Por Adrián Fallas |23 de mayo de 2016, 1:54 AM

A finales de los años 70 y cuando los calendarios ya encarrilaban su paso por la década de los 80’s, un grupo de arquitectos, con estudios en el exterior comenzaron a diseñar edificios particulares. Grandes, llenos de concreto, moles brutales.

“El brutalismo, como estilo arquitectónico, tuvo su mayor expresión en Costa Rica entre 1980 y 1990”, explicó el arquitecto Tomás Martínez, profesor e investigador de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo del TEC.

Mientras que Luis Diego Quiros, director de la Escuela de Arquitectura de la VERITAS señala que “tres características importantes de la arquitectura brutalista son una imagen y una presencia fuerte y sólida del edificio, una clara expresión de la estructura y el uso del material tal y como es, por lo general concreto expuesto”.

Un recorrido por las calles josefinas nos pone de frente a varios ejemplos de esta tendencia, probablemente el que salte a la cabeza es el anexo de la Caja Costarricense de Seguro Social. Una mole de concreto que mira al sur y se eleva sobre los árboles de la Plaza de las Garantías Sociales.

Diseñado por Alberto Linner, el edificio es destacado por el sitio sosbrutalism.org, que aboga por el rescate de estas estructuras en el mundo entero.

En el sitio ponen el foco sobre un brutal, pero dejan por fuera otros ejemplos importantes de esta arquitectura.

La Iglesia de Nuestra Señora de Fátima en Barrio Los Yoses es obra de Linner, mientras que el Templo Votivo del Sagrado Corazón, en Barrio Francisco Peralta, salió de la pluma de Raul Goddard.

Otro de los grandes ejemplos es el Colegio Federado Ingenieros y Arquitectos de Hernán Jiménez, mientras que los Museos del Banco Central fueron diseñados por Jorge Berthau, Jorge Borbón y Rafael Ángel García.

También en el centro en la capital está el Edificio Numar de Álvaro Morales. En Sabana Norte se encuentra el edificio del ICE y en Puntarenas el Hospital Monseñor Sanabria Puntarenas.

“Claro que es importante mantener estos edificios, más tomando en cuenta que San José no cuenta con un espacio de arquitectura colonialista, como sí sucede en otros países de la región, por lo cual es válido explotar la existencia de varias construcciones brutalistas”, aseguró Martínez.

Para Quirós la preservación de estos espacios va más allá de cómo se ve la obra, ya que “preservar la arquitectura no tiene que ver con que un edificio sea bonito o no, eso siempre va tender a la subjetividad. Sin embargo, lo importante de rescatar algunos de estos, y otros edificios, es que nos recuerdan y vuelven a hacer presentes, ideologías y momentos históricos y culturales que tuvieron un impacto sobre lo que somos hoy como sociedad y país”.

Así que la próxima vez que pase por alguno de estos monstruos de concreto tómese un segundo y véalos con detenimiento, son brutalmente hermosos.