Por AFP Agencia |4 de marzo de 2022, 7:13 AM

En un barrio popular de la capital iraquí, nada distingue al descolorido edificio de ladrillo, salvo la discreta inscripción en hebreo de la entrada. El suntuoso pasado de esta sinagoga de Bagdad cayó en el olvido y no escapó a los estragos del tiempo.

La comunidad judía de Irak, en su día una de las mayores de Oriente Medio, se ha reducido de manera drástica, dejando atrás un precioso legado.

Los últimos judíos de Irak asisten así a la lenta desaparición de su patrimonio, en un país desgarrado por décadas de guerras.

Los pocos esfuerzos de restauración realizados por las instituciones internacionales son insuficientes.

En la sinagoga Meir Tweig, construida en 1942, el tiempo parece suspendido. Los bancos, en pleno sol, están recubiertos de sábanas blancas. El revestimiento azul celeste de las paredes se está desmoronando.

Al tabernáculo se llega por unos escalones inestables de madera. El armario alberga los rollos de pergamino de la Torá, escritos a mano en piel de gacela, y está flanqueado por placas de mármol grabadas con candelabros de siete brazos y salmos.

"Antes rezábamos aquí, celebrábamos nuestras fiestas, asistíamos en verano a las clases de religión en hebreo", recuerda un miembro de la comunidad.

Hoy, "nuestro patrimonio está en un estado lamentable. El Estado no nos ve", se queja el hombre bajo condición de anonimato, por miedo a represalias.

Se dirige a la ONU, para que "salve este patrimonio", y recuerda el ejemplo de una sinagoga del sur del país, que fue ocupada ilegalmente y transformada en almacén.

"Preservar su patrimonio"

Las raíces de los judíos de Irak se remontan a 2.600 años. En esta tierra, donde según la Biblia nació el patriarca Abraham, se escribió siglos más tarde el Talmud de Babilonia.

En Bagdad, bajo el Imperio otomano (que duró hasta 1920), el 40% de la población era judía. En 1948, cuando se creó Israel, Irak tenía 150.000 judíos. Tres años más tarde, el 96% de la comunidad se había marchado, la mayoría a Israel.

Pero hubo un tiempo en que esa minoría de Irak podía enorgullecerse de tener 118 sinagogas, 48 escuelas, nueve santuarios y tres cementerios, según un informe de 2020.

El estudio catalogó el patrimonio judío en Irak y Siria, incluidos antiguos yacimientos que remontaban al primer milenio antes de Cristo, desaparecidos hoy en día.

"Solo 30 de los 297 sitios documentados en Irak siguen existiendo", indica el informe de la Fundación para la Herencia Judía, basada en Londres, y ASOR, Sociedad Estadounidense de Investigación en el Extranjero.

"De estos 30 sitios, 21 están en mal estado o muy mal estado", agrega el documento.

"Con el tiempo, una gran parte de este patrimonio se perdió por las expropiaciones, las ventas, una lenta degradación y los derrumbes", resume Darren Ashby, que trabajó en el informe.

Tímidas esperanzas

Lo mismo ocurrió en Mosul, la metrópoli del norte liberada de los yihadistas en 2017. En el recodo de un callejón, unas brillantes pinturas indican las ruinas de la sinagoga de Sason.

La bóveda del techo derrumbado revela arcos y columnatas de piedra, rodeados de chatarra, escombros y basura del barrio.

"El edificio del siglo XVII sirvió durante mucho tiempo como residencia", cuenta a la AFP un responsable local encargado de las antigüedades, Mosaab Mohamed Jasem.

"Pertenece a una familia de Mosul, que tiene los títulos de propiedad" y que contactaron con las autoridades para vender el lugar o restaurarlo, explica.

ALIPH, la Alianza Internacional para la Protección del Patrimonio en Zonas de Conflicto, se mostró dispuesta a apoyar un proyecto de renovación cuando llegue el momento. Un pequeño rayo de esperanza para la comunidad.

Sin embargo, pueden alardear de otros tímidos éxitos.

En enero, el consulado estadounidense de Erbil anunció un apoyo de 500.000 dólares para restaurar la pequeña sinagoga de Ezekiel, en el campo de Akre, en el norte del país.

En el norte también, la tumba del profeta Nahum fue restaurada gracias a otra ayuda estadounidense, fondos del Kurdistán y donaciones privadas.

Joseph Elias Yalda, director del museo de patrimonio de Alqosh, recuerda las historias que contaban los ancianos: los peregrinos judíos acudían durante una semana en junio para rezar e invocar a Nahum.

"Venían de todas las provincias e incluso de países vecinos", relata el hombre, de unos 60 años. "Después de la conmemoración religiosa, había fiesta en el casco antiguo, la gente bebía y bailaba", recuerda.

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