Por Adrián Fallas |13 de mayo de 2015, 16:18 PM

Las semifinales son obras en dos partes, y en el caso del emparejamiento entre Alajuelense y Saprissa, los liguistas fueron superiores.

Este miércoles los manudos cayeron 1-0 en patio ajeno, pero su solidez fue suficiente para administrar la ventaja que habían adquirido el fin de semana.

Saprissa salió a buscar el marcador que ocupaban para seguir con vida, pero los manudos siempre estuvieron cómodos en la cancha de Tibás, de donde salieron con su pasaporte sellado con la visa para la final del Verano 2015.

Los mejores momentos en el primer tiempo los vivió Saprissa en los últimos minutos de esa mitad.

Hasta al minuto 39 a los morados les costaba llegar al marco de Pemberton. Al 29’ Aruaz la estrelló en el horizontal. Era un centro.

Pero Escoe, que sorprendió en la alineación, al 39’ arrancaba desde la media. Tras un par de quiebres se abrió espacio y lo intentó desde afuera. Era un anuncio.

Cuatro minutos después Pemberton se ganaba los insultos de la feligresía morada, las palmas de los rojinegros. El arquero negaba la entrada al goleador Jonathan Moya y a sus 18 goles. En el tiro de esquina subsecuente le negaba el grito de gol a Escoe.

Pero el fervor y las emociones antes de irse al banquillo se vivieron en ambos marcos.

McDonald, máximo goleador del torneo, se desdobló acompañado de Armando Alonso. La defensa morada reculaba. El artillero pisó el área de Danny Carvajal y accionó el gatillo. El esférico golpeó la cabaña tibaseña por afuera, al tiempo que Alonso reclamaba –solo, muy solo– en el centro del área.

Se jugaba el minuto 45 y Alajuelense desaprovechaba su primera oportunidad clara de subir un gol al tanteador.

Los 22 jugadores regresaron del descanso nueve minutos después Vega abría el marcador.

El atacante recibía en la entrada del área, sombrerito a Porfirio y remate cruzado, lejos del vuelo de Pemberton.

El Ricardo Saprissa se estremecía hasta sus cimientos. Miles de voces se unían en el grito universal del gol.

El envión anímico empujaba las huestes moradas, que se desgastaban en una muralla rojinegra.

Si el relato poco a mencionado momentos de apremio en la defensa del Monstruo es porque el negocio erizo no iba por ahí.

Óscar Ramírez sabía que McDonald era suficiente para incomodar a la zaga local.

En el mejor sentido de la palabra el ariete es un villano. Incomoda, choca y deja en el aire un aliento a peligro. Por eso es de los mejores delanteros en el país.

Con esa pieza sitiando el marco de Carvajal, Ramírez acomodó a sus muchachos en un laberinto de piernas y cuerpos en el que los ataques morados chocaban.

Conforme el minuto 90 se acercaba, más cómodo se veían los liguistas. Más silencioso se mostraba el estadio.

Los últimos minutos fueron un aluvión de pelotazos del Saprissa, contenidos por la solidez liguista. Así llegó el final del partido y la felicidad liguista, que disputará la final ante el Herediano