Por AFP Agencia |4 de julio de 2021, 9:32 AM

Anfitrión de las semifinales y de la final, Wembley será la última parada de una Eurocopa inusual, repartida entre once ciudades sede. Ahora el foco está en el estadio de Londres, un lugar de leyenda desde el inicio del siglo XX, cuya fama va más allá del deporte.

Una popularidad inmediata.

Levantado en el marco de la Exposición del Imperio Británico de 1924-1925, en un lugar que ya era muy apreciado por los londinenses para practicar el "Beautiful game", Wembley fue terminado en 1923.

La Federación Inglesa de Fútbol (FA) lo eligió de inmediato para acoger la final de la FA Cup entre el Bolton y el West Ham.

El estadio fue literalmente asaltado por los aficionados y los curiosos. Aunque el número oficial de espectadores aquel día fue de 127.000, su capacidad máxima, se estima que más de 200.000 personas entraron en el estadio.

Este partido entró en la leyenda como "La final del caballo blanco", por la presencia de la policía montada llamada para controlar a la multitud que había invadido el terreno de juego, provocando un retraso de 45 minutos en un partido que acabó ganando el Bolton por 2-0.

Salvado de la demolición.

Al final de la Exposición del Imperio Británico estaba prevista la destrucción del estadio, pero el hombre encargado de la demolición, Arthur Elvin, lo compró.

Sin fortuna personal -vendía tabaco en un kiosko durante la Exposición- fundó una empresa de carreras de galgos que se celebraban en el estadio para financiar la compra.

Las finales de la Copa de Inglaterra continuaron disputándose allí cada año, así como algunos partidos internacionales, aunque hubo que esperar al inicio de los años 1950 para que se convierta en el estadio de referencia de la selección inglesa.

Los Juegos Olímpicos de 1948, y después el Mundial de 1966, con su dramática final entre Inglaterra y Alemania Occidental (RFA), también contribuyeron a su popularidad en todo el mundo.

Rugby XIII o XV, boxeo, carreras de motos y coches, fútbol americano o lucha libre, prácticamente todos los deportes tenían cabida en el recinto, cuyos signos distintivos eran dos columnas gemelas en la entrada principal, donde se encontraban los 39 escalones que conducían al palco real para recibir el trofeo o el premio de consolación.

Demolición y reconstrucción.

A pesar de las mejoras regulares, como la incorporación de una valla publicitaria eléctrica y de un techo de aluminio y cristal desde 1963, el coliseo terminó por no responder a las necesidades de su época.

La "catedral del fútbol", como lo denominó Pelé, quien lamenta no haber jugado nunca allí, cerró sus puertas en octubre de 2002 y su demolición comenzó en 2003.

El nuevo estadio, inaugurado en 2007, pertenece a la FA y puede recibir hasta a 90.000 espectadores, lo que lo convierte en el segundo más grande de Europa, por detrás del Camp Nou del FC Barcelona.

El "nuevo Wembley" es un círculo casi perfecto de 1 km de circunferencia, coronado por un arco de 133 metros de alto e inclinado 22 grados que le permite sostener la mayor parte del techo sin necesitar columnas interiores que impidan la vista.

El estadio también cuenta con un techo retráctil que no cierra completamente, pero pone a resguardo a todos los espectadores, y 2.618 WC, cifra que le convierte en el estadio mejor dotado del mundo en esta materia.

Conciertos míticos.

A partir de los años 1970, Wembley también se abrió a la música y a los megaconciertos, algunos de los cuales forman parte de la cultura popular.

El más famoso es sin duda el 'Live Aid' organizado por Bob Geldof y Midge Ure, el 13 de julio de 1985, para recaudar fondos contra el hambre en Etiopía y que tuvo lugar simultáneamente en Wembley y Filadelfia.

Sting, Phil Collins -que cantó en Londres y en Filadelfia el mismo día gracias al avión Concorde-, U2, Dire Straits, Queen, David Bowie, Elton John y Paul McCartney, aparecieron por el escenario.

Un año más tarde también pasó a la historia del estadio el concierto de Queen, inmortalizado en un álbum en directo y en video, así como el paso de Michael Jackson en julio de 1988, con el príncipe Carlos y la princesa Diana en el palco real.


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