Por BBC News Mundo 5 de diciembre de 2025, 16:20 PM

Basta caminar por la travesía principal de San Martín Sacatepéquez para entender cómo las remesas están cambiando el paisaje del altiplano occidental de Guatemala.

Las tradicionales casas con muros de adobe o ladrillo encalados son casi excepciones a ambos lados de la calzada, donde se levantan edificios de hormigón de dos a tres pisos con fachadas turquesa, amarillo y azul, balcones metálicos, cristaleras reflectantes, iluminación LED y locales comerciales en la planta baja.

Son el resultado de años de trabajo en California, Texas, Virginia o Florida, a donde partieron millones de guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y mexicanos con el propósito de recrear la casa de sus sueños en su pueblo o ciudad natal.

Vista aérea de San Martín Sacatepéquez
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Enclavado en un valle de la provincia de Quetzaltenango, el municipio de San Martín Sacatepéquez tiene unos 30.000 habitantes, la mayoría de la comunidad maya mam.

A los 18,5 millones de habitantes de Guatemala, el país más poblado de Centroamérica, se suman unos 3,6 millones que viven en Estados Unidos.

La mayoría se encuentra en situación irregular, según indicó el gobierno guatemalteco a la agencia EFE a finales del año pasado. No hay estimaciones más específicas.

Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2025 comenzó una campaña contra los inmigrantes ilegales, con redadas y deportaciones. Sin embargo, esto no ha aumentado las deportaciones de guatemaltecos: hasta septiembre EE.UU. alcanzaron 33.000, menos que las aproximadamente 50.000 del mismo período de 2024 durante la etapa de Joe Biden.

En todo caso, los emigrantes enviaron remesas a Guatemala en los primeros nueve meses de 2025 por valor de US$14.400 millones, aproximadamente una quinta parte del PIB del país y un 19,8% más que el mismo período del año pasado.

Este marcado aumento "puede tener que ver con un pánico de que en cualquier momento los van a deportar, y tienen que mandar lo más que puedan por las políticas migratorias de Trump", interpreta Inés Vachez, investigadora urbana consultada por BBC Mundo.

Más de un 21% del dinero procedente del exterior se dedica a construcción y mantenimiento de viviendas, mientras el resto cubre necesidades diarias (aproximadamente el 40%), salud, educación y ahorro, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

San Martín Sacatepéquez es uno de los municipios guatemaltecos con mayores tasas de emigración, producto de la escasa industrialización y las limitadas oportunidades de empleo que caracterizan especialmente al departamento de Quetzaltenango.

Casi todos los vecinos con los que hablamos aquí aseguran tener algún familiar en el extranjero, como es el caso de María.

La mujer de 29 años reside con sus dos hijos en una zona montañosa al borde del valle donde los lugareños, vestidos en su mayoría con ropas tradicionales del pueblo mam, reaccionan con desconfianza a las inusuales visitas de desconocidos.

María, sin embargo, nos abre las puertas de su imponente vivienda.

Es una de las llamadas "casas de remesas", llamadas así porque se construyen gracias al dinero que llega de fuera. Y se esfuerza para contarnos su historia en español, que apenas utiliza ya que en su comunidad se habla el idioma ancestral mam.

La casa de María

María delante de su casa, un edificio de dos pisos com grandes ventanales, una entrada amplia y de color marrón claro, naranja y rosa pálido
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María cambió su precaria vivienda de lámina por esta casa gracias a las remesas.

En las aldeas periféricas que abrazan el casco urbano de San Martín Sacatepéquez proliferan las coloridas "casas de remesas", como la de color naranja y rosa de María.

Viste el atuendo maya tradicional de la región y maneja hábilmente su telar en un local lleno de artículos de consumo diario.

Confeccionar y atender la tienda instalada en la planta baja son los dos oficios que complementan las transferencias que su madre le envía desde Virginia, en la costa este de EE.UU.

Nos cuenta que en su infancia residían en una vivienda improvisada de lámina y subsistían con trabajos ocasionales, desde tejer hasta recolectar y vender las abundantes hortalizas de la región.

En 2011, su madre decidió emigrar a Virginia donde empezó a limpiar casas desde primera hora de la mañana hasta caer el sol.

"Ella quería tener una de esas casas que estaba limpiando, de estilo americano", nos cuenta María.

A este fin dedicó los ahorros de los primeros 11 años de trabajo: "Juntó dinero, trajo su diseño de Estados Unidos, encontró un albañil y él construyó el diseño que ella hizo".

María tejiendo a las afueras de su casa
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El local de la planta baja, donde María teje y vende productos de uso diario, aporta un dinero extra a la familia.

Integrada en el verde paisaje montañoso del altiplano guatemalteco, lo primero que llama la atención de la casa de María es la fachada, donde los colores naranja y rosa pálido contrastan con el negro brillante de la puerta principal, las barandillas, paneles decorativos y ventanas tintadas con reflejo.

"El color naranja le gustaba; trajo de EE.UU. un recuerdo de ese color", explica.

Por dentro la vivienda es igual de colorida -se añade además el azul- aunque menos ostentosa: el amplio salón apenas cuenta con un mueble y una pequeña televisión, si bien la cocina está bien equipada y cuenta con barra americana, además de una amplia ventana con imponentes vistas al monte.

María confiesa que nunca se habría imaginado vivir en una casa de cuatro habitaciones, de las que una la ocupa ella y otras dos sus hijos. "El cuarto de mi mamá está cerrado, especial para ella", indica.

"Mi mamita cumplió su sueño, el sueño americano. Por algo se dice sueño americano: porque se logra", sentencia.

Mientras, la madre de María sigue limpiando casas en Virginia para regresar algún día a retirarse cómodamente en la casa con su hija y nietos.

Un pueblo transformado por las remesas

Casas de remesas de colores
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Las discretas casas de adobe han dado paso al color y la ostentación en el valle.

A nuestro regreso al casco urbano de San Martín Sacatepéquez visitamos el estudio de Jordi Muñoz, un arquitecto local especializado en las llamadas "casas de remesas" que asegura estar desbordado de trabajo.

Transitamos con él las calles centrales del municipio donde, entre un caos de puestos ambulantes, obras y motocicletas, señala abundantes ejemplos arquitectónicos acordes a las preferencias de sus clientes, por lo general emigrantes menores de 40 años que lo contactan desde Estados Unidos.

"Construyen sus viviendas para volver al país. La mentalidad del guatemalteco es estar fuera 5, 6 o hasta 10 años y luego volver y disfrutar todo lo que trabajó por allá. Es un pequeño porcentaje el que quiere quedarse viviendo fuera", afirma.

Explica que en muchas ocasiones "el cliente ya sabe qué es lo que quiere: solo envía los planos desde allá, nosotros hacemos la conversión a los planos de la región y procedemos a construir", explica Muñoz.

El arquitecto observa que el pueblo "se ha culturalizado en parte con esa experiencia de Norteamérica, no solo en la forma de construcción, sino en el tipo de materiales que se están utilizando", lo que ha cambiado completamente su aspecto.

Casa de remesas azul
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El azul es uno de los colores favoritos de los dueños de casas de remesas.

Recuerda que las familias del municipio solían demandar casas de dos habitaciones, de adobe o ladrillo, con fachadas blancas.

Desde hace una década, sin embargo, no solo aquí sino en toda la zona del suroccidente -el altiplano de Guatemala- "quieren construcciones más grandes, amplias, modernas, automatizadas, coloridas y el uso de la vivienda mixta, que es el comercio y lo familiar", asegura.

Preguntado por el impacto de la política migratoria de Donald Trump sobre la arquitectura de remesas, Muñoz explica que está condicionando las prioridades de muchos emigrantes guatemaltecos a la hora de construir sus viviendas.

"Ahora quieren tener sí o sí locales comerciales en las casas. Por la situación en la que están allá, la incertidumbre, necesitan un ingreso del que puedan subsistir si en algún momento los deportan", afirma.

La presencia de un local comercial en la planta baja se está consolidando como un elemento casi indispensable de la arquitectura de remesas ya que, además, sus dueños lo alquilan para obtener un ingreso extra mientras esperan para abrir su propio negocio al regresar de Estados Unidos.

Esa mezcla, conocida como uso mixto, se repite en buena parte de las nuevas construcciones: locales de abarrotes, pequeños restaurantes o bodegas en la planta baja; y arriba los espacios familiares, con salas amplias y cuartos múltiples.

Casas de remesas de colores
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Algunos emigrantes construyen casas de remesas grandes, las dividen y las alquilan como apartamentos y locales mientras permanecen en EE.UU.

Esto explica, en parte, la preferencia por los colores llamativos: "Cuanto más color tenga, a la gente le llama más la atención, y hay la creencia de que se genera mayor movimiento de flujo de personas para que lleguen a esos comercios".

"Aquí les gustan los colores pastel o brillantes: amarillos, celestes, turquesas, morados. Ya no quieren iluminación antigua, todo lo quieren con luces LED, quieren que las casas se automaticen, quieren controlar todo desde el teléfono", destaca

Construir una casa de este tipo con una superficie de entre 150 y 200 metros cuadrados cuesta de 700.000 quetzales (unos US$100.000) en adelante, según el arquitecto.

La influencia de Estados Unidos no solo se evidencia en la forma de construir, sino también en la mentalidad de quienes regresan con ahorros o encargan proyectos desde el extranjero.

"Se ha creado una cultura de competencia para ver quién tiene la mejor vivienda, la más grande, la más espaciosa o la más moderna. Al final de cuentas viene siendo un choque de quién tiene lo mejor", define.

Antonio y su hijo

Antonio
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El maestro de obra Antonio Cua ha ido construyendo poco a poco esta impresionante vivienda para su hijo, Maynor, a medida que éste le enviaba remesas cada 15 días desde EE.UU.

Manejamos unos 30 kilómetros por las abruptas carreteras de Quetzaltenango para visitar a Antonio, maestro de obra que acaba de levantar toda una mansión en la aldea rural Pasar Primero anexa al municipio de Cantel, de unos 47.000 habitantes.

Con una fachada que combina blanco y ladrillo expuesto, la casa de tres plantas cuenta con balcones de barandas plateadas, ventanales de espejo, techos de teja roja y robustas columnas que enmarcan una imponente entrada principal techada.

El edificio se erige como toda una rareza en un entorno de humildes casas bajas de adobe, corrales, senderos de tierra, áreas boscosas y plantaciones de maíz.

Antonio la ha construido para su hijo Maynor, que tiene 22 años y hace tres emigró a Estados Unidos con una obsesión: tener la casa más grande y bonita de su pueblo.

"Con ese sueño se fue. Al poco tiempo mandó la foto de un diseño que había visto por allí y, tal como él lo soñaba, nosotros lo ejecutamos", explica Antonio.

Maynor trabaja en la construcción por las mañanas y cuando llega a casa cambia de uniforme para servir cenas en un restaurante de San Francisco, California.

Sin apenas tiempo para gastar en ocio, ha podido permitirse enviar cada dos semanas entre US$1.200 y US$2.000, remesas que van íntegramente a financiar la edificación de la ya casi concluida vivienda de sus sueños.

"Según mi esposa, va recibiendo el dinero en quetzales, conforme vamos necesitando nosotros el material, se va comprando; e igual con la mano de obra", relata Antonio.

Antonio se asoma a la ventana
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La ostentosa vivienda del hijo de Antonio contrasta con el humilde entorno rural de la región.

Con un gasto aproximado de unos US$80.000 hasta la fecha, la mansión combina estilos coloniales y estadounidenses.

"Decimos tipo colonial por las vigas sobrepuestas combinadas con ladrillos y las puertas con molduras que llamamos 'pechos de paloma', pero también hay elementos modernos como el tejado, las cenefas y luces LED", describe el maestro de obra, mientras con un gesto nos invita a pasar al interior.

Aunque falta mobiliario, electrodomésticos y otros detalles que llegarán con las próximas remesas, la futura mansión de Maynor ya apunta alto, con amplia cocina americana, cuatro habitaciones, generosos balcones, espaciosas duchas y el hueco listo para instalar un jacuzzi en el baño principal.

Preguntamos a Antonio qué opinan los vecinos de su aldea: "Están admirados, porque este tipo de casas casi no se ven por acá", contesta.

Antes de partir a Estados Unidos, afirma Antonio, su hijo Maynor se graduó de técnico industrial, profesión que quiere retomar algún día en Guatemala y crear su propia empresa.

"Él quiere regresar. Al fin y al cabo, esa es la intención cuando alguien emigra o viaja: hacer su dinero, sus quetzales, para poder venir a invertir, trabajar y vivir un poco más cómodo".

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