Por Luanna Orjuela Murcia |10 de marzo de 2022, 5:35 AM

Andrés Vásquez se convirtió en el primer productor de arroz en incorporarse a NAMA Arroz. Este es un proyecto que se acaba de implementar en el país para cultivar de manera sostenible y amigable con el ambiente.

La iniciativa se creó con el fin de lograr un cambio transformacional en la cadena de valor del cultivo, también en la industrialización, comercialización y gestión rentable de las cosechas con un enfoque climático.

NAMAS (Acción de Mitigación Nacionalmente Apropiada o Nationally Appropriate Mitigation Actions) tiene tres objetivos principales: el primero se enfoca en un cambio en los regímenes hídricos, el segundo en un uso de variedades adaptadas y el tercero en una adopción de nuevas prácticas de fertilización que reduzcan emisiones.


Cultivo de arroz orgánico de Andrés Vásquez llamado EcoArroz Sabanero en Cañas, Guanacaste.

Asimismo, el cultivo orgánico ha venido en aumento en nuestro país. Según cifras del Servicio Fitosanitario del Estado del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) en el 2016 había un total de 7.907,54 hectáreas (ha) certificadas y para el 2020 la cifra fue de 10,585.23 hectáreas. Esto se traduce en un crecimiento de un 25.29% en tan solo cuatro años.

Los productos que más se han registrado como orgánicos (2020) son el banano (3,555.80 ha), la caña de azúcar (3,251.02 ha), la piña (1,474.83 ha), el cacao (924.49 ha) y el café (626.68 ha).

La agricultura orgánica en Costa Rica empezó muchos años atrás, los primeros en realizarla fueron nuestros indígenas, ya que no utilizaban ningún agroquímico en sus cultivos.

Así lo explicó Rocío Aguilar, coordinadora del Departamento de Producción Orgánica del MAG, “prácticamente el 50% de los productores orgánicos de Costa Rica son indígenas, principalmente Bribri y Cabécar. Y la producción orgánica normada comenzó en 2002 con el Decreto 29782 del reglamento vigente de la agricultura orgánica; fuimos los primeros en la región en tenerla”.

Aguilar destacó que es importante saber que los productos orgánicos certificados no solo cumplen con el requisito de no usar químicos, sino que llevan registros, deben someterse a inspecciones y tienen que pagar una certificación.

“La producción orgánica en la Ley 8591 se declara de interés público por sus beneficios a la salud humana y al ambiente. El producto orgánico definitivamente es de calidad y es importante que promovamos su consumo. El productor orgánico es consciente y solidario porque lleva registros, cumple una norma y paga un certificado, entonces solo decir este producto es caro o barato, es grande o pequeño, no es justo para un productor que hace lo posible para no contaminar el ambiente y generar un producto sano”, resaltó Aguilar.

En 1998 se inició el desarrollo de la agricultura orgánica y biodinámica en los campos de Emiliana.

Por su parte, Cristián Rodríguez, gerente general del viñedo orgánico más grande del mundo, Emiliana en Chile, destacó las desventajas de la agricultura tradicional. “Se ha comprobado como en los alimentos quedan compuestos de químicos que perjudican mucho la salud a largo plazo. Por eso la Unión Europea prohibió el Roundup (un herbicida de glifosato), en Estados Unidos tiene una fecha de término, pero la mayoría de los países de Latinoamérica lo siguen utilizando. Este es uno de los tantos químicos que se usan en la agricultura tradicional. Y no solo el consumidor se ve afectado, los agricultores en los años 80’s y 90’s no sabía cuántos químicos aplicar y, al poner tantos, esto les producía dolores de cabeza, irritación en los ojos, problemas estomacales y, en los casos más profundos, mujeres que trabajaban todo el año en un campo tenían hijos con malformaciones genéticas”.

Al ver estas graves consecuencias en sus trabajadores, los dueños de Emiliana, en el año 1990, decidieron cambiar su forma de cultivar.

Utilizan solamente productos de origen natural para apoyar el cultivo de las uvas y la elaboración de vinos. No se permite el uso de organismos genéticamente modificados ni agroquímicos tóxicos de origen sintético.

“En esa época pensaron simplemente en los trabajadores, ahora es una tendencia y todos quieren comprar orgánico, pero en el año 90 nadie compraba orgánico y menos vinos orgánicos, pero se hizo el cambio pensando en los beneficios en la salud de los trabajadores y que ya no tendrían que trabajar con tantas máscaras, porque parecían astronautas por el uso de químicos. Nosotros fuimos visionarios y no solamente creo que un fruto más sano se traduce en un producto de mejor calidad, sino que hoy día los nuevos consumidores quieren saber quiénes son los productores que están detrás del producto”, acotó Rodríguez.

En el caso de Andrés Vásquez, cultivó desde 1986 y hasta 2012 con agroquímicos, pero decidió cambiarse a productos más sostenibles porque se dio cuenta que, a largo plazo, los químicos dañaban las tierras.

Una avispa se alimenta de un gusano, y trabaja como un insecticida natural porque depreda las plagas.

Spotify TeleticaRadio