19 de agosto de 2022, 19:28 PM

Por Pablo Vargas / [email protected].

Agosto 1995. Una estantería, una revista y un niño leyendo junto a su madre. El Reporte de la E3 de Club Nintendo, que me compró mi padre, me pone a alucinar. Mi mamá me acompaña mientras leo. Tres horas completas. "Algún día me gustaría ser escritor". Digo emocionado en voz alta. "Publicar muchos libros y escribir sobre películas y videojuegos".

Doña Ana Isabel Ríos Hernández me escucha con atención. Aún hoy intento imaginar lo que pudo haber pasado por su cabeza. Lo que dije. Lo que ella pensó. "Sueños de papel". Ese mismo día, mi maestra escribió en el libro de notas que mi letra era horrorosa, tenía una terrible dislexia y la mente me daba "solo para escribir tonteras que nadie entiende". Tantas razones para romper la inocencia y ponerme los pies sobre la tierra.

Sin embargo, mi madre me miró a los ojos -y con una mirada de profundo amor que jamás olvidaré-, me dijo con determinación y ternura: "Si algún día quieres ser escritor, nunca dejes de creer en ello. Trabaja fuerte, lucha hasta el final por ese sueño, que tarde o temprano Dios verá el esfuerzo". Una chispa se enciende en mi interior. "Mi mamá cree en mí". Y eso es todo lo que niño(a) necesita saber. “Mi mamá cree en mí”.  Al día siguiente, mi madre me recibió de la escuela con una caja de lápices de escribir marca mongol, un librito con 'reglas de ortografía' y un cuaderno de 100 hojas.

Diecisiete años después, estaba dedicándole 'El hombre de la rosa negra', nuestra primera novela corta y mi primer premio literario. Dos años después, el segundo, con la publicación de 'Un café para celebrar' en el Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica. Y un año después, nuestra primera columna en Revista Level Up. Hoy, veintisiete años después, estamos escribiendo nuestro review de 'The Last of Us Remake' -un mes antes de su lanzamiento internacional-, para los principales medios de comunicación masivos en Costa Rica, Panamá, El Salvador, Guatemala, Perú y Ecuador, en los que tenemos nuestras columnas regulares de cine, televisión, tecnología y videojuegos. Sueños de papel que se hacen y siguen haciendo realidad.

Sin embargo, a pesar de todos estos años, nunca he olvidado donde fue que todo empezó. Veintisiete años atrás. Con una estantería, una revista y un niño leyendo junto a su madre. Creyendo en él. En cada iluso sueño cargado de libros y videojuegos que nadie entiende. Ella... nunca dejó de creer. Por eso, hoy le dedico este editorial. Porque nada de esto, sería posible sin la mujer que creyó, cuando nadie más lo hizo.  Te amo. ¡Feliz día de la madre!