Por AFP Agencia |6 de septiembre de 2022, 5:25 AM

Ankara, Turquía | Haydar Ozkan va cada día a dar comida a decenas de cachorros en un terreno baldío cerca de unos edificios residenciales de las afueras de Ankara.

Pero este defensor de los derechos de los animales sabe que, sin el apoyo de las autoridades, sus esfuerzos no bastarán para mejorar las condiciones de los perros callejeros, actualmente en el centro de una virulenta polémica en Turquía.

"Hay unos cuarenta cachorros aquí, nacidos de cinco madres. En seis meses, estas hembras tendrán a sus pequeños. Si no se esterilizan, imaginen a qué velocidad tendremos cientos de perros", explica.

A diferencia de la mayoría de países europeos, los perros y gatos vagabundos, cuya población se estima a varios millones en todo el país, forman parte del paisaje diario de los turcos, muchos de los cuales cuidan de estos animales.

En Estambul, los gatos y los perros en las esquinas son para muchos una parte inseparable de la identidad de la ciudad.

"Somos una sociedad que coexiste con los animales. Es una tradición. Cada barrio tiene sus perros y gente que se ocupa de ellos", cuenta el historiador Ekrem Isin, autor de un libro sobre los perros de las calles de Estambul.

"Limpiar las calles"

Pero algunos, entre ellos el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, ponen en duda esta tradición.

En diciembre, tras el ataque de dos pitbulls, domesticados, a una niña de cuatro años, Erdogan instó a las autoridades municipales a llevar a los perros callejeros a centros de acogida "para asegurar la seguridad de nuestros ciudadanos".

"[Su] lugar no está en la calle sino en centros de acogida", dijo, en unas declaraciones vistas como si fueran dirigidas al alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, figura destacada de la oposición y posible candidato a la elección presidencial de junio de 2023.

Dos meses antes, Imamoglu, muy activo en las redes sociales, había lanzado una campaña, que se hizo viral, sobre la historia de Boji, un perro vagabundo que pasaba sus días utilizando los transportes públicos de la ciudad.

La polémica creció cuando se organizaron en las redes sociales grupos que pedían "limpiar las calles de perros".

La aplicación Havrita, que permite localizarlos en un mapa, empezó a funcionar en mayo.

"Desde entonces, ha habido varias masacres de perros con envenenamientos, y el discurso que pide su eliminación se ha normalizado", afirma la abogada Gulsaniye Ekmekci, que presentó una demanda contra la aplicación.

"Havrita también incitó la violencia contra los voluntarios que los alimentan. Varios fueron agredidos", añade Volkan Koç, fundador del centro de acogida Patilikoy en la capital turca.

Un tribunal de Ankara prohibió hace dos semanas el acceso a Havrita.

"Los ayuntamientos no han cumplido su deber esterilización. Cuando la población de perros aumentó, los desplazaron de un lugar a otro, y provocaron la formación de jaurías a veces agresivas", afirma Ekmekci.

Asegura, sin embargo, que el número de agresiones cometidas por los perros vagabundos es mínimo.

Muertos de sed

La actual polémica reaviva el recuerdo de la tragedia de Hayirsizada (la isla maldita, en turco).

En 1910, para modernizar Estambul siguiendo el modelo de las grandes capitales europeas, las autoridades otomanas expulsaron a casi 80.000 perros errantes a una isla desierta del mar de Mármara.

La mayoría de ellos murieron de hambre y sed.

"Tenemos la impresión que cien años después, los perros sirven de nuevo de chivo expiatorio", considera Serge Avédikian, ganador de la Palma de Oro de Cannes en 2010 al mejor cortometraje por "La isla de los perros", sobre el drama de Hayirsizada.

"Esto refleja el estado de ánimo de una sociedad que duda de ella misma. (...) Una sociedad civil en paz podría encontrar un acuerdo mediante el diálogo para decir que lo mejor para los perros es ser adoptados", añade.

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