21 de septiembre de 2017, 11:59 AM

Puerto Rico está sumido en el caos tras el paso del huracán María.

La isla del encanto es una zona de guerra: carreteras destruidas, casas despedazadas, árboles y postes de luz arrancados de cuajo, sistema eléctrico destrozado y el estado de emergencia en vigencia hasta el próximo sábado.

Se habla de que por ahora María ha dejado un muerto, aunque cifras extraoficiales indican que se trata de seis. En el resto del Caribe el ciclón dejó 15 muertos y 20 desaparecidos en Dominica.

El Estado Libre Asociado de Estados Unidos vive horas aciagas, duras, complicadas y muy muy dolorosas, de esas que duelen en las fibras más íntimas y personales de sus 3.5 millones de habitantes, que hoy comenzaron a despertar de la pesadilla.

El huracán no perdonó; arrasó mucho de lo que encontraba a su paso. Hay edificios y estructuras que soportaron los vientos huracanados de más de 200 kilómetros por hora.

En este pedazo de tierra insular viven 250 costarricenses, y el Consulado de Costa Rica en San Juan mantiene activos sus protocolos para asistir a los ticos.

Hasta ahora la cónsul honoraria ha logrado hablar con 255 connacionales y están bien. Ella sigue intentado lograr contactar a los restantantes.

Donald Trump decretó zona de desastre y las autoridades financieras aprobaron $1.000 millones para las primeras labores de rescate y reconstrucción, pero la isla necesitará más dinero, mucho más y no lo tiene. Tiene una abultada deuda de $120.000 millones y solo espera que la Casa Blaca -aupada por el Congreso- apruebe un rescate financiero multimillonario.

Por ahora, Puerto Rico está malherida, muy herida, pero sus habitantes y autoridades insisten en que saldrán adelante. Esa es la fe, la fe que mantiene en pie en momentos difíciles como este.

Imágenes publicadas por El Nuevo Día y en Twitter por residentes.