Un extravagante magnate chino quiere adquirir el New York Times
Chen Guangbiao no ha comprado nunca una empresa. El magnate del reciclaje, de 45 años, tampoco ha trabajado nunca en el mundo de los medios de comunicación...
Chen Guangbiao no ha comprado nunca una empresa. El magnate del reciclaje, de 45 años, tampoco ha trabajado nunca en el mundo de los medios de comunicación, ni domina el inglés.
Sin embargo, ninguno de esos factores ha afectado a la anormal burbuja de confianza que rodea al controvertido empresario chino, que tiene la mira puesta en lo que ha definido como el medio de noticias más influyente del mundo: The New York Times.
Es improbable que el Times, controlado por el venerable clan Ochs-Sulzberger, sea vendido al extravagante multimillonario y filántropo chino conocido más por sus ardides publicitarios que por su perspicacia empresarial.
Pero impertérrito, Chen dijo el viernes en una entrevista telefónica que ha contratado a una firma de servicios financieros que, junto con sus propios abogados, lo asesorarían en su intento por adquirir el Times.
"Ya hablé mucho con sus abogados la última vez que visité Estados Unidos", dijo Che, agregando que la firma estadounidense no quería ser identificada.
El empresario chino ha dicho que se reunirá a cenar con un "accionista mayoritario" del Times el domingo para hablar sobre su oferta de 1.000 millones de dólares (unos 735 millones de euros). El valor de mercado del Times es actualmente de 2.400 millones de dólares.
Una portavoz del Times dijo que "no tenía información sobre ninguna reunión de ese tipo".
Según una lista de magnates de China realizada por el grupo Hurun, Chen tenía una fortuna de unos 740 millones de dólares en 2012.
El empresario dijo que ha persuadido a un rico financiero de Hong Kong, que también le pidió mantenerse en el anonimato, para invertir 600 millones de dólares en la compra del diario. Él pagaría el resto.
El viernes, Chen describió al financiero como un "judío estadounidense" y agregó que trabajaba en finanzas en Hong Kong y habla chino con fluidez. El financiero ya concretó dos acuerdos de adquisición con medios de comunicación de Estados Unidos, añadió Chen, que no quiso nombrarlos pero aclaró que eran tan grandes como el Times.
"RESPETO RENUENTE"
Poco se conoce de la gigantesca firma de demolición que ayudó a Chen a amasar su fortuna: Jiangsu Huangpu Recycling Resources. Su negocio central es la demolición de edificios y puentes y el reciclaje de sus escombros.
Lo que genera mayor atención son las donaciones de Chen a causas solidarias y, más a menudo, su acciones extravagantes en nombre de la filantropía y el ecologismo.
"No hay nadie como Chen Guangbiao en el mundo de la beneficencia", declaró Rupert Hoogewerf, redactor jefe de la Lista de Ricos de Hurun. "La imagen que tiene en China es la de un showman, pero hay un respeto renuente por el hecho de que hace obras de beneficencia".
Chen se crió en un pueblo en el este de la provincia de Jiangsu, conocida por sus sofocantes veranos y sus inviernos helados, en una familia extremadamente pobre.
"Su pueblo natal era un lugar muy pobre, (su familia) sufrió mucho cuando él era joven", dijo Hu Xi, un compañero de clase y amigo de la familia. "Sus vecinos, que lo vieron crecer creen que es completamente genuino".
Dos de sus hermanos murieron de hambre cuando él tenía cuatro años. Chen completó la secundaria, trabajó en los veranos para pagar su matrícula y estudió medicina en la capital de la provincia antes de entrar en el mundo empresarial.
Y ahora que lo ha logrado, el ecologista hecho a sí mismo no tiene miedo de mostrar su riqueza. A menudo publica fotos entre columnas de billetes rojos de 100 yuanes (unos 12 euros) y con frecuencia invita a los periodistas para que sean testigos de tretas que promocionan varias causas.
En enero del año pasado, por ejemplo, regaló latas de "aire limpio" en las calles durante una ola de contaminación. Según dice, cambió los nombres de sus hijos a "Protección ambiental" y "Medio ambiente".
Sin embargo, en un país donde la brecha entre ricos y pobres crece rápidamente y donde pocos miembros de la clase alta hacen de la filantropía una prioridad, Chen se ha ganado aplausos tras prometer que donaría su fortuna a obras benéficas cuando muera.