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Radioterapia y delincuencia

La historia criminal médica, en el mundo entero, está repleta de escalofriantes delitos, desde las más crueles malas prácticas hasta los fraudes terribles.

24 de septiembre de 2015, 5:34 AM

La historia criminal médica, en el mundo entero, está repleta de escalofriantes delitos, desde las más crueles malas prácticas hasta los fraudes terribles. Desde Josef Mengele hasta Michael Swango. Desafortunadamente nuestro país, no es la excepción. La pequeña mafia con gabacha -poderosa y dañina- enquistada en las entrañas de la seguridad social, causa muchísimo daño a la sociedad civil costarricense,  se lleva millones y millones de colones y deja muchos muertos, a vista y paciencia de las altas autoridades políticas del gobierno.

La prensa ha divulgado los más graves delitos de corrupción médica: la venta de órganos, la venta de sangre donada, las facturas falsificadas por prótesis ortopédicas, los biombos con pacientes extranjeros “asegurados”, las decenas de cirugías bariátricas con expedientes amañados, la compra excesiva de medicamentos, las cirugías estéticas en OTR, las adquisiciones exageradas de prótesis vascular-periféricas, las prologadas ausencias de los médicos jefes en las jornadas laborales, las becas y los viajes trasatlánticos donados por los proveedores y un largo etcétera, pero hay un crimen del que se dicho muy poco: el crimen de los pillos de radioterapia.

No me refiero la espantosa parrillada humana que llevó a la tumba a muchos sobreirradiados. Ese caso merece un libro aparte. Señalo el caso de radioterapia de un gran hospital de la CCSS, donde fue realizado un profundo estudio, extensamente documentado, sobre un enorme chorizo de unos médicos  una empresa privada (desaparecida) que brindaba servicios semejantes.

Los encargados, durante más de cinco años, no realizaron las simples gestiones administrativas para dar el mantenimiento básico al acelerador lineal y así desviar a los pacientes a esa compañía, que facturó más de veinte millones de dólares a la CCSS, suma con la que la seguridad social pudo haber adquirido más de diez aparatos de última tecnología, como los instalados en agosto de 2013.

Lo más curioso es que el galeno encargado del servicio de radioterapia de ese gran hospital, usaba las dos gabachas: la del seguro social y la de la clínica privada, a la que “arriaba” sus pacientes, y de la que recibió más de trescientos mil dólares cada año de honorarios. En el informe están los datos exactos de cada cheque y los directivos de la CCSS los conocen.

Los investigadores determinaron las delictivas irregularidades y aparentemente el Ministerio Público tiene la causa en sus manos desde hace meses. El tiempo pasa y los fiscales siguen tranquilos, sin ninguna prisa.  

Cuando la codicia y la deshumanización convierten en criminal a un médico, la decepción de la ciudadanía no tiene límites.