Por Bárbara Marín |14 de agosto de 2022, 8:00 AM

En este Día de las Madres es importante detenernos a pensar y a reconocer el amor, entrega y abnegación de estos grandes seres humanos.

En Teletica.com conocimos la historia de una mujer que ha cambiado su felicidad por lucha, y quien, lamentablemente, considera que una parte de su ser se apagó cuando a su hijo se le privó de libertad, después de recibir una condena de más de 20 años de prisión.

Y aunque esta mujer está fuera de las rejas, prácticamente vive atada a la condena de su hijo.

Este testimonio es una dosis de la realidad de muchas madres. Actualmente, según datos oficiales del Ministerio de Justicia, alrededor de 15.000 personas están dentro del sistema carcelario. Generalmente, solo se habla de los privados de libertad, pero no de aquellas madres que han sido víctimas colaterales de una mala decisión de un hijo o hija.

Esas mujeres que, antes de que salga el sol, hacen fila en las afueras de un centro penal, cada vez que el sistema les permite hacer una visita; madres que tienen el corazón en la mano cuando escuchan en las noticias que un privado de libertad perdió la vida durante una riña a cuchillo en prisión.

La Reforma
El hijo de esta mujer está recluido, desde hace 12 años, en el centro Jorge Arturo Montero, más conocido como La Reforma. 

Esta madre, quien prefirió conservar su identidad, nos contó cada detalle de lo que vive día con día, desde hace 12 años, cuando se dictó la sentencia de su hijo.

¿Por qué mantener su identidad en secreto?, ¿ha recibido desprecios?

Es muy difícil. La gente juzga mucho cada vez que escucha que alguien está en la cárcel. Sacan conclusiones sin saber y, además, por mi trabajo como enfermera, la gente podría malinterpretar la situación. Ha sido muy difícil.

¿Cómo explicar el amor de una madre?

Es un amor incondicional, en las buenas, en las malas, en la salud y en la enfermedad. Todos tenemos situaciones de las que podemos arrepentirnos, pero si hay algo que siempre nos va a acompañar es el amor de la mamá: ella siempre va a estar ahí, porque ese es el amor de la mamá, estar ahí en todo momento.

¿Aunque duela?

Sí, aunque duela.

¿Cómo ha sido ser madre de un hijo al que solo se puede abrazar dentro de un centro penal?

Muy duro, porque uno no cría hijos para tenerlos en una cárcel, sino para que sean buenas personas, se formen cerca del amor de Dios, porque mis hijos han crecido en la religión; pero, al final, una mala decisión, un mal consejo, amistades, presiones o querer impresionar o tener cosas que no han podido tener, pienso que en algún momento los muchachos se nos desvían en el camino. Pero uno no tiene formularios en el camino para saber cómo es o dónde se puede fallar como mamá. Todo privado de libertad tiene que preguntarse, en algún momento, 'si yo hubiera escuchado a mi mamá, no estaría aquí'

¿Qué pasó en su cuerpo, en su mente, cuando escuchó la condena de su hijo?

Yo, en el momento en el que escuché la sentencia de mi hijo, dije: 'Se me acabó la vida', y así me sentí, sentí que se me acabó, porque mis hijos eran mi centro. No estaba preparada y nadie está preparado para escuchar eso, eso te devasta.

¿Se entra como en una etapa de asimilar o de duelo?

Es algo inexplicable, uno siente como un desconsuelo, uno quiere llorar, uno no lo puede creer, uno quiere creer que es un sueño, una pesadilla, uno quisiera cambiar la historia, devolver el tiempo, y se cuestiona '¿en qué me equivoqué como madre?' Y al final se cuestiona uno si los descuidé, hasta por el trabajo, pero al final uno trata de inculcar los mejores valores y, a veces, se quiere culpar o se cuestiona, pero el que toma la decisión es el muchacho, es el hijo, aunque yo hoy en día también sea una de las afectadas.

¿Se acostumbra a esa nueva vida de ir a visita, llevarle comida…?

Yo recuerdo que la primera vez que yo fui a entregar encomiendas, dejarle las cositas, uno no sabe qué llevar o qué se permite, entonces ahí en la misma fila uno se da cuenta, que la bolsa transparente, nada que tenga maíz.

Yo las primeras veces que fui lloraba desde que empezaba a hacer la fila, porque era terrible y, de hecho, una oficial me dice 'La llorona', porque yo lloraba tanto, yo lloraba todos los días que iba, todos los días, y pasó mucho tiempo para que yo lograra, no asimilar, sino pedirle a Dios fortaleza porque mi hijo necesitaba de mi apoyo y de mi ayuda, y han sido casi 12 años en los cuales yo no he faltado a una sola cita.

Él sabe que cuenta conmigo, él sabe que no soy solo su mamá, que soy una consejera.

¿En estos 12 años ha lidiado sola con esta situación? ¿Y los amigos o familiares?

En condiciones como estas, fallan los familiares; al principio preguntan, pero al final ellos se van alejando y las parejas también. Ellos se vuelven celosos y desconfiados, y las parejas también. Porque al final ellos se aburren. ¿Amigos? Amigos no hay.

Otra cosa es que tener un privado de libertad es tener un gasto grande. Llevarle las cositas cada semana, algunas personas pueden cada 15 días, pero llevarle, aunque sea lo básico, es plata. Puedo decirle que hay gente que ha empeñado cosas para poder ir a ver a sus hijos.

¿Cómo asimila una madre la prisión como castigo?

Alguna gente pensará: 'se lo merecen', pero todos son seres humanos que viven situaciones difíciles y más para los que estamos afuera, porque cada vez que uno escucha de una muerte dentro de la cárcel, uno piensa: 'ay, ¿será mi hijo? Ojalá me llame para saber que todo está bien', y las llamadas son una vez al día, de acuerdo con la disponibilidad de los teléfonos o de acuerdo con lo que ellos puedan conseguir; pero es muy difícil, y esperar para que me llame y me diga: 'mami esté tranquila, fue aquí en el módulo, pero yo estoy bien'. Esto es una tortura, una tortura tremenda.

¿Usted ha perdido ganas de vivir?

Pues, por momentos, lo que pasa es que uno calla muchas cosas, socialmente ya no me hace tanta gracia asistir a ciertas actividades, la Navidad para mí, hace muchos años, no es la misma. Quisiera tener a mis hijos conmigo, con mis nietos y poder compartir. La celebración, los cumpleaños, todo es una tortura porque no estamos todos y, aparte, mi hijo se deprime mucho porque él quisiera estar con nosotros y cocinarnos.

¿Pero hay algo de felicidad?, ¿es feliz?

No, completamente feliz, no. Episodios donde se comparte con la familia, pero es un vacío que no se deja de sentir. Es un vacío, no se es pleno ni completo. Desde hace 12 años, mi vida es completamente diferente. Se apagó una parte de mi existencia y le pido mucho a Dios por él. A veces no me quiero levantar o no quiero compartir mucho o no quiero que me pregunten. Hasta uno resiente algunas situaciones porque uno espera más comprensión, más apoyo, más apertura, incluso de las autoridades.

¿El amor de madre puede ser doloroso?

Lo mejor que le puede pasar a una madre es ver a su hijo nacer, crecer, verlo caminar, alcanzar metas y triunfos, pero también duele porque, al final, todo lo que le pase al hijo le va a afectar a uno porque uno solo quiere cosas buenas para ellos, pero no siempre son cosas tan buenas, igual, tenerlos con salud es muy importante; pero, cuando ellos están ahí adentro, en cualquier momento hay una pelea por una barra de mantequilla, por quitarle los tenis, porque lo vieron mal o porque le insultaron a la mamá… Una mala cara o no dar un cigarro puede costar la vida en un centro penal.

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