Por José Fernando Araya |22 de marzo de 2017, 5:43 AM

Aquel día usted lo ha repasado cientos de veces en su memoria e incluso probablemente usted lo tenga guardado entre sus recuerdos de oro.

Fue un sábado 16 de junio del 2001. Al mediodía y bajo el extenuante calor del Distrito Federal, hoy Ciudad de México.

Desde el pitazo inicial de ese compromiso el fútbol tico y mexicano comenzaron a cambiar... aquella tarde se gestó el famoso “Aztecazo”, todo un hito para la Tricolor.

El 8 de diciembre de 1967, México sucumbió 0-2 ante Hungría en un partido de preparación en el Estadio Azteca. Aquella fue la primera derrota del Tri en el "Coloso de Santa Úrsula".

Luego de eso perdió seis veces más ante Brasil (1968), Italia (1969), Perú (1969), Chile (1973) y España (1981). Todas ellos por partidos amistosos, nunca por un encuentro oficial, y mucho menos pensar en una caída por eliminatorias ante un rival de Concacaf.

Pero aquel día, a la cuenta de las derrotas oficiales, Costa Rica le atinó su caída más dolorosa.

La Sele viajó a tierras mexicanas el jueves 14 de junio, con algo de duda tras perder días atrás una Copa Uncaf ante Guatemala.

La prensa y la afición dudaban, además era pesimista pues era una misión casi imposible ganar allá.

Para todos era impensable, menos para los seleccionados y el cuerpo técnico, dirigido por Alexandre Guimaraes. Esa familia que siempre confió en la victoria.

“Nos habíamos comprometido a romper paradigmas. Cada jugador que integró esa Selección, fuera quien fuera, sabía que tenía que cumplir un rol y era trabajar en pos del equipo”, asegura el goleador histórico Rolando Fonseca, quien ese día vivió uno de sus momentos más dulces.

Sin embargo, el atacante tuvo que trabajar doble para brillar ese día.

Fonseca venía de recuperarse de una lesión y por eso llegó pasado de peso por lo que de inmediato Guima lo mandó a ponerse al tope.

“Tenía un sobrepeso de 1,3 kilos (…) entonces Hannia (nuestra nutricionista) me ayuda a complementar ese peso y recuerdo que trabajé duramente en toda la semana para bajar ese peso y lo logré. Pero Guima me dejó fuera de la titular…”

No escuchar su nombre entre los once iniciales no hizo más tocar las fibras del orgullo al goleador nacional, eso, y el menosprecio que vivió La Sele durante el reconocimiento un día antes.

“Desde la noche anterior que nos pasó toda esa humillación, pues nos quisieron pisotear y no nos quisieron dejar calentar, todos teníamos la convicción de sacar ese partido adelante”.

Dardo a la historia.

La lógica de momento se imponía en los primeros minutos en el Azteca.

México, pese a arrastrar varios partidos amistosos sin victoria, comenzaba con el pie derecho gracias a un gol de José Manuel Abundis apenas al minuto 6.

Unos minutos más tarde, Bryce sufrió un fuerte golpe en la cancha lo que encendió las alertas de todo el banquillo Tricolor.

Fue en ese instante que Guima mandó a calentar a Fonseca. Bryce logró recuperarse del golpe y seguir, mientras el Rolo seguía calentando a la orilla de la cancha.

“Hasta el minuto 40 o 41 es cuando me dice: ‘¿Rolando ya está listo? Yo le dije: ‘estoy listo desde hace 15 días’”, menciona el atacante.

El Rolo apenas sudó antes de marcharse al descanso. Los minutos le sirvieron para probar el ambiente del "Coloso de Santa Úrsula" y perfilar la puntería para lo que se venía.

Ese día no solo acertó Fonseca al arco, también lo hizo Guimaraes con los cambios, pues en pies de sus tres variantes (Fonseca, William Sunsing y Hernán Medford) pasó la histórica remontada.

Lo siguiente fue el empate, donde la jugada se cuenta sola... Sunsing toma el balón desde el centro, la lleva larga, dribla a un mexicano y el segundo defensor azteca lo derriba… ¡tiro libre!

“Antes de patear el tiro libre, Reynaldo (Parks) llega y me pregunta: ‘¿Qué?’ Y yo le dije: ‘Tranquilo, véngase a celebrar conmigo ya voy a meter el gol’”.

Con precisión de francotirador, Fonseca la colocó al ángulo de Osvaldo Sánchez. Justo en el orgullo mexicano, justo en el corazón tico que en ese instante tuvo una sobredosis de éxtasis que transformó en combustible para la victoria.

“Nunca nos imaginamos que cada vez que pasaba más el tiempo, ese gol iba a tener tanta trascendencia”.

El vuelo del Pelícano.

Si el 1-1 encendió el furor de la marea roja que vibraba entre 50.000 almas que ese día estuvieron presentes en el Estadio Azteca, el 1-2 provocaría la locura y la caída del mito.

“En el segundo gol hago un disparo desde casi 30 o 40 metros porque ya Osvaldo Sánchez había anticipado que dos o tres veces había centrado desde ahí a Paulo Wanchope, pero ya Paulo no estaba, así que decidí rematar”.

La determinación del goleador lo hizo soltar aquel trallazo que soltó el portero azteca, como si llevara fuego.

Hernán Medford en la previa había anunciado que venía por la victoria, y de paso cuestionó la grandeza de México en Concacaf.

Aquella reacción tumbó a México en casa, un gol que impulsamos todos los ticos aquel mediodía de junio.

“Ese día aprovechamos que Hernán Medford llegó con toda su euforia y había puesto el picante necesario en México para poner esa gran satisfacción”, concluye Fonseca.

Aunque el “Pelícano” nunca será olvidado por su mágico gol y tan grata celebración, no cabe duda que los artífices de ese importante triunfo fueron la unión de equipo y la confianza en sí mismos.

Aquella Tricolor quedó en la historia. Grabó el momento eliminatorio más importante de la historia, pero hoy, 16 años después, la misión de traerse otro triunfo vuelve a revivir en un episodio más de la rivalidad entre México y Costa Rica.

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