La historia de José Ameal, el niño que sobrevivió a la gripe española de 1918 y hoy tiene 103 años
Con apenas tres años Ameal se contagió de la que pasó a la historia como la peor pandemia del siglo XX después de dejar 50 millones de muertos en un año
A sus 103 años José Ameal todavía recuerda cómo sus tíos corrían las cortinas al lado de su cama "para que no viera las procesiones funerarias".
Pero como haría cualquier niño de 4 años, Ameal, Pepe para los amigos, miraba con curiosidad las calles de Luarca, la pequeña villa pesquera de Asturias en el norte de España donde nació y donde todavía vive.
"Había tantos muertos", recuerda en conversación con el colaborador de la BBC en Madrid, James Badcock.
Era otoño de 1918 cuando Pepe se contagió con el virus de una enfermedad que todo el mundo acabó llamando gripe española, y que pasó a la historia como la peor pandemia del siglo XX después de dejar atrás unos 50 millones de muertos.
Ameal es, muy probablemente, el superviviente de más edad en el país que le dio nombre al virus.
Pero los expertos creen que los orígenes de esta enfermedad infecciosa están fuera de España. Descubrir dónde, exactamente, es lo que todavía genera debate.
¿De dónde llegó realmente el virus?
No hay datos certeros.
En el pasado, algunos investigadores afirmaron que la pandemia de influenza empezó en Francia en 1916 o en China y Vietnam en 1917.
Investigaciones más recientes sugieren que el virus se originó en Estados Unidos en 1916, y que llegó a Europa cuando las tropas estadounidenses fueron a luchar en la Primera Guerra Mundial en 1917.
Los contagiados presentaban síntomas como debilidad y neumonía, problemas estomacales, dificultades para respirar, confusión y fiebre.
Donde fuera que se originó esta letal cepa del virus H1N1, la enfermedad se propagó en Europa como fuego descontrolado en medio de las condiciones antihigiénicas y de hacinamiento que había en las trincheras y en los campos de entrenamiento.
Para principios de 2018, la pandemia mundial estaba en pleno apogeo.
En Estados Unidos, los registros de la época hablan de calles vacías por el miedo a salir a la calle y cruzarse con quienes sufrían de influenza.
El director de la organización Ayuda de Emergencia en el estado de Pensilvania escribió entonces que había niños que morían de hambre porque sus padres habían fallecido ante el virus y nadie quería acercarse a ellos.
Hubo casos similares de la letal gripe en muchos otros países como México, Rusia, Irán, Nueva Zelanda, Argelia, las Islas Fiji y Gambia, por mencionar algunos, y pasó un año antes de que llegara a controlarse en 1919.
¿Por qué España se llevó la fama?
Sin embargo, en algunos países no se hablaba abiertamente del tema.
Según informa James Badcock, las noticias sobre la pandemia fueron censuradas en los países que estaban en guerra para evitar desmoralizar a las tropas y evitar darle al enemigo una herramienta propagandística.
Así que fue en España, un país neutral en la Primera Guerra Mundial, donde emergieron con fuerza las noticias sobre los galopantes casos de gripe, lo cual probablemente dio pie a su apodo internacional como "gripe española".
Sin embargo, paradójicamente, en España la llamaron a veces gripe francesa, ya que cuando llegó a la Península Ibérica el virus ya había hecho estragos en Francia y en Estados Unidos.
Tampoco está claro cómo se propagó el virus de Francia a España. Una hipótesis sugieren que la llevaron trabajadores franceses que emigraron a la península.
Pero según Laura Spinney, autora del libro PALE RIDER, a history of the Spanish flu, Francia no tendría en plena guerra mano de obra masculina de la que prescindir. Así que según ella, lo más probable es que fueran los migrantes españoles y portugueses retornados de Francia los que propagaron el contagio.
En cualquier caso, el impacto fue devastador en todo el país.
Estragos en España
Partiendo del centro y del sur de Francia, cerca de los frentes de batalla de la guerra y los campamentos militares, el virus fue dejando un halo de destrucción paralelo al trazado del ferrocarril, pasando por el norte de España y extendiéndose hasta el este de la península, en Portugal, y el sur, en Andalucía.
Con el tiempo llegó a prácticamente todas las provincias españolas.
El propio Rey Alfonso XIII estuvo entre los estimados ocho millones de españoles contagiados por el virus de una población total de menos de 21 millones.
En un contexto social en el que el acceso a los cuidados médicos y medicinas era muy limitado para la población general, murieron al menos 260.000 personas.
Un artículo del diario ABC de mayo de 1918 dice "cosa rara en verdad resulta dar con un pariente, testamentario o amigo que no esté enfermo de la gripe o que convalezca de ella".
Por todo el país se acumulaban los muertos. Las funerarias se quedaron sin ataúdes y la Iglesia católica empezó a hacer versiones más cortas de los funerales, según reporta el periodista James Badcock.
Las autoridades prohibieron que se tocaran las campanas por los muertos para no alarmar a la población y el alcalde de Barcelona le pidió ayuda al ejército para transportar y enterrar a las víctimas, ya que los funcionarios públicos eran cada vez menos.
Pepe, que tenía siete hermanos, fue el único niño de su familia que se enfermó, quizás porque en aquel entonces vivía solo con sus tíos.
Vapores de algas y hojas de eucalipto
El asturiano dice que quienes como él sobrevivieron al virus en Luarca probablemente le deban mucho a un médico llamado Don Ceferino, que visitaba a los enfermos sin cobrarles.
Pepe recuerda haber inhalado vapores de algas y hojas de eucalipto al fuego para curarse.
En su pueblo, las procesiones funerarias avanzaban hacia lo alto de una colina donde estaba la iglesia de Santiago de Ribadecima.
Pero con el tiempo fue abandonada de tantos muertos que había, por miedo a que los cadáveres infectados pudieran desencadenar una nueva epidemia.
Entre 1918 y 1919 murieron en Luarca unas 500 personas, aproximadamente un cuarto de la población de la villa.
Ahora, este hombre centenario sigue gozando de buena salud y baja todos los días al bar de debajo de su casa a ver a sus amigos.
Pepe dice que planea vivir hasta los 110 años. "¿Para qué más?", comenta.
Para este hombre que un día fue un niño enfermizo que miraba desde la ventana carros cargados de muertos remolcados colina arriba, los últimos 100 años han sido una gran aventura que fácilmente podría haberse perdido.
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