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Problemas en el paraíso

Una época que inició con la consolidación de un nuevo estilo de desarrollo se encuentra, hoy en día, enzarzada en conflictos distributivos sobre posesiones y posiciones...

29 de julio de 2015, 5:32 AM

Panamá y Costa Rica han transitado por rutas diferentes al resto de Centroamérica y les fue mejor en lo económico y lo social. No obstante, aún en estos países es tiempo de ajustar y hasta cambiar el rumbo, porque el crecimiento resultó desequilibrado y ha contribuido a forjar un estado de malestar.

Es claro en la experiencia internacional que ningún país ha pasado de la ruralidad y pobreza extendida a la modernidad sin desarrollar instituciones, robustas políticas públicas, inversión en las capacidades humanas. Costa Rica lo logró pues supo combinar, en buena parte de la segunda mitad del Siglo XX, crecimiento económico, progreso social y perfeccionamiento de su democracia.

Los desafíos inmediatos para la mayor parte de los países centroamericanos señalan a los acuerdos políticos duraderos para enfrentar la exclusión social (acá incluida Panamá) y la construcción de regímenes y un estado de derecho democráticos.

Para Costa Rica los desafíos inmediatos son distintos, según ha venido planteando el Estado de la Nación.

Una época que inició con la consolidación de un nuevo estilo de desarrollo se encuentra, hoy en día, enzarzada en conflictos distributivos sobre posesiones y posiciones, expresado en varios episodios de conflicto polarizado y en un alto y persistente nivel de conflictividad. El crecimiento, que modernizó sectores de la economía y de la institucionalidad asociada, resultó insuficiente por no estar encadenado y ser excluyente.

La advertencia hecha a principios de los años noventas sobre la necesidad de combinar metas económicas y sociales para salir del atascadero era, además de ética, extremadamente realista: crecimiento y estabilidad con fortalecimiento de la inversión social y redistribución del ingreso, en favor de los más pobres. Pero solo se avanzó parcialmente en algunas partes de ese conjunto; en otras se involucionó.

Al desarticularse las antiguas reglas del reparto de los beneficios del desarrollo que primaron durante la segunda mitad del Siglo XX sin que hayan emergido nuevas orientaciones que gocen de legitimidad, los diversos grupos sociales y políticos han entablado pulsos cada vez más tensos para mejorar sus posiciones.

Sustituir estos pulsos por alianzas sociales y políticas, capaces de transformar conflictos distributivos en acuerdos básicos sobre la agenda y las políticas del desarrollo incluyentes es, pese a su complejidad, la gran tarea de los próximos años.

También lograr un estado transparente que combine eficiencia, capacidad de redistribuir y de generar alineaciones de políticas económicas y sociales con el desarrollo; también que recupere su capacidad de procesar el conflicto, de adaptación y de modernización de todas sus instituciones.