Por Luanna Orjuela Murcia |14 de mayo de 2020, 14:05 PM

Ericka Ramírez salió del país con el sueño de empezar su proyecto de graduación en Italia. Al ser estudiante del Tecnológico de Costa Rica (TEC), tuvo la oportunidad de seguir con su carrera de ingeniería ambiental en la Universidad de Bolonia.

Viajó a Italia el 13 de enero, en ese momento el COVID-19 no se había extendido por el país europeo. Sin embargo, justo cuando iba a iniciar sus clases, ordenaron cerrar la Universidad. Una semana después, el 9 de marzo, ya estaban en aislamiento.

“Los italianos no creían al principio que el coronavirus había llegado al país. Después con tantas muertes y contagios ya lo creían. En el aislamiento para lo único que salía era para ir al súper al ver que todo estaba tan controlado, me sentía como estar viviendo en una película”, indicó la joven de 23 años.

Estuvo en aislamiento dos meses, ya que el 10 de mayo inició su regreso a Costa Rica.

“Yo decidí regresarme porque presentía que me podían cancelar el vuelo de regreso, que era para el 24 de junio. Entonces si me cancelaban el vuelo no sabía cuándo iba a poder regresar y quedarme un mes más no iba a poder, ya lo di todo, pero es que es mentalmente muy fuerte”, aseguró la vecina de Cartago.

Además, en Italia ya estaba empezando otra fase, en la cual dejaban salir más a la gente. Esto preocupaba a Ericka porque los italianos eran muy irresponsables con las medidas.

“Yo veía el comportamiento de la gente que no estaba bien. La gente usaba mascarillas solo por adorno cuando veían a la policía, porque igual se reunían muchas personas en parques”, relató. 

Proceso de repatriación

Ericka tuvo una buena experiencia con la Embajada de Costa Rica en Italia .“La Embajada y el Consultado estuvieron siempre pendientes de mí, recibía una llamada cada 15 días en la cual me preguntaban por mi estado (enfermedad física y mental)”.

“Todo fue demasiado rápido. Yo dije “oh tuve suerte”, pude olfatear que me iban a cancelar mi vuelo. Y anotarme en la lista fue mi oportunidad para salir del país”, contó. 

Ramírez se encontraba en Bolonia, Italia. El domingo 10 salió para Roma, el lunes 11 voló hacia Londres con una escala de nueve horas. Después aterrizó en Madrid, ahí estuvo 17 horas. Finalmente, llegó el martes a San José junto a 287 ticos.

La cartaginesa describe el vuelo hacia San José como una experiencia tensa y no muy agradable.

“Empezamos a montarnos al avión y fue muy tenso porque yo sentí que de parte de los funcionarios de Iberia querían irse lo antes posible, dejaban a los ticos y luego se llevaban los europeos que están acá. El viaje de 11 horas en el avión fue muy tenso, la comida nos la daban en una bolsa, y nos decían que todos los residuos tenían que ir en la bolsa, nada afuera, fue muy raro”.

Ericka contó que al llegar al Aeropuerto Juan Santamaría los esperaba el Ministerio de Salud para las respectivas pruebas.

“Funcionarios del Ministerio de Salud nos estaban esperando y nos saludaban “bienvenidos”, yo en ese momento me puse súper nerviosa porque los exámenes me ponen así y más estando sola”, confesó.

Fueron llamando en grupos de nueve personas a los costarricenses para tomar las muestras. 

“Yo duré como dos horas en esperar a que me llamaran. Me tomaron la temperatura, presión, nos preguntaban si teníamos síntomas y de dónde veníamos. Después nos pasaban a otra sala y nos hacían la prueba COVID-19”.

Para la joven la prueba de COVID-19 fue dolorosa e incómoda. “La prueba fue muy brusca. Uno ve el hisopo cuando lo meten a la fosa nasal y piensa “hasta cuándo van a terminar” y raspan de forma circular. Se sintió horrible es algo que no quiero volver a vivir nunca más en la vida”.

Su experiencia en la sala de espera del aeropuerto la comparó con una película de terror.

Después de este protocolo, Ericka pasó a otra sala donde le pedían la confirmación de haberse realizado la prueba y de ahí llegó a Migración donde firmó la orden sanitaria. 

Ella, junto a los 287 costarricenses repatriados, deberán cumplir con la cuarentena obligatoria por 14 días.