27 de abril de 2022, 15:00 PM

Ilustración y texto: Toti.

Prontos a dejar la Asamblea, algunos supusimos que los diputados estarían con la cabeza ocupada en cerrar pendientes legislativos. Y sí que lo están, hay que reconocerlo. Pero eso no les impidió un par de ocurrencias finales como para que no nos vayamos con una imagen equivocada de ellos como la de gentes serias.

Les pareció un acto bien simpático colocar el retrato de cada uno en la curul que ocuparon en el antiguo edificio, debido a que serían ellos los últimos legisladores en oficiar en aquel inmueble. Pero la creatividad no acababa ahí, sino que pretendía que fuera el Directorio Legislativo el que corriera con el costo económico de semejante idea. Al final no prosperó y le correspondió a cada diputado costearse su propio ejercicio ególatra (con la queja de que algunos no pagaron por su retrato).

Por si fuera poco, hace unos días, algunos diputados se escandalizaron cuando notaron que sus curules (las nuevas, las que ocupan actualmente) no tenían sus nombres colocados. Incluso hubo quienes sugirieron que eso respondía a una indirecta de que los querían pronto fuera de la Asamblea y pidieron interrumpir la sesión hasta que fueran colocados nuevamente los carteles con sus respectivos nombres.

Uno pensaría que la mejor imagen que puede dejarle uno al pueblo es el fruto de su trabajo, pero tal parece que en la era del selfie y el narcisismo digital, los diputados también tienen un ego que sucumbe a semejantes tentaciones.