Por Daniel Carmona |2 de junio de 2024, 8:00 AM

Nubia Ordóñez no dudó cuando recibió la llamada de una amiga, para ofrecer, de forma voluntaria, su ayuda para formar ‘La Sala’, la organización de trabajadoras del sexo, pese a estar ya retirada del negocio. 

Casi tres décadas después de esa conversación, Ordóñez se convirtió en la primera mujer asegurada por la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), bajó su verdadera profesión, trabajadora sexual. 

La activista conversó con Teletica.com, en el marco del Día Internacional de la Trabajadora Sexual, conmemoración que recuerda la manifestación de centenares de mujeres en 1975, en una iglesia católica de Francia, para pedir el apoyo de las autoridades y los derechos de las trabajadoras sexuales.

¿Cómo fue que usted llegó a convertirse en una trabajadora del sexo?

Cuando tenía 17 años, más o menos, fue mi primer trabajo en una fábrica de envases. Pero, yo sentía como que ahí, en ese lugar, no calzaba, por motivo de que nos pagaban muy poquito, nos explotaban con jornadas de 12 horas al día. 

Y como no tuve la oportunidad de estudiar, decidí salirme de la fábrica y buscar una vida diferente y ganar un poquito más de dinero. 

En ese momento yo conozco una persona que me dice que, en una sala de masajes, se gana mucho dinero, que llega gente de mucha plata y que ahí podía salir alguien que me pudiera facilitar más la vida, entonces decidí tomar unas clases de masaje, porque al principio yo pensé que era exactamente eso, solamente un masaje.

El dueño nunca me detalló bien las cosas, recuerdo que me dijo: ‘ustedes en la habitación hacen lo que ustedes quieren hacer, nadie las está obligando, ese es su espacio, usted hace masajes, gana por hacer masajes, pero si usted quiere hacer otra cosa, usted lo puede hacer, nadie te lo va a reclamar’.

Sin embargo, yo solo inicié con masajes, por ser masajista profesional, pero cuando empecé a ver el dinero que se manejaba, entonces decidí ejercer el trabajo sexual o la prostitución. En ese momento para mí era prostitución, las palabras que nosotras decíamos: ‘sí, esos somos, putas, prostitutas’.

¿Cuánto tiempo estuvo como trabajadora sexual?

Trabajé más o menos cinco años en ese salón de masajes. Nunca he trabajado en un prostíbulo, ni en la calle tampoco. Sí he trabajado por teléfono, por Internet y hasta por Facebook. Ya con mi hijo, un poquito más grande, ya no quería esa vida, ya no quería trasnochar, como que no veía la necesidad de estar en ese lugar, y me compré un negocio en el mercado de la Coca Cola y empecé a tener una vida diferente. 

Ya retirada de la profesión, ¿por qué volvió como activista de los derechos de las trabajadoras sexuales?

Cuando ya tengo varios años con mi negocio, me contacta mi amiga y me dice que ella se dio cuenta de un grupo de personas, en Holanda, que quieren organizar a las trabajadoras sexuales para hacer un programa sobre la prevención de enfermedades de transmisión sexual. 

Y le dije que me parecía genial, que me gustaría mucho participar, ayudarles en lo que yo pueda como voluntaria y también, al inicio, en la decisión de tomar el rol de defender los derechos de las mujeres trabajadoras sexuales. Yo queria aportar un granito de arena para este gremio tan olvidado, ni recordado siquiera. 

No sé exactamente qué pasó en mi mente en ese momento o qué pasó en mi corazón, pero yo dije, debo estar ahí, debo ir y acudir a este llamado de las compañeras del gremio, de lo que nosotros ejercemos, decidí sencillamente ayudar.

La necesidad que tiene este gremio o que tenemos como mujeres trabajadoras sexuales de que alguien nos atienda, de que alguien nos ponga atención, que el Estado nos ponga en algún lugar de la legislación de este país, tener un derecho como cualquier trabajador, es muy grande.

Yo conozco compañeras, que han estudiado, que se han capacitado y que han obtenido, de su trabajo, una propiedad, o han salido del negocio a trabajar en otras cosas como lo hice yo.

En esta lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales, ¿qué ha sido más difícil, el cambiar la mentalidad de sus amigas, que se dedican a labores sexuales, o el cambiar la mentalidad y la forma en que la sociedad las ve?

Ha sido muy difícil cambiar la mentalidad de mis compañeras, ¿por qué motivo? Igual, por los estigmas que recibimos, por ese motivo nadie quiere dar la cara. 

Yo les he dicho, yo me voy a morir algún día o yo voy a decidir algún día, ya no salir más en las entrevistas.

Hay tres, cuatro o cinco compañeros que hemos salido en televisión y todo eso, pero las compañeras, por el estigma y la discriminación, no quieres salir a la luz. Yo digo que, con mis compañeras, ha sido más difícil cambiar el chip de que ya no tienen que esconderse, de que hacemos un trabajo, no están convencidas de salir a la luz, de decir soy trabajadora sexual, es lo que yo decidí hacer. 

¿Cómo fue el proceso para conseguir el reconocimiento de la CCSS como trabajadora sexual?

Fueron muchos años de intentarlo, de ir para asegurarme y decir que soy trabajadora sexual, que no lo pudieran poner y decir que soy vendedora de catálogos, que hago oficios domésticos, una mentira al final de cuentas, pero que en ese momento tenía que hacerlo así porque necesitaba estar asegurada.

Fue pelear y luchar, hasta que el año pasado hicimos un encuentro nacional de trabajadores sexuales, y yo les pregunté: ‘ ustedes, ¿qué quieren hacer? ¿Qué les parece a ustedes hacer de ahora en adelante? ¿Queremos hacer algo fuerte, algo que sea algo para nosotras?’, entonces comenzamos a hacer un informe y lo que salió era que necesitamos el reconocimiento del trabajo sexual en este país, que se reconozca como una profesión en este país, en la legislación.

Todas firmamos el documento y fui a dejar las cartas a la Caja, al Seguro Social, al Ministerio de Trabajo, incluso al Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU), que es muy importante que también nos reconozcan como unas trabajadoras y comenzamos a repartir cartas, pidiendo solamente eso, el reconocimiento.

Y la única respuesta que obtuvimos fue de la CCSS, en noviembre, por ejemplo, el abogado me llamó, me dice: ‘Nubia, buenas noticias, está reconocido el trabajo sexual como trabajo’, yo estaba en la frontera con Panamá, en una tienda, y me senté a llorar porque yo decía: ‘No lo puedo creer‘ y hasta que no lo estuve con el código correcto, no lo creí.

Estamos pendientes porque vamos a poner un recurso de amparo, porque si la Caja nos reconoce como un trabajo, el Ministerio también, aunque sea con el salario mínimo.

¿Cuál es el siguiente paso ahora en la lucha que tienen ustedes?

El siguiente paso es buscar el reconocimiento a nivel de una ley que nos cubra, poder tener un seguro de riesgos del trabajo, en caso de que un cliente nos agreda, poder aparecer como un gremio trabajador, no sé qué tendremos que cambiar, pero nosotros vamos con mucha fuerza para conseguir que sea reconocido como un trabajo.

¿Qué mensaje le envía a la gente y también a sus compañeras, tomando en cuenta que se está cambiando el término de prostitutas a trabajadoras sexuales?

El mensaje que siempre damos es que somos mujeres, somos madres, hijas, esposas, somos personas, y nosotras hacemos trabajo sexual, o sea lo que nosotras hacemos es un trabajo, porque yo me arreglo, me alisto, voy para mi trabajo, voy a traer el sustento de mi hogar, el sustento mío para pagar mis cosas.

¿Por qué no permitir o por qué no aceptar que somos eso? ¿Por qué no?, que la gente, o sea, la sociedad, nos acepte y también el Estado. Queremos que el Gobierno nos atienda porque estamos peleando por los derechos, nos interesa mucho que nos vea como lo que somos, mujeres, trabajadoras, que merecemos derechos, como tiene cualquier otro trabajador”.

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