Por Sebastián Durango 28 de noviembre de 2025, 17:55 PM

En Montes de Oca, diciembre no solo se celebra con luces y villancicos. Toma vida cuando Jackeline Castillo, maestra de vocación y soñadora de nacimiento, decide guardar por un instante los cuadernos del aula para ponerse el vestido rojo de la Señora Claus. Esa imagen —la sonrisa amplia, la energía que parece no acabarse nunca— es el anuncio de que la Navidad ha llegado.

Jackeline no interpreta un personaje: lo habita. Lo vive. Y lo comparte como se comparten las cosas importantes: sin medida y sin prisa. Cada cuento, cada abrazo, cada juego tiene la intención de encender algo en los niños, una chispa pequeña que se parece a la ilusión y que todavía, incluso en tiempos difíciles, encuentra dónde quedarse.

Su misión es sencilla y, al mismo tiempo, inmensa: recordarle a su comunidad que la bondad existe, que los gestos cuentan y que la Navidad no es una fecha sino un estado del alma. Ella lo demuestra con su manera de moverse, de narrar, de cantar. De entrar a un salón de clases y convertirlo, en segundos, en un rincón amable del mundo.

Además de maestra, Jackeline es bailarina de corazón y coleccionista de juguetes. Dos pasiones que no solo llenan su casa, sino que alimentan la atmósfera mágica con la que rodea a los pequeños que se acercan a verla. No es raro que quienes la acompañan terminen envueltos en esa misma energía: incluso el periodista Sebastián Durango, que terminó convertido en Santa Claus por un día, se dejó llevar por la alegría que ella provoca.

Lo que Jackeline hace va más allá del traje. Es un acto de generosidad cotidiana, un recordatorio de que la Navidad puede ser un puente entre las personas, un espacio de encuentro donde la esperanza encuentra lugar para quedarse. En Montes de Oca, la Señora Claus tiene nombre propio. Y un corazón capaz de iluminar cualquier rincón al que llegue.

Repase el reportaje completo en el video que aparece en la portada del artículo.

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