Pese a la guerra, la selección siria de básquetbol sueña con abrirse paso
De momento el equipo ha conseguido el pase a la Copa de Asia y se entrena de cara los partidos que se van a disputar en Beirut
Damasco, Siria | En una cancha de básquetbol de Damasco, Khalil Khoury se pasa la pelota por debajo de las piernas con destreza. Las paredes que rodean la pista están decorados con las fotos de antiguas estrellas de este deporte -hoy residentes en el extranjero-, que recuerdan la vida antes de la guerra.
A sus 19 años, Khalil es el jugador más joven de la selección siria de básquetbol, cuya media de edad es de 30 años, y en la que algunos de sus integrantes se acercan a la cuarentena.
"La mayor parte (de los antiguos componentes del equipo) se fue a vivir al extranjero o fueron reclutados por el ejército, por eso los que se quedan tienen que jugar hasta una edad avanzada", explica el joven deportista, que formaba parte del combinado nacional junior cuando estalló el conflicto, en 2011.
Al otro lado de la pista, el secretario general de la federación siria de básquetbol, Daniel Zoalkefl, apunta en una libreta el nombre de los doce jugadores presentes en el entrenamiento.
"Justo en este punto en el que estoy, explotó un misil; allí otro y alrededor de la cancha, decenas de ellos. No es fácil pero nos hemos acostumbrado", lamenta Zoalkefl en el momento en el que se va la luz en la pista. El lugar de entrenamiento de la selección es víctima, como cualquier edificio de Damasco, de frecuentes cortes de electricidad.
Las interrupciones en el suministro eléctrico también repercuten en el sofocante calor que reina en la cancha: la mayoría de aparatos de aire acondicionado están rotos desde el comienzo del conflicto (hace seis años), lo que motiva que los jugadores prefieran entrenarse por la noche.
"Algo descorazonador"
Tras el estallido de la contienda, "el campeonato nacional de básquetbol se interrumpió durante un año y cada provincia disputó su propio torneo", recuerda otro de los integrantes del equipo, Anthony Bakr, de 24 años.
Este baloncestista de 1,99 m espera poder ver algún día a Siria clasificarse para el Mundial de básquetbol. "Para que la alegría vuelva a contagiar los corazones sirios".
De momento el equipo ha conseguido el pase a la Copa de Asia y se entrena de cara los partidos que se van a disputar en Beirut (8-20 agosto).
"Nuestro objetivo es llegar a construir algo importante, un equipo nacional que pueda competir con garantías y representar al país de la mejor manera posible", tercia uno de los dos entrenadores del conjunto, el serbio Ninad Karzis, mientras dirige, silbato en mano, el partidillo que disputan sus jugadores.
De vez en cuando el entrenamiento es interrumpido por el ruido de los aviones que bombardean zonas cercanas a Damasco.
"La guerra ha tenido muchas consecuencias sobre el equipo. No solo los jugadores emigraron, también lo hicieron los entrenadores", indica Karzis, que destaca lo difícil que es alcanzar unas garantías mínimas de seguridad durante las sesiones de preparación.
El otro técnico del equipo, el sirio Hadi Darwich, lamenta por su parte las dificultades para encontrar -no solo en Siria, también en el extranjero- instalaciones en las que entrenar.
"Una especie de maldición pesa sobre nosotros. Muchos países no nos quieren acoger y la obtención de visas es difícil y lleva mucho tiempo", asegura.
"Añoro a mis compañeros de equipo, al público, ver las gradas llenas. Antes el básquetbol era un motivo de celebración y alegría, hoy se ha convertido en algo descorazonador", explica otro integrante del combinado nacional, Majed Arbacha, de 28 años.
La corriente eléctrica se corta de nuevo pero esta vez los generadores no funcionan y el entrenamiento termina. Sin perder el aplomo, los jugadores regresan a casa sabiendo que al día siguiente, a la misma hora, volverán a la cancha.