Por Daniel Carmona |12 de marzo de 2023, 18:21 PM

Fiel al estilo tradicional de la Iglesia, el 11 de febrero de 2013, el papa Benedicto XVI pronunció estas palabras en latín: “He de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.

Su decisión acaparó los focos de atención de todo el mundo, pues para buscar un precedente de una renuncia del máximo representante de la religión católica hay que regresar seis siglos en el tiempo.

Esta noticia fue seguida por una serie de réplicas que movieron el territorio de 0,49 km² que conforman Ciudad del Vaticano. 

Los 115 cardenales con capacidad de voto en ese momento reaccionaron para buscar, entre ellos, a un representante que diera un nuevo aire a la Iglesia, que durante el pontificado de Benedicto XVI estuvo plagado de escándalos. 

Fue en ese momento, un 12 de marzo de 2013 y en tiempo casi récord, que los encargados de elegir al nuevo ocupante de la silla de San Pedro entraron a un Cónclave que tenía el peso más fuerte de los últimos años.

Tres eran los nombres principales que sonaban para terminar con la sede vacante: Angelo Scola de Italia, Marc Ouellet de Canadá y el brasileño Pedro Olio Scherer.

Las puertas de la Santa Sede se cerraron y una única votación hace 10 años cubrió el cielo de Roma de humo negro, no había definición del nuevo Papa, situación esperada, pues siempre el primer sufragio marca el camino elector. 

Sin embargo, un nombre más ingresó al interés de los cardenales, días después de iniciar de forma oficial, el obispo de Buenos Aires, Argentina, Jorge Bergoglio, llamó la atención de muchos de sus compañeros con una conferencia de escasos tres minutos y medio, que años más tarde calificaron públicamente de inspiradora, refrescante y visionaria. 

Spotify TeleticaRadio