28 de mayo de 2016, 8:15 AM

En un humilde barrio de Sao Paulo, la urbe más poblada y rica de Brasil, viven Dalvina Borges, de 74 años, y su hijo Marcelo Borges, de 42 años.

Ella es empleada doméstica que por 30 años trabajó con una familia de clase alta que nunca aportó sus cuotas para su pensión, pero tenía unos ahorros que invirtió -junto con los de su hijo, estudiante de derecho y trabajador en una empresa gráfica- en la construcción de su nueva casa, en ese mismo barrio de casas desvencijadas y mal construidas.

El producto fue una asombrosa vivienda que ha recibido diferentes reconocimientos locales e internacionales como la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo. Además, este fin de semana sería presentada en la Bienal de Arquitectura de Venecia, según un amplio reportaje de la BBC.

¿Cómo fue posible eso? Marcelo conoce a un arquitecto de la firma Terra e Tuma, una de las mejores en Brasil, quien le plantea la idea de que la casa que habita con su madre sea intervenida. Él y su madre aportarían los $42.000 que la firma valoró las obras.

Fue así como la humilde casa -ubicada en un terreno de 4,8 metros de ancho por 25 de largo- se convirtió en una vivienda de dos pisos con bloques de hormigón y piso de cemento. 

En el primer piso están la sala, comedor y la cocina así como un jardin central con grandes ventanales. También está el piso de Dalvina. En la parte superior está el cuarto de su hijo y una terraza con plantas.

"Atendimos a alguien como un dentista o un médico, sin prejuicios", contaron a la BBC los representantes de la empresa.

"Una de las razones por las que la casa ha recibido tantos reconocimientos es precisamente porque presenta soluciones simples, económicas y estéticas para gente de recursos muy limitados", esgrime el reportaje, que cierra con una frase de la propietaria de la casa: "La fama sin dinero es aburrida".

Fotos de Terra e Tuma/Pedro Kok