Por Bárbara Marín |8 de marzo de 2022, 6:00 AM

Costa Rica tiene historia. Y en esa historia, escrito está el paso de valiosísimas mujeres que han dejado una profunda huella para la construcción igualitaria de un país que demanda una ardua lucha por los derechos de todas, incluyuendo a aquellas que todavía no han nacido.

Podríamos mencionar a: Ángela Acuña Braun, primera mujer jurista que logró liderar el movimiento para que las mujeres pudieran ejercer su voto, Felícitas Chaverri, primera mujer en alcanzar un título universitario en el país y que blindó la apertura en el campo profesional, o Elizabeth Odio, cuya lucha sobrepasó las fronteras, y bajo su cargo en la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, logró el reconocimiento de que la violencia contra mujeres y la violencia sexual eran crímenes de guerra y de lesa humanidad.

La lista es extensa e incluye a mujeres con luchas que tienen cabida en distintos frentes: en lo político, en lo económico, en lo empresarial y en las calles. Cada una de las mujeres que ha librado esas batallas merece reconocimiento, por eso repasamos la historia de una de ellas a continuación.

Nuria Marín Raventós se inició en el mundo del feminismo en los años 80.  Conozca la historia y visión de esta costarricense, abogada y empresaria dedicada de lleno a avanzar los derechos de las mujeres en el país.

Doña Nuria, usted ha visto mucha agua correr debajo del puente, por eso le pregunto: ¿la lucha por los derechos femeninos siempre ha estado llena de obstáculos?

Cuando mi mamá nació, no era considerada como una ciudadana con derechos políticos; no tenía derecho al voto y no lo obtuvo hasta que un grupo de mujeres lo consiguiera con la promulgación de la constitución política de 1949.

Y aquí es muy importante hacer un recuento porque estamos celebrando que vamos a llevar a la próxima Asamblea Legislativa al mayor número de mujeres jamás visto en el plenario. Pero este ha sido un largo y tortuoso camino por recorrer. Llevo los últimos 30 años navegando por este camino y, sin duda alguna, ha sido una lucha considerable. 

Recuerdo que, siendo una joven esposa de un ministro, acompañé a doña Margarita Penón (exesposa de Óscar Arias) para la aprobación de la Ley de Igualdad, gracias a la cual se habló, por primera vez, sobre la equidad femenina por medio de acciones afirmativas. El país se escandalizaba con este tema en aquel entonces e, inicialmente, no aceptó incorporar las acciones afirmativas. Estas cuotas o acciones afirmativas partían del principio de que los hombres y las mujeres no estaban compitiendo en condiciones de igualdad y que, por lo tanto, debían darse las condiciones favorables para que verdaderamente se compitiera de manera igualitaria. 

Eso sale a partir de la Sala Constitucional, en un voto histórico redactado por la exmagistrada Virginia Calzada, donde ella hace un recuento histórico sobre el estado de la mujer en Costa Rica y concluye que en nuestro país las mujeres no compiten en condición de igualdad y que por eso eran válidas las acciones afirmativas que proponíamos.

"Todo esto para contarles que la lucha no ha sido fácil. Detrás de cada derecho que hemos conquistado, muchas veces han habido retrocesos, por eso hay que dar dos o tres pasos atrás para volver a retomar la lucha", aseveró Marín.

La pandemia es un nuevo contexto que, según cifras estatales y mundiales, le ha complicado el camino a muchas mujeres.

La crisis del 2008 y 2009 se define como una crisis mayoritariamente masculina, porque impactó las industrias y las actividades económicas con mayor participación de hombres, sin embargo, 10 años más tarde, esta nueva crisis provocada por la pandemia es una totalmente femenina porque la mayor cantidad de trabajos que se perdieron en el mundo y en Costa Rica tienen que ver con actividades ocupadas mayoritariamente por mujeres: el comercio, turismo, hotelería y restaurantes, entre otros. 

Esto llevó a que el país ocupara a niveles históricos de desempleo, en donde la media nacional estaba por los 24-25%, que es una tragedia nacional, pero en el caso de los hombres era del 20% y en el caso de las mujeres era del 30%. Las más golpeadas por esta crisis fueron las mujeres menores de 24 años.

1 de cada 3 mujeres no podía encontrar trabajo, agréguele a esta crisis la circunstancia económica tan demandante el hecho de que a las madres de familia les enviaron a los hijos a la casa y entonces, además de tener que llevar el sustento a sus hogares, tenían que convertirse en enfermeras y en profesoras de los hijos. Las madres han tenido dos años de pandemia muy difíciles.

Así que, si hace dos años estábamos con una agenda demandante, en esta época, más. 

¿Cuál es ese ingrediente que ha mejorado el nivel de organización de las mujeres para alcanzar metas conjuntas? 

Yo creo que han habido dos grandes avances en los últimos años: el primero, entender que las mujeres divididas no vamos a ningún lado. Yo, que comencé con el feminismo en la época de los 80, vi cómo las mujeres luchaban entre ellas, y yo creo que los hombres promovían esa división porque, según dicta la frase popular: divide y vencerás.

Pienso que ya las mujeres entendieron que trabajando juntas podemos lograr más, pero también, gracias al llamado de las Naciones Unidas (ONU) y de una realidad sobre la que nos estábamos dando cuenta en los diferentes países, es que no podemos tener esa discusión sin los hombres en la mesa. ¿Qué significa esto? Ese fue el lanzamiento que hizo la ONU mediante su proyecto He for She, que consiste en que los hombres acompañen a las mujeres en esta lucha.

Yo digo que la lucha de los derechos por las mujeres se resuelve cuando el 100% de la población, tanto hombres como mujeres, se vuelvan feministas y luchen juntos por los derechos igualitarios.

Yo creo que en ese tema sí hemos avanzado; tenemos grandes aliados hombres, que también nos abren camino en esa lucha por la reivindicación de lo que nos corresponde. Aquí no estamos reclamando nada que no nos corresponda.

Nosotros merecemos tener los mismos derechos que todos los hombres en el mundo.

Menciona que inicia su camino en los años 80. ¿Hubo un hecho específico que la marcara para empezar esa lucha?

Se va a sorprender porque le voy a decir la fecha exacta en la que me convertí en feminista: el 4 de junio de 1986.

Yo comencé muy activamente en la Universidad, y, como lo saben todos me conocen, soy hiperactiva; siempre estoy en mil actividades, llevaba dos carreras, cursaba estudios generales, estaba súper metida en política, pero, como muchas mujeres, yo no pensaba en las acciones afirmativas, porque yo soy una mujer privilegiada, he tenido la posibilidad de recibir una buena educación y esto es la gran herramienta que tenemos las mujeres. En aquel momento yo decía, "yo por mérito propio lo puedo lograr". 

Pero ese día en concreto yo era una mujer joven, profesional, recientemente graduada, universitaria, y estaba embarazada de seis meses y medio. El doctor me dice: usted tiene un tumor y tengo que operarla mañana de emergencia porque si no, ese tumor se puede reventar con el embarazo, porque había crecido muchísimo, y puede afectar el crecimiento de su hija. 

Yo, al día siguiente, tenía un juicio laboral. A las 7 a.m. mi marido llegó con la incapacidad médica y con toda la epicrisis de lo que yo iba a vivir a las 8 a.m. durante la operación, pero aún así, el juez laboral no interrumpió el juicio.

O sea, que el hecho de que se tratara de una mujer embarazada de seis meses y medio, operada por un tumor y con la necesidad de continuar con ese tratamiento, no fuera razón suficiente para suspender el juicio, dice mucho por sí solo. Ahí comprendí que esa sensibilidad de género no existía en el país.

Yo cuando doy charlas en diferentes partes del país digo: si un compañero de futbol hubiera llamado a ese juez y le hubiera dicho: “mae, me quebré la pierna y no puedo ir al juicio”, yo estoy convencida de que ese juez lo hubiera suspendido, especialmente si hubiera sido un juicio laboral como el mío.

Entonces, ahí entendí que la lucha era muy grande, que tenía una hija en camino y que yo tenía una labor y una responsabilidad por trazarle el camino a las que venían detrás. Desde aquel momento, interioricé ese compromiso y me aboqué a la causa, a pesar de que primero empecé como abogada en actividades pequeñas y empresariales, nunca he perdido mi promesa a mí misma de que mi legado de vida es hacer de la vida de las mujeres de este país una más sencilla de la que yo viví. 

Desde su propia trinchera ¿cuál ha sido su principal frente de acción? ¿Será acaso la política? 

En realidad, no. Yo creo que la política es una parte, efectivamente, porque es una plataforma muy importante que incide en políticas públicas pero realmente mi contribución han sido los más de 25 años de trabajo desde diferentes ONGs para el fortalecimiento de las mujeres. 

He estado en la Asociación Costarricense de Mujeres Universitarias; fui su presidenta en dos ocasiones. Esta es la organización que reúne a las pioneras, de hecho nuestra primera presidenta fue Emma Gamboa y nuestra primera fiscal, Ángela Braun.

Acompañé a Margarita Penón en la lucha de la Ley de Igualdad, también la acompañé a la conversión del Centro de Mujer y Familia en el Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU), en estos casos mi aporte sí consistía en una participación típicamente política.

Posteriormente, me aboqué a diferentes ONGs. Una de ellas es CrediMujer, y está destinada al otorgamiento de créditos de micro y pequeñas empresarias, afiliada al Banco Mundial.

Cuando terminé en la Asociación Costarricense de Mujeres Universitarias, seguí atendiendo a las reuniones de la junta directiva, y ahí, un día nos preguntamos: ¿si siguiéramos trabajando, qué haríamos? Llegamos a la conclusión de que queríamos fundar una organización, entonces nos dijimos: vamos a hacer pocas cosas, pero, lo que vamos a hacer, lo vamos a hacer muy bien.

Así surgió ALAS. Un sueño de 10 mujeres de diferentes edades y de diferentes procedencias que decidimos empoderar y hacer visible el talento femenino, porque odio cuando los medios de comunicación o las personas dicen "es que aquí no hay mujeres talentosas que puedan hacer eso". No. Yo lo que digo es que sí hay mujeres talentosas, pero están trabajando tanto y tienen tantas responsabilidades que no tienen tiempo para hacerse visibles. La tercera misión es conectar, y sobre este punto destacaría el poder de las redes.

Yo creo que para muchas mujeres es importante compartir obstáculos, yo creo que todas las mujeres, y yo que me considero empoderada, han sufrido obstáculos. Mi esposo es mi socio al 50% en todas nuestras actividades y sin embargo, los banqueros (y muchas veces los mismos empresarios) ven a mi esposo como empresario y a mí no, entonces yo tengo que golpear la mesa y decir: "perdóneme pero discúlpeme, yo soy tan empresaria como Antonio".

Hay hombres que dirán, pero ¿qué derechos, acaso no tienen las mujeres los mismos derechos que los hombres en Costa Rica?

No. No es una majadería de nosotras las mujeres. Hay varios datos duros, por ejemplo, el nivel de desempleo de las mujeres es más alto que el de los hombres, la paga por igual trabajo es más bajo para las mujeres; para ascender a los puestos de toma de decisiones, no es que no haya mujeres capaces, pero eso de que en las juntas directivas solo haya entre un 12 y un 15% de mujeres y en los puestos de las tomas de decisiones solo un 4% nos habla de que efectivamente no estamos en igualdad de condiciones. Aquí no estoy hablando de temas sensibles y dolorosos como es la violencia que se presenta de diferentes formas.

Nosotros nos enteramos de las mujeres asesinadas en las noticias, pero detrás de ese fallecimiento hay toda una violencia física y psicológica que la precede y que además se incrementó durante la pandemia por la cohabitación en casas de habitación que no estaban preparadas para tener a toda la familia trabajando, estudiando e interactuando de manera conjunta.

Así como en los partidos de fútbol la violencia se dispara, esa convivencia también aumentó los niveles de violencia, aunque también tenemos violencia patrimonial, violencia sexual, y además, en nuestro país, es el eslabón más débil de la justicia costarricense. En estos casos de violencia sexual, las condenas no llegan ni a un 10%, es decir, de cada 100 casos, si acaso, 10 llegan a una condena, entonces estamos hablando de una amplia impunidad.

En su paso por el mundo, ¿ha reconocido diferencias respecto a virtudes de empoderamiento que tienen otras mujeres en el mundo que puedan servir para avanzar la causa de las costarricenses? 

En ese tema de diferenciar en el foro personal de las mujeres costarricenses con respecto a otras, tengo que reconocer que ese ejercicio en particular no lo he hecho. Pero, sí lo hemos hecho internamente en Costa Rica.

ALAS, antes de lanzarse al país con programas propositivos, talleres y conferencias, hizo un estudio que nos tomó un año, y para el cual entrevistamos a mujeres de todas las edades, en todas las posiciones y especialistas en recursos humanos. A mí me sorprendió muchísimo el resultado de este estudio.

Yo creí que iba a impartir acompañamiento en finanzas, contabilidad, planeamiento estratégico, pero no. Resulta que, cuando analizamos las habilidades duras de las mujeres (que son aquellas que se adquieren en las escuelas, colegios y universidades) las mujeres están en mejor condición que los hombres. Lo vemos con las graduaciones en las universidades, donde ya más del 50% son mujeres, exceptuando las áreas STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas).

El tema es interno, tiene que ver mucho con la cultura que existe en Latinoamérica, y esa situación de desigualdad inicia desde que son niñas, desde el momento mismo donde el padre y la madre deciden tener hijos. Y, cuando lo hacen, muchas veces se inclinan a decir "quiero que mi hijo mayor sea un hombre". 

La problemática continúa conforme nuestros hijos empiezan a crecer; vemos un trato diferenciado entre los hombres y las mujeres desde la adolescencia, cuando a los hijos se les estimula a ser competitivos y a las mujeres se les dice: juegue para participar pero no para ganar. 

"Otro ejemplo es que, cuando las niñas llegan al colegio, los estándares y los estereotipos sexuales se convierten en caldo de cultivo para el bullying presencial y cibernético en contra de muchas mujeres, ya que culturalmente se parte de un estereotipo idealizado de la belleza, entonces, ¿qué pasa? Yo digo que nosotras nacemos águilas y a lo largo de la vida nos van cortando las alas".

¿Es posible pensar que el alcance de los derechos plenos de las mujeres vendrán con las nuevas generaciones?

Creo que hay esperanza, pero también hay indicios de que hay que trabajar más. Por ejemplo, antes de la pandemia, empezamos a ver que los millennials se han decantado cada vez más por asumir una mayor responsabilidad en el hogar, un fenómeno que está a años luz de lo que vivimos en mi generación, y este avance lo aplaudo plenamente.

Sin embargo, hay estudios que indican que cuando llega la maternidad, hay un retroceso a los roles tradicionales. Esto supone una recarga en la educación y en el cuido de los niños en manos de las mujeres y esto es producto, también, de que no haya una licencia de paternidad, como sí lo hay en otros países más desarrollados. En este momento, el Estado, y eso parte de mi lucha en este momento, no tiene una verdadera red nacional de cuidado, por lo que la responsabilidad seguirá recayendo sobre las mujeres hasta que eso no cambie.

Esto no significa que en cuatro años lo vamos a lograr, lo que significa es que, dentro de unos años podremos tener un país donde cualquier madre de familia o padre de familia tengan la posibilidad de llevar a un niño desde que nace y hasta que cumpe los cinco años a cualquier centro de cuido de calidad. Dichos centros no solo serán de cuido, serán también de estimulación temprana, sensibilización en áreas de ciencia, tecnología y matemáticas, porque está demostrado que la educación temprana es la educación que más reditúa como inversión en un país. 

¿Cuál sería ese sueño que está pendiente de cumplir, ese que no quisiera dejar inconcluso antes de abandonar este mundo terrenal?

En Estados Unidos, se habla mucho sobre cuál sería el obituario que yo quisiera tener en mi lápida, y si pudiera en algún momento decir que "ella hizo la diferencia en la vida de muchas mujeres", yo me voy tranquila, porque de verdad que ese ha sido mi interés en todos estos años.

Yo creo que tenemos una deuda con las mujeres y además estoy convencida de que, si las mujeres se integran a la economía costarricense, será la mejor decisión como país porque en este momento perdimos el bono demográfico. Antes nacían muchas más personas. 

En este momento, las familias tienen cada vez menos hijos y entonces tenemos un reto como sociedad de que vamos hacia un envejecimiento en donde cada vez tenemos menos contribuciones a la seguridad social, y ahí es donde pueden entrar esas mujeres que, por razones de cuidado, no pueden salir a trabajar fuera del hogar, que no pueden generar sus ingresos y que podrían estar contribuyendo a la seguridad social, a los sistemas de pensiones, pero además se estarían garantizando un sistema de vida en la adultez que sea digno. 

Especial Mujer