Por AFP Agencia |17 de mayo de 2022, 5:29 AM

Jacobabad, Pakistán | Cuando el niño paquistaní Saeed Ali llegó al hospital en una de las ciudades más calurosas del mundo, su vida se estaba apagando por un golpe de calor.

El pequeño de 12 años colapsó después de caminar a casa desde la escuela bajo el sol calcinante, tras pasar el día en una aula sin ventiladores.

"Un conductor de rickshaw tuvo que traer a mi hijo hasta aquí, ni siquiera podía caminar", contó a AFP su madre Shaheela Jamali.

Jacobabad, en la árida provincia paquistaní de Sindh, enfrenta una ola de calor que alcanzó 51 grados centígrados el fin de semana.

Los canales de la ciudad, cruciales para la irrigación agrícola, están secos con un poco de agua estancada apenas visible entre la basura.

Los expertos dicen que el clima abrasador coincide con las proyecciones del calentamiento global.

La ciudad está en la "línea del frente del cambio climático", señala el subcomisario local Abdul Hafeez Siyal. "La calidad de vida aquí se está viendo afectada".

La mayor parte del millón de habitantes de Jacobabad y aldeas vecinas viven en la pobreza extrema, con falta de agua y apagones que dificultan su capacidad de enfrentar el calor.

Los médicos indicaron que el pequeño Saeed se encontraba en una situación crítica, pero su madre insiste en que volverá a la escuela la próxima semana, deseosa de que pueda escapar de la pobreza.

El golpe de calor -cuando el cuerpo se calienta al punto de que no logra enfriarse por sí mismo- puede causar desde mareos y náusea hasta inflamación de órganos, pérdida de conciencia e incluso la muerte.

La enfermera Bashir Ahmed, quien atendió a Saeed en una clínica de la ONG Fundación de Desarrollo Comunitario, dice que ha aumentado el número de pacientes que llegan en condición crítica.

"Antes el calor alcanzaba su pico en junio y julio, pero ahora es en mayo", indica Ahmed.

Mafias del agua

La vida en Jacobabad está dominada por los intentos de enfrentar el calor.

"Es como un incendio que arde a tu alrededor. Lo que más necesitamos es electricidad y agua", afirma el herrero Shafi Mohamad.

Con los cortes eléctricos hay solo seis horas de electricidad por día en zonas rurales y 12 en la ciudad.

El acceso al agua potable es intermitente por la escasez y la falta de infraestructura en todo Pakistán.

Khairun Nissa dio a luz durante la ola de calor. Sus últimos días de embarazo los pasó bajo un solo ventilador de techo compartido con su familia de 13 personas.

Su hijo de dos días ocupa ahora su lugar bajo la débil brisa.

"Me preocupo por él con este calor, pero sé que Dios proveerá", afirma Nissa.

Afuera de su casa de ladrillo, donde reina el olor de basura descompuesta y agua estancada, un grifo de agua instalado por el gobierno está seco.

Pero las "mafias del agua" cubren la demanda.

Estos grupos accedieron a las reservas del gobierno para canalizar el agua a sus puntos de distribución, donde llenan latas y las trasladan por burro para vender 20 litros por 20 rupias (unos 25 centavos de dólar).

"Sin nuestras plantas de agua habría mayores dificultades para la gente de Jacobabad", dice Zafar Ullah Lashari, quien opera un servicio de agua sin licencia ni regulación.

Pakistán es el octavo país más vulnerable al clima extremo provocado por el cambio climático, según el Índice de Riesgo Climático Mundial compilado por la ONG ambientalista Germanwatch.

En los últimos años las inundaciones, sequías y ciclones han causado muertes, miles de desplazados, fuentes de sustento destruidas e infraestructuras dañadas.

Muchas personas se van de Jacobabad en los meses más calurosos, dejando algunas aldeas semivacías.

La profesora Nausheen H. Anwar, quien estudia el planeamiento urbano en ciudades calientes, señala que las autoridades deben pensar en el largo plazo.

Dice que las olas de calor "son exacerbadas en lugares como Jacobabad por el deterioro de la infraestructura y el acceso limitado al agua y la electricidad", que afecta la capacidad de la gente de enfrentar esos fenómenos.

Campo de batalla

A lo largo de un canal seco lleno de basura, cientos de niños y algunas niñas de Jacobabad caminan hacia la escuela para sus pruebas de fin de año.


Se agolpan alrededor de una bomba manual para tomar agua, exhaustos desde antes de iniciar el día.

"Intentamos mantener alta la moral de los niños, pero el calor afecta su salud mental y física", comenta el maestro Rashid Ahmed Khalhoro.

Con la llegada anticipada del calor extremo, Khalhoro pidió al gobierno adelantar las vacaciones de verano, que suelen comenzar en junio.

Algunas aulas tienen ventiladores, pero la mayoría no. Cuando hay apagones, todos se sofocan en la semioscuridad.

Khalhoro dice que sus estudiantes están decididos a salir de la pobreza y buscar empleos donde no haya tanto calor.

"Están preparados como para un campo de batalla, con la motivación de que deben lograr algo", señaló.

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