Por AFP Agencia |23 de junio de 2022, 5:22 AM

IBIZA, España | Sube el ritmo de la hipnótica música electrónica y la pista de Pachá Ibiza se llena de brazos en alto. Ya sin distancia obligatoria, ni limitaciones, los clientes bailan pletóricos bajo las luces multicolores de esta mítica discoteca que el covid obligó a cerrar durante dos años.

Pero en esta calurosa noche de junio, la pandemia es apenas un recuerdo lejano.

"Es como si el covid nunca hubiera sucedido", afirma sorprendida Michelle, una trabajadora sanitaria inglesa de 31 años, a las puertas de este local donde entrarán 3.500 personas.

Tras más de dos años cerradas por las restricciones, las grandes discotecas de Ibiza adelantaron un mes, hasta finales de abril, sus aperturas para tratar de recuperar sus cuentas en rojo. Y la gente ha respondido.

"Ha superado nuestras expectativas. Todavía no podemos decir con seguridad que van a ser mejores cifras que en 2019, pero todo apunta a que sí", explica Paloma Tur, responsable de comunicación del Grupo Pachá.

Como en muchos locales, casi todos los 150 empleados que trabajan en esta discoteca tuvieron que acogerse a los planes de desempleo parcial durante la pandemia.

"Para una isla como Ibiza, donde el 84% del PIB depende directamente del turismo, y me atrevería a decir que el 99% del PIB directa e indirectamente también, [el covid] supuso un verdadero shock y una verdadera catástrofe", asegura Juan Miguel Costa, director de Promoción Turística del Consejo Insular.

Todos los sectores se vieron afectados, pero el del entretenimiento -que según los empresarios emplea a más de 3.000 trabajadores- fue el último en volver.

"El 30 de abril, cuando ya ingresamos por fin los primeros clientes y la primera venta de bebidas, supuso un poco más de alivio, pero todavía seguimos afectados, con muchos préstamos que tenemos que seguir devolviendo", indica Roberto de Lope, director general de Ushuaïa Entertainment.

No todo es fiesta

Propiedad de una de las grandes fortunas de Ibiza, la huella de este gran grupo se extiende por el sureste de la isla. Mientras la macrodiscoteca Hï Ibiza, con aforo para 5.700 personas, se prepara para abrir a medianoche, justo enfrente, Ushuaïa está en plena hora punta.

Con el atardecer cayendo sobre el Mediterráneo, más de 7.000 clientes bailan alrededor de las piscinas de este enorme club al aire libre que el año pasado apenas pudo abrir unos días, y en formato reducido.

Caras enrojecidas por el sol, copas en alto y celulares fotografiando los efectos especiales del enorme escenario: hay que aprovechar la entrada de alrededor de 70 euros (73 dólares), 90 en taquilla, que han pagado para estar en esta sesión que cerrará el DJ estrella Calvin Harris.

Las copas, no incluidas, rozan los 20 euros.

Pero, pese al alto nivel adquisitivo que arrastra, muchos defienden que Ibiza no necesita este tipo de ocio. Las cifras, dicen, les dan la razón: tras el desplome de visitantes en lo peor de la pandemia, en 2021 Ibiza y la vecina Formentera recibieron 1,9 millones de turistas, algo más de la mitad que en 2019, pese a las restricciones que mantenían los clubes cerrados.

"Queremos que la sociedad ibicenca se dé cuenta de que no solo vivimos de la fiesta. Al revés, la fiesta vive de nosotros", asegura Jaume Ribas, portavoz del colectivo Prou ["Basta", en catalán], haciendo referencia al "excelente" 2021 que registraron tanto el servicio de restaurantes como el comercio.

Desde esta plataforma ciudadana llevan años luchando contra los efectos de un turismo que consideran insostenible para esta pequeña isla donde viven 152.000 personas, pero que puede alcanzar picos de hasta 450.000 de forma simultánea.

Con unos precios disparados por las viviendas turísticas -legales e ilegales-, para muchos trabajadores resulta imposible pagar un alquiler y, aunque todavía es junio, ya comienzan a registrarse los primeros atascos.

"Los problemas se han acelerado este año. Todo el mundo tiene ganas de trabajar, hasta los malos", lanza Ribas, sobre el habitual incremento de accidentes o la delincuencia ligada a las drogas.

La Guardia Civil desplegó un dispositivo reforzado, que incluye a varios agentes destinados a prevenir delitos sexuales.

"Libres"

Consciente de las limitaciones físicas de la isla, el gobierno insular asegura trabajar para alcanzar el equilibrio entre turismo y sostenibilidad.

"El modelo turístico de Ibiza está evolucionando", defiende Costa. "Somos marca mundialmente conocida gracias a la música electrónica y al ocio, pero antes la temporada empezaba cuando abrían las discotecas, y acababa cuando cerraban, y hoy en día no pasa así", indica.

La asociación entre Ibiza y fiesta sigue, sin embargo, muy fuerte. Y más cuando el mundo comienza a salir de casi dos años de encierro.

Vestida de blanco y con una corona que pone "Bride" ["novia", en inglés], Sara Borrego, operadora marítima de 32 años, no deja de bailar entre la multitud de Ushuaïa. Tiene mucho que celebrar. Después de aplazar su boda por la pandemia, se casa este verano y sus amigas le han traído desde Cádiz (sur) para festejarlo.

"Ya no hay restricciones, no hay que llevar mascarilla, nos sentimos libres", asegura con una enorme sonrisa.

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