Por Bárbara Marín |8 de mayo de 2022, 15:20 PM

En el cantón central de San José hay al menos 70 locales que pueden generar alguna actividad de carácter sexual, como night clubs, saunas, salas de masajes, prostíbulos, etc. 

Según Marcelo Solano, director de la Policía Municipal de San José, entre 700 y 1.200 mujeres se dedican a la prostitución en la zona, un dato prepandemia.

Glenda Ávila, de 45 años, es una mujer que ha vivido un proceso de metamorfosis en su vida. Durante muchos años se dedicó a la prostitución, actividad que desempeñó entramada en un círculo de adicciones y afectaciones profundas, tanto físicas, psicológicas como espirituales. 

Hoy confiesa estar agarrada de Dios y sentirse una mujer plena, gracias a que un día decidió acercarse a la Fundación Casa Esperanza. 

Esta mujer invita a todas las personas que pasan por situaciones difíciles a que tomen las riendas de su vida y que crean que "sí se puede salir adelante".

¿Cómo fue tu niñez?

Tuve una infancia muy bonita, mi mamá era una mujer muy esforzada y valiente. Es una de las personas que yo más admiro en la vida, increíble, pero trabajaba mucho y yo comencé a juntarme con algunas personas que no eran correctas. 

En el barrio se movía de todo y mi mamá, inocentemente, no se daba cuenta de muchas cosas… Permanecíamos con niñeras y cosas así, pero era muy difícil para mi mamá abarcar nuestra niñez, porque ella tenía que trabajar. Ella era madre y padre, y le costó mucho.

¿Tenías una personalidad complicada o todo se da por las malas juntas?

Me escapaba de mi casa y hacía muchas diabluras, era totalmente hiperactiva, desobediente, hacía lo que me daba la gana, me decían que no saliera y yo salía, me juntaba con malas personas, a pesar de que los padres siempre llegan y le dicen a uno: no te juntes con fulano porque no es bueno.

¿Cómo pasas de la rebeldía a la prostitución?

Me escapé de mi casa por la misma rebeldía que tenía y me fui a Golfito. Caí de un hogar lleno de amor, con una mamá muy trabajadora, al mismo infierno. Conocí las drogas, conocí que yo podía vender mi cuerpo, y yo empecé a ver que yo podía sobrevivir "sola", bajo un círculo vicioso.

¿A qué edad?

En mi adolescencia, a los 13. Comencé a perder el control porque era la forma en la que yo podía evadir mi realidad. 

Ya después, como a los 17 años, quería huir de Golfito porque había un ambiente muy machista, entonces decidí venirme hacia San José y venía con mi hija de 15 días de nacida. Cuando llegamos a San José, mi mamá me acogió, me volvió a ayudar, pero yo ya no quería estar en la casa.

¿Ya ahí eras alcohólica?

Sí, ya era alcohólica, alcohólica.

¿Y continúas con la actividad sexual como medio para mantener a tu hija?

Yo comienzo a buscar trabajo y no consigo un trabajo normal, y comienzo a engañar a mi mamá, con muchas cosas, y a decirle que tenía un trabajo normal, pero me estaba prostituyendo.

¿Tu hija fue criada por tu mamá?

Todas mis hijas fueron criadas por mi mamá.

Yo volvía a mi casa a dormir, pero ya ahí mi adicción comienza a acrecentarse, y había días que no aparecía o llegaba en malas condiciones y tenía que esconderme para que no viera. 

Casi que todo mi dinero era para las sustancias, pero eso no quería decir que no amara a mi hija, yo la amaba mucho, mis hijas son mi vida, son mis ojos, son mi corazón y mi alma.

Me comentaste anteriormente que trabajaste en un night club que reunía a personas de altos ingresos, ¿eso quiere decir que ganabas bastante dinero?

De la alta alcurnia, sí, podían ser $500 la noche, y para ese entonces era un montón.

La juventud en la prostitución quiere decir dinero. Cuando eres joven y comienzas a prostituirte, vas a ganar mucho dinero, y uno cree que la juventud va a durar toda la vida, uno cree que ese estatus social que uno llega a tener va a durar mucho, pero la vida pasa y pasa su factura.

Entre lujos y estatus social, ¿quedaba alguna sensación de vacío?

Claro, uno se siente como un pedazo de carne, uno se siente como que llegan, te utilizan y simplemente para eso sirves. Uno en ese ambiente siente que no vale nada, uno siente que no puede hacer nada más que eso. Nací para esto y en esto me quedaré.

¿Era un sentimiento que compartían las demás mujeres trabajadoras sexuales?

Pasan por lo mismo y todas se sienten así en alguna oportunidad. No te digo que siempre vas a andar deprimida, pero, sí, uno se siente usado.

¿Y cuándo no estás deprimida, seguramente estás bajo los efectos de las drogas? 

Sí, estoy bajo los efectos de las drogas.

La gente a veces se deja decir que la vida de la calle o de la prostitución es el camino fácil. ¿Qué tiene de fácil?

Nada, la gente no tiene una idea de todo lo que una mujer que trabaja en la prostitución arriesga, muchas no sobreviven, muchos hombres les pagan para golpearlas, muchos hombres les pagan para violarlas, muchos hombres les pagan para matarlas. 

Tengo muchas conocidas que han muerto en manos de sus clientes. Eso no tiene nada de fácil. Creo que es el trabajo más antiguo que existe y uno de los más peligrosos.

He visto padres llevando a sus hijos a una esquina y montarlos a un carro para prostituirlos con un extranjero, porque yo lo he visto. He visto a madres llevar a sus hijas adolescentes a prostituirlas y las acompañan para cobrar el dinero de ellas, eso lo he visto en mi vida muchas veces.

Me dijiste que estuviste presa y que preferís reservarte el motivo de la sentencia, pero fueron 10 años en prisión. ¿Durante ese periodo seguiste consumiendo y dedicada a la prostitución?

Seguía siendo activa en la cárcel, en el consumo. En la cárcel hay mucha disponibilidad y hay muchas maneras de hacer dinero. Se venden cosas, se vende mercadería, se sacan cosas, se meten drogas, se continúa la prostitución con otras cárceles. 

¿Qué hiciste el primer día en libertad?

Me fui para las calles a consumir y a hacer lo único que sabía hacer, que era vender mi cuerpo.

¿En qué estado sales de la cárcel?

Deteriorada.

¿Y moralmente? 

Destruida. Ya ahí no valía nada. 

¿Y sin poder económico para poder dormir en una cama? 

Usted lo ha dicho. Dormía debajo de un puente que queda por el Ministerio de Trabajo, y a veces me acostaba sin dormir, a veces pasaba alguien y me regalaba comida. A veces no.

Los años no perdonan y el deterioro de las drogas pasan su factura, ¿no estabas cansada para ese momento?

Sí, ya estaba cansada, necesitaba un cambio, no estaba en edad de seguir ahí, ya uno llega al punto donde no quiero seguir en lo mismo, pero no hay muchas opciones.

Después de ahí conozco la fundación. La fundación le da alimento solo a las mujeres, y comienzo a acercarme porque comienzo en esa etapa en la que yo no quiero la vida que tengo.

En todos estos años lo único que conocía era a mi mamá y a mis hermanas, y siempre traté de mantenerme al margen para que ellos no tuvieran que sufrir lo que yo había sufrido... Mucho menos que me tuvieran que ver en las condiciones tan deterioradas en las que estaba. No lo hice porque mi familia no me quisiera, o no me quisieran ayudar, sino para que ellos no tuvieran que verme, avergonzarse o tener que decir, esa es mi mamá, o esa es mi hermana y que sientan vergüenza, por eso me mantuve al margen.

Entonces comienzo a conocer la fundación y Cristo comienza a atacar mi vida (risas), Dios comienza a mandarme muchas personas, me ofrecen un nuevo modo de vivir, me ofrecen una nueva oportunidad de tener ingresos diferentes, de no tener que utilizar mi cuerpo, donde no tengo que utilizar mi fuerza, donde no tengo que arriesgar mi libertad o mi vida o mi integridad.

Comienza a motivarme con programas de emprendedurismo, con cursos, charlas, terapia, consejeras, encuentros y me dan la mano de Dios, y comienzo a disponer mi vida. 

¿A qué te dedicas hoy?

Hoy tengo varios cursos en reducción de daños, del IAFA, sobre adicciones, tengo en realidad siete títulos, como para trabajar con personas con problemas de adiciones, tengo muchas cosas para mi futuro. 

Hoy estudio asistencia de paciente geriátrico, hoy mis compañeros son súper lindos y me tratan de una forma diferente, las personas me ven de una forma diferente. 

Las personas ya no ven a esa mujer que se paraba en la esquina y tenía que hacer muchas cosas. Hoy me ven como una emprendedora, como una mujer esforzada, con muchas ganas de vivir y pienso seguir estudiando, seguir creciendo, tengo un buen trabajo, en una de las mejores clínicas de este país que se llama Despertares, me llevo muy bien con mis compañeros. 

Hoy me siento una mujer plena, tengo todo lo que un ser humano puede pedir, tengo una familia hermosa, tengo hermanos lindos que me quieren, tengo hijas que me hacen sentir orgullosa, tengo nietos, una casa, comida, trabajo, pero principalmente tengo a un Dios que me ama sobre todas las cosas. 

Tengo a un Dios que ha cambiado mi vida y que todo lo que me da es bendición, y eso se lo agradezco mucho a la fundación.

No es tan sencillo, pero se puede...

 Existen programas que los pueden ayudar y existe un Dios lleno de amor que puede cambiar la vida de cualquier persona, puede sanar cualquier herida, puede llenar cualquier espacio que usted tiene, eso solo lo llena un Dios.

Para cualquier tipo de adicción hay lugares muy buenos, con buenos profesionales, pero si no tengo a Dios, nada soy. Todo lo que he logrado y la plenitud es gracias a Dios, porque Él ha sido el que ha cambiado mi vida.