Por Mariana Valladares 1 de septiembre de 2025, 17:00 PM

Hace 40 años, tres hermanos costarricenses empezaban a construir un legado que transformaría la infancia de miles de niños: Los Pirulos. Lo que inició como payasos de teatro, pronto se convirtió en un fenómeno que unió música, risas y enseñanzas.

“La alegría que transmitimos a los niños es lo que nos ha sostenido todos estos años”, confiesa Pirulón, uno de los fundadores.

En sus primeros pasos, Los Pirulos improvisaban todo. Para anunciar los eventos en diferentes comunidades, se vestían con pelucas y trajes prestados. Los primeros vestuarios llegaron gracias a su hermano Francisco, que les prestó vestuarios de bufón. Los zapatos eran unos simples “chinas”, bajos y ágiles, ideales para correr y actuar.

“Nuestro primer pago fue arroz con pollo y unas fotos de recuerdo, y todavía las guardamos con cariño”, recuerda Pirulillo.

El maquillaje también fue un proceso de experimentación. Usaban óxido de zinc, aceites y pigmentos artesanales, algunos tan fuertes como el ocre, hasta que lograron perfeccionarlo gracias a la experiencia de payasos internacionales en festivales de Panamá, Puerto Rico y Guatemala.

Los Pirulos
Los Pirulos celebraron 40 años de historias este fin de semana, con una actividad en el Museo de los Niños que incluyó la exposición de sus trajes. 

“Antes de esto, usábamos maquillajes inventados, pero aprendimos técnicas que nos ayudaron a mejorar y profesionalizar nuestro arte”, explica Pirulón.

​La música e identidad de Los Pirulos

La música se convirtió en un pilar del grupo. Su primera canción fue un tema de José Luis Perales, grabado en Costa Rica con la artista Teresita Bustamante. Desde entonces, sus canciones acompañaron cada presentación y llegaron a ser éxitos emblemáticos como La Caracha, La Laguna y Mucha Margarita.

“Nos inspiramos en los payasos de televisión, nos vestimos igual para crear identidad y las pelucas de colores se convirtieron en nuestro sello: amarilla, azul y morada”, recuerdan entre risas.



Más allá del espectáculo, lo que sostiene a Los Pirulos es la conexión con los niños y sus familias. Han recorrido Costa Rica de frontera a frontera, visitando comunidades, escuelas y eventos, llevando alegría incluso en momentos difíciles.

“El día que falleció nuestra madre, tuvimos que continuar con un 'show' en Pérez Zeledón. Uno se pregunta por qué ir, pero los niños nos esperaban con la misma ilusión”, recuerda Pirulillo.

Han vivido pérdidas familiares, duelos y momentos dolorosos, pero siempre han sabido mantener la alegría del personaje para el público.

“Nos hemos presentado tristes, cargando un dolor personal enorme, y aun así nos pusimos los trajes, nos maquillamos y salimos a transmitir alegría. Porque los niños merecen sonreír, y nosotros también encontramos fuerza en su ilusión”, dice Pirulón.

Los Pirulos celebraron este 31 de agosto su 40 aniversario con un “fiestón” en el Museo de los Niños. El evento contó con tres tarimas simultáneas, charlas, artistas invitados, inflables, premios y espacios para fotos y recuerdos.

A lo largo de estas cuatro décadas, han visto crecer a niños que los conocieron de pequeños, han recibido abrazos de adultos que aún los recuerdan y han aprendido que su legado va más allá del espectáculo: es una conexión humana profunda que trasciende generaciones.

“Mientras nosotros sigamos, los niños seguirán siendo eternos. Esa es nuestra misión y nuestro orgullo”, concluyen los hermanos.

Los Pirulos

Los Pirulos han demostrado que el trabajo con amor, disciplina y creatividad deja una huella imborrable en la infancia y en la memoria colectiva. Su historia es un recordatorio de que la alegría y la magia pueden durar toda la vida, incluso cuando se presentan con el corazón un poco triste.

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