Por Eric Corrales |5 de septiembre de 2021, 8:00 AM

Constantino Morales Rosales es un hombre humilde y ha demostrado que, si algo realmente se quiere, se puede. Este señor de 62 años y padre de cuatro hijos cuenta su historia de superación: pasó de ser un jardinero de hotel a un empresario de pajillas de bambú.

Se ha convertido en un ejemplo de vida para sus familiares y todas las personas que le rodean, sobre todo por encontrar un negocio sostenible en algo tan simple como el bambú.

Teletica.com conversó con este empresario, quien asegura que la clave del éxito se encuentra en la innovación y la perseverancia.

¿Cómo nace la idea de las pajillas de bambú?

Yo había sido jardinero, por ocho años, de un hotel en Manuel Antonio. Conversando con el cocinero, hablábamos de las pajillas de bambú. Le conté que, cuando nosotros éramos niños, íbamos a la finca y agarrábamos el bambú para jugar y para tomar chicheme.

Como el hotel ya era sostenible, a mí se me vino la idea. Le llevé tres pajillas, él me dijo que si era real, yo le dije que sí, en la finca de mi papá hay mucho bambú entonces yo conocía ese sistema.

Yo le llevé tres pajillas y él las presentó al hotel y les llamó la atención, entonces me dijeron que si yo podía vender ese producto.

¿Cómo inicia en el negocio?

Yo comencé a traer 10 o 15 unidades, sin mucho conocimiento, pero como al hotel le gustó la idea, me dijeron que sí podía venderles más.

Les dije que sí y me vine a mi casa, les conté a mis hijos y a mi esposa y ya comenzamos a trabajar en eso.

Comenzamos a procesarlas, a innovar, a ver cómo las hacíamos mejor, más estéticas, cómo tratar bien el bambú, porque el bambú es muy delicado, tiene huequitos y hay que tratarlo con mucho cariño.

¿Cuándo expande el negocio?

Bueno, comenzamos a trabajarlo con mis hijos y comenzamos a vender 150 pajillas, 300, 400 unidades... Se corrió la voz y otros hoteles comenzaron a ver la idea, vieron que el producto era muy bueno y 100% ecoamigable.

Entonces yo hice facturas timbradas y me puse al día con Tributación y toda la cosa.

¿Tuvo miedo de “lanzarse al agua”?

Sí, al principio tuve mucha duda; pero dije 'hay que seguir adelante', me hice de contador público y todo. No le voy a negar que al inicio me resultó muy difícil, pero siempre seguí en la lucha, hasta alcanzar, gracias a Dios, lo que hoy en día tenemos.

Ya luego me comenzaron a pedir en grandes cantidades, que 2.000, que 3.000 unidades, 5.000, ya el proceso se iba agrandando.

Seguimos y fue un éxito, yo medité con mis hijos y establecimos la microempresa. Al principio cuesta, pero ya cuando conocen la calidad de tu producto y te conocen como persona confían más en tu trabajo.

¿Es peligroso el bambú?

Para nada, incluso hicimos un estudio para saber si la planta era venenosa o no, pero eso lo come el ganado, la oveja, el venado, todos esos animales. Cuando el estudio demostró que no era venenosa, en el Ministerio de Salud me dieron el visto bueno. Fue cuando ya comencé a ampliar el negocio, a buscar mercado.

¿Cómo realiza el proceso desde que corta el bambú hasta que lo vende?

Debido a que el bambú es muy delicado, no soporta ninguna máquina porque, por más lenta que sea, siempre lo daña. Entonces, todo el proceso se debe hacer a mano, de forma artesanal como dicen.

Nosotros vendemos cinco variedades de pajilla: la de batido, la de trago de 13 centímetros, la de coquito que también es de 13, vendemos remador y para bebidas gaseosas.

De la misma planta se consiguen las cinco variedades, en los hoteles se usan dos variedades por lo general, que es la de trago y la de batidos, en las cafeterías se una mucho la de remador y en restaurantes la de bebidas gaseosas.

Con el coquito ha sido un éxito porque la pajilla de plástico no perfora el coco, se doblan, en cambio estas si perforan el coco y son más fuertes.

¿Es útil una pajilla de bambú?

No solo es útil, es la mejor, la pajilla de cartón se deshace muy rápido y a la gente no le gusta, la de plástico biodegradable se rompe y se dobla muy rápido, lo mismo con la de arroz, en cambio la de bambú es resistente, duradera.

¿Recibió apoyo de su familia?

Sí, en todo momento. Un negocio es un trabajo en equipo, se necesitan varias personas, nunca se hace solo, yo trabajo con mis hijos, mi esposa, mis sobrinos, otros familiares que tienen bambú en otras fincas, siempre uno necesita de alguien.

Para suplir con las cantidades que necesito, en mi familia muchos tienen finca, entonces ellos me venden el bambú.

¿Cómo sobrevivió con la pandemia?

Ah, sí… Ha sido muy duro, antes de la pandemia me han pedido 30.000, 40.000, hasta 50.000 por mes, tal vez más.

Con la pandemia me cancelaron muchos pedidos porque muchos hoteles y restaurantes cerraron, fue muy duro el golpe para la zona turística, entonces se me vino abajo el negocio. Pero hay una empresa que me siguió comprando, entonces me sostenía con eso.

Este año todo va mejorando gracias a Dios, aunque hay competencia ahora, al principio muy lindo porque no tienes competencia, pero ahora la gente que ve esto como negocio buscan el producto y se ponen sus negocios. Dios da para todos un poquito.

¿Las pajillas son reutilizables?

Bueno, algunos hoteles la reutilizan, en el Ministerio de Salud me preguntaron si se puede reutilizar, pero yo recomendé que no, porque como el batido tiene miel y la pajillita tiene grietas por dentro, entonces se puede crear un hongo y podría ser venenoso para el ser humano.

Pero algunos hoteles las reutilizan, eso sí, las esterilizan bien, las lavan con vinagre y eso, pero ya eso está fuera de mis responsabilidades.

¿A dónde se desechan?

Se pueden hacer en materia orgánica porque es un producto biodegradable, se puede hacer en compost, es bueno para la naturaleza. Se utiliza y vuelve al suelo sin ningún problema.

Como la pajilla es algo natural, biodegradable, que no contamina, yo pienso que sí funciona, porque es un producto que es sostenible y siempre se necesita en los negocios. Incluso, hasta se puede tirar al zacate que no contamina porque es como tirar una ramita que el suelo va a absorber tarde o temprano.

¿Cuál es el secreto para poder surgir desde abajo?

Yo pienso que el secreto es ser persistente en los negocios. La vida es una lucha constantemente, hay que seguir adelante. Cuando uno agarra un negocio, tiene que saber trabajar el primer punto, organizarse, ser una persona muy formal, sin máscaras eso sí, ser serio en el trabajo, y persistente.

Aunque da un poco de miedo, a mí una vez un extranjero me ofreció ponerme una compañía internacional, me dijo que por dinero no me preocupara, pero a mí me dio miedo por el hecho de que ellos son muy inteligentes y, tal vez si hubiéramos hecho una sociedad, aunque hubiéramos salida avante, luego puede ser un lavado de dinero, entonces y le dije que no, que mejor nosotros íbamos luchando poco a poco.

¿Ha exportado las pajillas a otros países?

Directamente no, pero yo estuve vendiéndole a un cliente que se las llevaba a otro país, yo le vendía que 15 o 20 mil, de hecho, en Miami me dijeron que yo podía enviarlas, pero sale muy caro, imagínese que el kilo de peso vale 90 dólares y, por ejemplo, 10 mil pajillas que pidan ya son como 12 kilos. Sale muy caro.

Entonces ellos dijeron que mejor no, que cuando ellos viajaban se llevaban el paquete en la maleta o así, y las ponía en San José y ellos se las llevaban, de hecho, muchos de mis clientes las trasladan a otro país.

Tengo un cliente que se las llevaba a Panamá para exportarlas. Sí se puede, pero tal vez más adelante porque ya eso lleva otro tipo de logística.

¿Qué mensaje les da a las personas que tienen miedo de emprender?

Bueno, primero hay que capacitarse en lo que se quiere hacer, yo me capacité en materia orgánica, se hacer todo tipo de abono orgánico, mucho fungicida orgánico y mucho quemante orgánico, entre otros.

Yo pienso que si el hombre no tiene visión es un trabajador más en el país, hay que lanzarse, pierda o gane, el miedo mata a la persona.

Las cosas no nacen de hoy para mañana, mientras todo vaya bien usted sigue adelante, a como está esto en el país tenemos que buscar ideas propias, negocios que levanten.

Pronto espero ponerme un criadero de camarones.