Por Deutsche Welle |10 de septiembre de 2021, 18:21 PM

"No hay duda de que el ser humano es capaz de enfriar artificialmente el planeta", afirma el profesor David Keith, de la Universidad de Harvard. 

Keith investiga la geoingeniería solar, un campo muy controvertido. Se trata nada menos que de la cuestión de cómo el ser humano puede manipular la radiación solar en la Tierra para frenar el cambio climático. Aquí tres ideas sorprendentes sobre cómo podría funcionar. O no...

1. El poder de los volcanes

El 15 de junio de 1991, la erupción del volcán Pinatubo, en Filipinas, lanzó toneladas de ceniza y gas a la atmósfera. Fue la segunda mayor erupción volcánica del siglo. Para sorpresa de muchos científicos, el suceso enfrió la Tierra alrededor de medio grado centígrado en los meses siguientes. 

Las diminutas partículas del aire, llamadas aerosoles, reflejaron más luz solar hacia el espacio que en condiciones normales. El resultado: menos calentamiento global.

Científicos como Keith quieren crear artificialmente este efecto volcánico. La teoría en la que se basan se llama "Inyección de Aerosoles Estratosféricos" (SAI). 

La idea es inyectar aerosoles de azufre en la estratosfera, entre 15 y 50 kilómetros por encima de la superficie de la Tierra. Los aerosoles, según la teoría, se combinan con las partículas de agua que hay allí y reflejan más luz solar de lo habitual durante uno a tres años.

"Prácticamente todos los modelos climáticos muestran que, si se distribuyen uniformemente los aerosoles en la estratosfera, se pueden reducir muchos de los principales riesgos climáticos. Por lo tanto, los cambios en la disponibilidad de agua, en las temperaturas, incluyendo las temperaturas extremas", dice Keith.

Sin embargo, para que se enfríe de forma permanente, los aerosoles tendrían que llegar a la estratosfera a lo largo de décadas y en un área extensa. Para ello se podrían utilizar globos, artillería, aviones o enormes torres. Pero esta solución, supuestamente sencilla, conlleva riesgos considerables. 

Algunos científicos temen que aumenten los fenómenos meteorológicos extremos, la lluvia ácida o los daños a la capa de ozono. Los críticos, incluso, ven la tecnología potencialmente como un arma climática.

2. El mar como espejo

Parece increíble, pero algunos científicos están investigando cómo enfriar el planeta cubriendo grandes partes del océano con espuma artificial. Este proceso también es conocido como "espuma oceánica" o "microburbujas".

Cerca del 70 por ciento de la superficie de la Tierra está cubierta por el océano. Sin embargo, el agua, que suele ser oscura debido a su profundidad, refleja muy poca luz solar y almacena mucho calor. Cuanto más ligera es una superficie, menos se calienta. Este efecto se denomina efecto albedo y también podría utilizarse en el agua.

La idea es "fabricar una espuma que refleje parte de la radiación solar entrante y luego utilizarla en lugares estratégicos donde se puedan conseguir algunos efectos climáticos", sostiene Corey Gabriel, científico del clima de la Universidad de California en San Diego.

En teoría, esta espuma podría reflejar diez veces más luz solar que las superficies de agua oscura. Con suficiente espuma, esto debería ser capaz de enfriar el planeta en 0,5 grados centígrados. Algunos científicos han sugerido que la espuma podría hacerse en barcos especiales. O los buques portacontenedores de todo el mundo podrían repartirla en diferentes zonas del océano.

Pero este método está en gran medida inexplorado y dista mucho de ser factible. Y las consecuencias que tendrían las enormes cantidades de espuma en el agua para los ecosistemas del mar aún no están del todo claras. Los efectos sobre el clima y los fenómenos meteorológicos locales también serían muy difíciles de controlar.

3. Ciudades blancas

En verano hace mucho calor en muchas ciudades. Nueva York, por ejemplo, tiene una media de 1 a 3 grados centígrados más de temperatura que sus alrededores. En algunas noches se alcanzan incluso los 12 grados centígrados. La razón: los tejados oscuros, las calles y las aceras se calientan más que los árboles, los campos más claros y las zonas donde las plantas dan sombra.

Ya hay una solución para esto: pintar las casas y los tejados de blanco. Es tan sencillo como parece, y relativamente barato. Y se enfría. Un techo blanco es un 30 por ciento más fresco que uno negro. Y en la arquitectura tradicional de los países africanos, árabes y del sur de Europa, por ejemplo, siempre se ha hecho así para evitar el calor.

"Las temperaturas locales podrían bajar aproximadamente un grado. En días muy calurosos, con una radiación solar muy alta, el efecto podría ser aún mayor", explica la profesora Sonia Seneviratne, científica del clima de la ETH de Zúrich.

El programa "Cool Roofs” de Nueva York ya ha pintado de blanco más de un millón de metros cuadrados de tejados de la ciudad desde 2009. La pintura no solo enfría las casas y sus alrededores, sino que también ahorra energía, por ejemplo para el aire acondicionado. 

Los científicos calculan que las emisiones de gases de efecto invernadero de 700 centrales eléctricas de carbón de tamaño medio podrían ahorrarse si todos los tejados y pavimentos del mundo se pintaran de blanco.