Por Rodolfo Rodríguez Redondo |3 de diciembre de 2023, 9:18 AM

¿Cómo transmitir en palabras lo que solo con ojos y oídos se puede percibir de la manera más fiel? La única palabra que podría resumir todo lo que se vivió en el Estadio Nacional, la noche del sábado, no es otra más que "épica".

Aproximadamente, unas 32.000 almas se hicieron presentes al recital de Roger Waters, mítico estandarte de la banda británica Pink Floyd. Era de esperarse ver gente de todas las edades, tres generaciones me atrevería a decir, sin exagerar.

Eran las 7 p.m. y en las pantallas se daba el aviso de: "Damas y caballeros, el show empezará en 15 minutos", anuncio que se repitió dos veces más en forma regresiva cada cinco minutos, hasta que llegó el momento, las luces se apagaron y el ambiente se llenó de pura magia.

Waters arrancó con "Comfortably Numb", con una puesta en escena que sólo él podría hacer. No sabría hacer una comparación con algún otro show, la producción de las pantallas era ridículamente perfecta, seguido a eso vino "Another Brick in the Wall", parte 2 y 3, uno de los temas más emblemáticos en la historia del rock y el trabajo hecho en esas proyecciones, sumado al trabajo de luces, elevaron el tema a un nivel impresionante.

Roger Waters en Costa Rica
Roger Waters en Costa Rica

Y uno tras otro vinieron los clásicos, por lo general con una intro con mensajes en las pantallas o algún discurso por parte de Waters, discursos políticos que ya son parte de su show, quien, con 80 años a sus espaldas, se mostró en una excelente condición. Otro de esos clásicos fue "Shine on You Crazy Diamond", tema que había quedado debiendo en su primera presentación en nuestro país.

Un agradecimiento emotivo no podía faltar, y eso vino acompañado de un brindis por parte de la banda completa, aunque el buen Roger aprovechó y pecó un par de veces más, tal vez para calentarse en medio de una noche fría.

Roger Waters en Costa Rica
Roger Waters en Costa Rica

Lágrimas, caras emotivas, abrazos, mariposas en el estómago, la piel de gallina, brazos en el aire, temas clásicos, luces increíbles, proyecciones de primer nivel fueron los ingredientes infaltables en esta receta épica, y el cocinero a cargo; Roger Waters.

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