¡Mi amor... Está apenas pa' quererla!
Un trabajador de una construcción le dijo una pachucada a una mujer en Rohrmoser y ella lo puso en su lugar sin perder la calma.

La semana pasada traté en este mismo espacio el tema de los piropos, sus alcances y sus deformaciones.
Hoy quiero relatarles de lo que fui testigo el jueves pasado en una construcción en Rohrmoser y que me obliga a retomar este tema.
Este servidor se dirigía a una sucursal de un banco aquí por La Sabana -la distancia entre mi trabajo y la oficina bancaria hace que valga la pena caminar un poco- cuando pasé por la construcción de una torre de apartamentos.
Pasos más adelante estaba una joven paseando un perrito y, sin mayores aprehensiones, caminó tranquila frente al sitio en construcción y, cuales bestias desatadas, los trabajadores -cuya profesión respeto y aplaudo- empezaron a chiflar y a gritarle toda clase de adjetivos dignos de una clase de educación cívica.
Uno de los trabajadores disparó una "joyita" de "piropo": "¡Mi amor... Está apenas pa' quererla!". Lo que ese susodicho y sus compañeros no esperaron es que la joven cruzara la calle, se dirigiera a los obreros y sin perder la calma los puso en su lugar.
Ella les dijo que merecía ir por la calle sin ser molestada sin importar la profesión o el estatus del hombre que grita los improperios; que le agradecería que piense en sus familiares femeninas y en que mejor se dedicara a construir un buen edificio y no a perder el tiempo.
Yo no daba crédito, porque ella siempre se mantuvo tranquila -a pesar de su corta edad; a lo sumo le calculo no más de 25 años- y los trabajadores siguieron en sus labores, no sin antes chotearse entre ellos.
No pude evitar acercármele y felicitarla, y ella respondió: "Ya es hora de que nosotras pongamos en su sitio a estos pachucos. Si seguimos callando estamos dando pie para que sigan diciendo sus sandeces".
Camino al banco me quedé pensando en lo que me dijo. Desde luego coincido con ella, pero también es hora de que nosotros, los hombres, conectemos mejor la lengua con el cerebro, seamos más contenidos, más sensibles y que nos pongamos en el lugar de ellas.
Incluso, pensemos en qué pasaría si esa mujer a la que atacan con "piropos" que rayan el buen gusto -insisto en aquellos que decían nuestros abuelos- fuera nuestra hermana, nuestra prima, nuestra mamá o nuestra mejor amiga. A mi se me recalentaría la sangre.
Aquí podríamos debatir extensamente sobre este tema y las responsabilidades de que nos tratemos con más respeto y tolerancia. Espero que esta historia nos sirva para que 'echemos pa' nuestro saco' y reflexionemos sobre la construcción de una mejor sociedad.
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