países. La conclusión era que con una cirugía el riesgo era de morir o un déficit neurológico importante. Decidimos no operarla ni dar tratamiento”, explicó.
Vargas relató, que en noviembre del 2011, cuando la paciente llegó a la cita de control, la primera sorpresa fue que el reporte del neuroradiólogo dijo que era normal, “no había aneurisma ni lesión cerebral”, explicó.
“Vi el estudio y no aparecía el aneurisma. Fui a la resonancia para estar seguro, porque podía ser de otro paciente, había que estar seguros. Pero no había duda, vimos las arterias y la configuración y ya no había aneurisma”, finalizó.