Por AFP Agencia |Por Adrián Fallas |18 de junio de 2016, 5:23 AM

El 11 de febrero de 1990 Nelson Mandela salía de cárcel, 27 años después de ingresar a una prisión acusado y declarado culpable de sabotaje y conspiración. Aceptó el castigo gubernamental soñando, creyendo y luchando bajo la premisa que todos somos iguales, sin importar el color de la piel.

En 1962 cuando Mandela era arrastrado a un calabozo y en 1990, cuando recuperaba su libertad, negros y blancos no eran iguales en Sudáfrica. Ante la ley eran diferentes –unos con derechos y otros sin–, pero el regreso de Madiba a las calles era un golpe mortal al Apartheid, sistema mediante el cual los blancos sudafricanos podían ultrajar a sus compatriotas negros.

El 17 de junio de 1991 un gobierno asediado por miles de manifestantes en la calles y por la presión de la comunidad internacional ponía fin al apartheid de manera oficial. Hace 25 años el parlamento declaraba ilegal la ‘Population Registration Act’, iniciando así el proceso que llevaría a Mandela a la presidencia de Sudáfrica.

Apartheid

Apartheid significa separación en afrikaáns, el idioma que hablan los colonos blancos que durante muchos años fueron la principal fuerza política de Sudáfrica.

“En 1942 nacería el Partido Nacional afrikáner, un partido conservador, calvinista y que simpatizaba con la Alemania nazi. Liderado por el pastor calvinista Daniel François Malan, su intención era institucionalizar la segregación. Su lema lo decía todo: ‘El hombre blanco debe ser siempre el amo’. Y eso ocurrió en 1948, cuando el Partido Nacional ganó las elecciones y alcanzó el poder”, explica un reportaje de la cadena española RTVE.

El sistema blanco dividió el país en dos. Zonas para blancos y zonas parea negros. Derechos para blancos y prohibiciones para negros.

El voto y la elección a puestos políticos estaban en manos de la minoría blanca, al igual que la posibilidad de ejercer profesionalmente en zonas donde el color de la piel predominante era otro.

El transporte era segregado, además de accesos diferenciado por color de piel a los edificios públicos.

En medio de este clima de opresión –existente desde 1950– fue que la población de Soweto se sublevó, iniciando el lento cambio de timón en el país.

Soweto tomada por estudiantes

El 16 de junio de 1976 miles de estudiantes tomaron las calles del suburbio pobre de Soweto en protesta contra la imposición de la lengua afrikáans. La policía sudafricana respondió desatando un baño de sangre. Fue el principio del fin del apartheid.

A cuarenta años de este hecho las voces de quienes vivieron eso días suena con claridad.

Dan Montsitsi preparaba la protesta desde hace meses. "Ni nuestros padres, ni los profesores, ni la policía estaban al corriente", contó a la AFP. "Nos nos podíamos creer el número de estudiantes que habíamos conseguido convencer" para participar en ella.

Los niños, muchos de ellos vestidos con el uniforme del colegio, agitaban pancartas de cartón con lemas como: "Al diablo con el afrikáans", "El afrikáans apesta", "hay que abolir el afrikáans".

La imposición de esta lengua a la población negra -que lo hablaba mal- "era una estrategia del régimen del apartheid para impedirnos tener éxito", recuerda Joy Rabotapi, actualmente un hombre de negocios.

"Estábamos cantando y bailando a la altura de la escuela Orlando West High cuando llegó la policía", añade. "Nos dio cinco minutos para dispersarnos. Nos negamos. Soltaron un perro entre la muchedumbre. (...) Se lo devolvimos muerto. Estaban furiosos, claro, y lanzaron gases lacrimógenos".

"Respondimos con una lluvia de piedras y comenzaron a disparar, con frecuencia por la espalda contra los estudiantes que huíamos".

El primero en morir fue Hector Pieterson, de 13 años. La fotografía en blanco y negro de su cadáver transportado por un compañero desolado, al lado de su hermana, muy asustada, dio la vuelta al mundo.

"No creíamos que alguien pudiese morir sólo por caminar por la calle con el puño en alto", recordó Trofomo Sono, por aquel entonces estudiante. "Los niños se protegían de las balas con las tapas de los contenedores de basura".

Sudáfrica se sumió en una oleada de violencia inédita desde la instauración del régimen segregacionista en 1948.

Cuarenta años después no se tiene un balance exacto de la violencia registrada el 16 de junio de 1976 pero en unos meses la represión causó por lo menos 500 muertos.

El mundo comenzó a adoptar sanciones contra el régimen. En 1977 la ONU decretó un embargo sobre la venta de armas a Sudáfrica.

Pero el régimen resistió hasta 1994, año en el que Nelson Mandela llegó al poder, un sueño que cimentó en su creencia de igualdad y el apoyo de los jóvenes que dijeron basta en Soweto hace 40 años.