¿Somos un país gobernable?
Ciertamente ya no es posible gobernar como antes, en el tanto se ha ido perfeccionado los mecanismos democráticos de control entre poderes y los de rendición y petición de cuentas.
Primero que todo, pongámonos de acuerdo sobre lo que es ser gobernable. Ciertamente ya no es posible gobernar como antes, en el tanto se ha ido perfeccionado los mecanismos democráticos de control entre poderes y los de rendición y petición de cuentas. Hoy la ciudadanía tiene más fuerza y recursos para enfrentar los posibles excesos de un gobierno. Tampoco es posible, en nuestro país, una gobernabilidad no democrática.
Una aproximación de trabajo a la gobernabilidad, que tiene la novedad de lo olvidado. Les propongo esta: la gobernabilidad democrática está en función de la habilidad del gobierno y de los distintos sectores sociales, para combinar adecuadamente en un período, aspiraciones tales como: crecimiento económico en un contexto de estabilidad económica; márgenes satisfactorios de equidad, igualdad de oportunidades y protección social; grados crecientes de participación ciudadana en las decisiones políticas; seguridad ciudadana; sostenibilidad ambiental, etc.
Ingobernabilidad es su contrario, esto es, aquello que perjudique o reduzca la capacidad de una sociedad de administrar sus asuntos, y esto además de manera democrática. Descansa en el desencuentro de actores y produce la frustración y hasta la inmovilidad para administrar los asuntos de la sociedad y, por supuesto, del gobierno.
Pero, entonces ¿somos gobernables? Dos aspectos me parece tienen especial relevancia actual: crisis y fractura del sistema político asociado al malestar.
¿Cómo afecta la crisis, específicamente la crisis internacional cuyas secuelas aún vivimos, las aspiraciones de la sociedad y su capacidad de gestionar democráticamente esas aspiraciones?
Nuestro Estado enfrenta todavía los impactos de una crisis internacional con una menor capacidad de hacer política pública (una vez comprometidas las disponibilidades de la era de las vacas algo gordas), en el tanto tiene menores niveles de recaudación y ya una limitada capacidad de endeudamiento. Aunque se había logrado un mejor manejo y reducción de la deuda pública, la holgura está reduciéndose, y ya se anuncian límites cercanos al financiamiento relativamente barato al gasto anticíclico. Por otra parte, hemos llegado a un punto crítico respecto a calidad y eficiencia de satisfacer a la población con servicios de calidad.
¿Cómo afecta la fractura del sistema político asociado al malestar ciudadano generalizado?
Nuestro sistema político ha perdido su capacidad de procesar la diversidad de posiciones y de adaptar las instituciones. Casi nada es posible, pese al esfuerzo de algunos, por impulsar reformas y poner a funcionar el Estado. Fraccionamiento y malas prácticas políticas no han encaminado en una ruta de perder-perder. La ciudadanía desconfía no solo del que no logra hacer, sino de todo el sistema político.
Urge un reencuentro.


