5 de febrero de 2017, 9:19 AM
Abadía de Lacock, en Wiltshire, Inglaterra.

Imagínate que esta es tu casa. Y si te parece familiar, quizás es porque ha sido escenario de películas como "Harry Potter y la piedra filosofal", "Orgullo y prejuicio", "Emma", "Moll Flanders" y "Las hermanas Bolena".

Imagínate una abadía del siglo XIII, rodeada de árboles, alumbrada por los aún cálidos rayos del sol poniente de verano. Unas de sus ventanas saledizas están hechas con pequeños paneles de vidrio en forma de diamante unidos con plomo. Sus chimeneas son de ladrillo crema y marrón.

Imagínate que este lugar, la Abadía de Lacock, en Wiltshire, Inglaterra, ha sido el hogar de tu familia desde 1574, heredado de padre a hijo siglo tras siglo.

Imagínate temer que tu generación será la que entierre esta tradición, que la casa se perderá para siempre.

Todo ese pasado, desaparecido para siempre.

¿Qué harías para conservar ese momento perfecto: la abadía, las ventanas, la luz del sol poniente de verano?

Esta es la historia de cómo William Henry Fox Talbot preservó un momento del pasado para siempre, cuando inventó el negativo fotográfico.

Es una historia de trabajo, experimentación y -sobre todo- del gran deseo de un hombre de tener algo fijo.

De mansión en mansión

William Henry Fox Talbot nació en 1800 en el seno de una familia tremendamente aristocrática y privilegiada.

Se dice que cuando rey Carlos II volvió a Inglaterra para la Restauración, su antepasado John Talbot fue la primera persona que lo recibió.

Sin embargo, no todo fue un lecho de rosas para Fox Talbot.

Abadía de Lacock, en Wiltshire, Inglaterra.

Cuando aún era un bebé, William Henry Fox Talbot tuvo que irse de la casa.

Antes de que naciera, su padre había acumulado una enorme deuda, equivalente a unos US$4 millones de hoy. Y quedó huérfano de padre cuando tenía apenas cinco meses.

Su madre, Lady Elisabeth, viuda a los 27 años de edad, sólo tuvo una opción ante la presión de los acreedores: arrendar la casa e irse.

Lady Elisabeth y su hijo pasaron el siguiente cuarto de siglo mudándose de casa en casa, viviendo donde amigos y familiares los recibieran.

Si la historia está sonando muy lúgubre, ten en cuenta que no se trataba de pequeños cuartitos infestados con ratas: vivían con amigos y familiares en mansiones señoriales.

No obstante, la amenaza que pendía sobre su propio hogar, que podía perder en cualquier momento, tuvo un fuerte impacto en Fox Talbot.

Quizás fue esa profunda necesidad psicológica la que lo llevó a inventar la fotografía.

La importancia de lo perdurable

El joven Fox Talbot ciertamente estaba interesado en la permanencia.

Cuando empezó a escribir cartas desde el internado a los 8 años, expresó un deseo muy específico:

El inglés lo guardaba todo: aún se conservan una serie muy completa de sus libretas, cartas y apuntes.

Gracias a ellos sabemos que a los 11 años ya se escribía con su madre en francés, salpicado de latín y griego.

Y también que era curioso. Durante sus años en Harrow, uno de los colegios más exclusivos del mundo -¡por más endeudada que estuviera la familia, tampoco se podían rebajar!- convenció a un herrero local de que le permitiera hacer experimentos químicos en su taller.

En la Universidad de Cambridge siguió desarrollando su polimatía, ganándose una medalla en estudios clásicos y un premio por versos griegos, mientras estudiaba matemáticas y ciencia.

Cuando se graduó, la Abadía de Lacock seguía arrendada. Se fue de viaje.

Fijación

Para mí, esa vida ambulante de su juventud generó su interés en preservar las cosas.

A ver si concuerdas conmigo.

Foto de Fox Talbot.

Conversación en el jardín de la Abadía de Lacock.

Cuando una confluencia de eventos en su vida alrededor de 1830 hicieron que su vida fuera más fija, se interesó en fijar imágenes en papel.

La familia finalmente recuperó su casa en 1828. Dirección fija.

En 1830, Fox Talbot se casó con una mujer llamada Constance... Constancia, ¡la casualidad!

En 1834 tuvieron su primera hija, a la que llamaron Ela, en memoria de la condesa que fundó la Abadía de Lacock en 1232; otro símbolo de permanencia, un lazo con el pasado.

Ese verano -cuando su vida finalmente se había desarrollado y fijado- Fox Talbot empezó a investigar cómo tornar la efímera luz en imagen permanente.

"Imágenes de hadas"

No era la única persona en pos de esa hazaña. En Europa y Estados Unidos, varios se esforzaban por encontrar la mezcla química apropiada que reaccionara con la luz para capturar imágenes y plasmarlas en papel o vidrio.

Cámara obscura

Fox Talbot había experimentado con la cámara obscura, pero no estaba satisfecho.

Se sabía que la luz surtía un efecto en ciertas tinturas y químicos -los colores del papel de colgadura perdían su intensidad en los lugares expuestos a la luz, un contraste que se notaba con sólo mover un mueble-.

Pero se necesitaba una tintura que reaccionara de una forma muy precisa y que dejara de reaccionar cuando fuera necesario.

Fox Talbot había jugado con una cámara obscura, un aparato que enfocaba una imagen del mundo real en un papel blanco. Pero esas imágenes cambiaban constantemente, por lo que las llamaba...

Le molestaba esa falta de permanencia.

La cámara obscura captaba la verdad: el mundo está en movimiento constante; es una secuencia de "imágenes de hadas".

El truco es atrapar una sola brizna de ese mundo en movimiento.

Fox Talbot, el hombre que había sido un niño que no quería que quemaran sus cartas, el que recuperó la casa familiar y el que finalmente alcanzó la estabilidad, trató de hacer con químicos lo mismo que con su vida: desarrollar y fijar.

A experimentar... como en el taller del herrero

Por experiencias pasadas, Fox Talbot sabía que el nitrato de plata era "una substancia peculiarmente sensible a la acción de la luz", así que cubrió un papel con ella y lo expuso a la luz del sol. No funcionó.

Trató con cloruro de plata; con una solución salina; cambió las proporciones; usó todo en un orden distinto...

Estudio de Fox Talbot. Él con 3 hombres más trabajando.

William Henry Fox Talbot (der.), años después, en su estudio, que fue el primer establecimiento comercial de impresión de fotos. Lo fundó con quien había sido su ayudante de cámara, el holandés Nicholaas Henneman (1813-1898).

Notó que los bordes del papel se oscurecían más rápido.

"Supongo que los bordes absorbieron una cantidad menor de sal y por alguna razón eso los hizo más sensibles a la luz".

Y tenía razón: la sal evitaba que el papel se oscureciera, así que la usó como fijador, bañando el papel sensible a la luz en agua salada para evitar que la imagen se oscureciera más de lo deseado.

Problema claroscuro

El problema con un papel que se oscurece cuando recibe luz es que las partes más brillantes del mundo real son negras en el papel, y viceversa.

Fox Talbot llamó a esa imagen al revés "negativo".

Y se le ocurrió una ingeniosa solución:

Talbot realizó que si hacía que una luz atravesara uno de sus "negativos" fijaría en un papel sensible a la luz la imagen con las luces y sombras en el lugar correcto. ¡Una imagen de hadas permanente!

Además, los negativos podían usarse una y otra vez, para crear copia tras copia del mismo momento. Entre más copias, más difícil sería destruir ese momento del pasado, un concepto poderoso para alguien que había crecido con el temor de perder su hogar ancestral para siempre.

En 1835, William Henry Fox Talbot hizo el que hoy es el más antiguo negativo fotográfico del mundo: una foto de una de las ventanas de la Abadía de Lacock, en una tarde veraniega que logró atrapar para siempre y que podía ser plasmada una y otra vez.

Negativo de William Henry Fox Talbot con comentario

"Ventana de celosía (con la cámara obscura) Agosto 1835. Cuando fue hecha, los cuadrados de vidrio, unos 200 en número, podían contarse con la ayuda de un lente".

La foto de la ventana

"Es un poco de magia", escribió en una carta Fox Talbot.

Y...

Resultó que el deseo de aferrarse al pasado de Fox Talbot no era inusual.

La rápida reproducción de fotografías fue un éxito instantáneo, incluso en la era victoriana.

De juguetes de "imágenes móviles" a fotografía de guerra; de retratos familiares a pornografía, la realización de lo que sólo fue una idea en la mente de Fox Talbot por tanto tiempo -que la naturaleza pudiera registrar su propia imagen independientemente de la mano del artista- se volvió masiva.

Y sigue siéndolo. Probablemente en este momento tienes al menos una cámara al alcance de tu mano.

175 años después de que Fox Talbot inventara el proceso negativo/positivo, seguimos obsesionados con la capacidad de tomar, reproducir y difundir fotografías.

Nos fascina captar y compartir esos pedacitos de tiempo que podemos atesorar.

Curioso: el cambio es una constante en la vida humana. Pero aunque nos complazca la fugacidad de los momentos, desde que Fox Talbot abrió la posibilidad, a menudo lo que queremos hacer con el paso del tiempo es... detenerlo.

Bebé con cámara en teléfono y mamá

Este artículo es una adaptación de un episodio de la serie de la BBC Historias de Ciencia. Abajo encontrarás más de las fascinantes historia de la serie.